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Sevilla

El Heraldo llevó la ilusión a las calles

  • El alcalde le entregó la llave de la ciudad y abogó por los niños enfermos y padres en paro Miranda Benvenuty recogió a caballo las últimas cartas.

Sevilla es ciudad de vísperas. Espera y esperanza son parientes de la etimología, pero en este caso son sinónimos. En las cosas de esta liturgia festiva, el sevillano sabe esperar, lo que al que no lo entiende desespera. Se vio ayer en la apoteosis del Heraldo, el anunciador de la Dicha Máxima, espléndido figurante del rito encarnado por Miranda Benvenuty, del Instituto Británico, que a las siete de la tarde, junto al Ayuntamiento, recibió del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, las llaves de la ciudad. "Las llaves mágicas abren todas las puertas", le decía un abuelo a sus nietos.

Los niños, todos los niños, los pequeños y los mayores, volvieron a ser los protagonistas y a darle esplendor a este compromiso colectivo por una noche mágica y por un mundo mejor. En la confluencia de Orfila con Laraña, a muchos padres les salían niños en la cabeza que los convertían en gigantes, casi en personajes de El Hobbit que con sus dos cabezas correlativas miraban a los beduinos, la policía a caballo y los tricornios de los músicos de Virgen de los Reyes.

La comitiva giró por la Encarnación y la Alfalfa. A los Reyes les gustan los Reyes. El abogado Francisco Baena Bocanegra, que lo fue en 1995, aguardaba al Heraldo con sus nietos en la plaza del Pan, en una de cuyas tiendas ofrecían tejitas dulces de almendra que parecían hechas para la casa de Hansel y Gretel. Por la cuesta del Rosario, la única etapa de montaña del sermón de la ciudad, subía Santiago Herrero, rey mago en 2001.

Las familias iniciaban el zig zag por las calles para alcanzar al cortejo del Heraldo. Algunos acortaban por Acetres, donde Luis Cernuda empezó a ser niño el 21 de septiembre de 1902. El amigo que inmortalizó en Ocnos a José María Izquierdo, el pionero de esta Cabalgata que data de 1918. La comitiva rodeó el Cristo de Burgos y se topó en la Alfalfa con el Burgos de Cristo, don Antonio, único cristiano, si José María Pemán no deja al cronista por mentiroso, que ha pregonado el Carnaval de Cádiz y la Semana Santa de Sevilla. El primero también lo anunció para negros caleteros José Guerrero Yuyu, el chirigotero que ayer pasaba por la Plaza Nueva al paso del cortejo.

Burgos saludaba al rey Baltasar 2012, el torero Eduardo Dávila Miura, y conseguía un par de gigantes piruletas junto al Gran Tino, el apeadero donde José Antonio Garmendia dejaba sus escritos para las hojas volanderas. A las seis y media se encendió el alumbrado navideño. Al fondo, el Giraldo se asomaba desde el minarete para ver al Heraldo. Vería al fotógrafo Fernando Ruso, que parecía un extra del Nacimiento con su cámara junto al Arquillo. Un motorista en Yamaha se abría contramano mientras que el fotógrafo Antonio Pérez, virtuoso de las pompas de jabón, iba con su Kawasaki. La ciudad japonesa de Yunko, la joven con la que se casó al rito oriental el 11 de diciembre.

"¿Quéréis que les abramos las puertas a los Reyes Magos para que puedan entrar en Sevilla?", preguntaba el alcalde. Pidió a los niños que pensaran en "los que están en los hospitales y para los que sus padres no están pasando por una buena situación económica por culpa del paro".

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