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calle rioja

Macondo en la Alameda

  • Domingo. En un mismo escenario coincidieron la Feria del Títere con sus leones y sus caballos, varias comuniones, coplas por los bebés robados y hasta la procesión del Santísimo.

UN mes y un día después de la muerte de Gabriel García Márquez, la Alameda parecía Macondo. No faltaban ni los colombianos. Dos compatriotas de Gabo forman parte del elenco de los Caballos de Menorca, uno de los números fuertes de la nueva edición de la feria Internacional del Títere. En un espacio de apenas cien metros cuadrados, el delimitado por las columnas de la zona norte de la Alameda y la Casa de las Sirenas, ayer se vivían de forma casi simultánea todos estos espectáculos: el número de títeres Lágrimas junto al río, de la compañía Krystal Producciones Puppeteers de Kenia, con elementos coreográficos del Rey León; la maquinaria titiritera de la compañía catalana Toc de Fusta, con el montaje Los Amigos de Crusó; la procesión del Santísimo que a las doce salió de la iglesia de Omnium Sanctórum y recorrió las calles del barrio con el cura párroco bajo palio; coplas de folclóricas en la Casa de las Sirenas para refrescar la causa de los bebés robados; y el ya mencionado espectáculo de los Caballos de Menorca.

Guadalupe Tempestini lleva 34 años al frente de la Feria Internacional del Títere. Seis alcaldes sobre las espaldas de esta argentina incombustible. Los carteles de las anteriores ediciones pueden verse en la Casa de las Sirenas. Micki, el músico animador de los Caballos de Menorca, intérprete de una mezcla de jota balear con música electrónica, tiene 35 años. Al año de vida, ya se puso en marcha la Feria del Títere. La compañía la forman dos colombianos, dos uruguayos (uno de ellos, Damián, celebró el gol de su compatriota Godín que le dio la Liga al Atleti) y dos catalanes. Su cuartel general está en Cornellá de Llobregat, aunque son deudores de una tradición propia de la isla de Menorca. Cuatro caballos que hicieron las delicias de niños y padres, que antes aplaudieron a rabiar a los dos titiriteros keniatas.

Entre el público, instituciones del barrio, como Luis Astola, el de la carbonería de la calle Parras; o Marcelo Culasso, el compatriota de Tempestini que tiene la tienda de marcos en la calle Feria. Jóvenes arquitectos como Fernando Arredondo o David Moreno Rangel. Gente del mundo del teatro, como el popular actor Paco Tous o José María Peña, que todavía luce un brazo en cabestrillo que se lastimó jugando al voleibol y prepara el inminente estreno de El detective Andaluz, un monólogo con dirección de Pepe Quero, de los Ulen, y música de Kiko Veneno.

La procesión del Santísimo salió a la hora del Angelus de Ómnium Sanctórum. Fue por Peris Mencheta, atravesó el Pasaje González de Quijano hasta Relator, atravesó la Alameda, se confundió con los sones africanos y con los caballos menorquines, siguió por Lumbreras, volvió por Jesús del Gran Poder, le hizo los honores a la capilla del Carmen y retomó el regreso por la calle Calatrava. Los artistas de Nairobi habían proclamado a un mono como el rey de su creación, bautizaron al río con el nombre del simio. Los autobuses de turistas no daban crédito al abigarrado espectáculo, y había quien le hacía fotos a los titiriteros de Kenia para volverse a la procesión, en la que no faltaban acólitos, el organista, el sacristán y los hermanos mayores de las cofradías del barrio, un entorno muy felliniano donde abundan las mujeres que llevan el timón de las hermandades. Del público de los títeres, alguien oyó la música de la banda y dijo: "¡Qué frikada!". Con cierta sorna, alguien le respondió: "¡Qué africada!" En la Alameda hay sitio para todos, como la olla de Walt Whitman de la que habla José María Conget, que disfrutaba de cebras, leones y caballos con su nieta Gabriela.

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