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Sevilla

Reflexiones sobre la Torre Cajasol

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Aningún sevillano le extraña la polémica cada vez que se emprende un nuevo proyecto en nuestra ciudad. Sevilla es una urbe muy satisfecha de sí misma y cuestiona legítimamente toda incorporación a su patrimonio arquitectónico. Como es villa de larga historia, hermosa donde las haya, ha tenido numerosas aportaciones de diferentes culturas, que la han conformado al mismo tiempo. Siempre han sido recibidas con cierta hostilidad y, también siempre, han pasado después a convertirse en algo propio e intocable.

Todo el que pretenda emprender un nuevo proyecto ha de armarse de paciencia y valor. Debe contar con que habrá una defensa numantina en su contra. Solo si consigue demostrar y convencer de la calidad de su aportación tendrá opciones para llevarlo a cabo y, aun así, le seguirá acompañando el coro de los detractores hasta la inauguración. Después callarán las voces y la ciudad, incluido los que protestaban, lo hará suyo.

No hay más que recordar el griterío que despertó la Expo, lo que pudimos leer y escuchar mientras se hacía, el fracaso augurado y la agresión a la Sevilla eterna, para comprobar como después pasó a formar parte de las joyas de la corona. Hubo voces autorizadas que lucharon para que la Exposición Universal no fuese un recinto en La Cartuja sino una muestra difusa dentro de la ciudad, llena de viejos edificios restaurados. Miremos las hemerotecas y veremos que fue así.

La algarabía que se ha montado en torno a la Torre Cajasol, responde por tanto a una de nuestras tradiciones y como tal debe ser analizada. Pero para ello, conviene realizar una reflexión serena porque cuando se toca Sevilla hay que hacerlo con rigor, responsabilidad y amor por su patrimonio.

Ante un proyecto como éste uno se debe hacer varias preguntas: ¿es conveniente? ¿Hace daño? ¿Es legal? ¿qué piensa la gente de la calle? Y, por último, ¿qué argumentan sus detractores? Intentaré responder a ellas desde mi punto de vista, personal por supuesto, con el riesgo de estar equivocado, pero enfocado desde mi intenso amor por mi tierra.

Estoy convencido de que la torre es beneficiosa para mi ciudad, en caso contrario no lucharía por ella. Supone una inversión en tiempos de crisis huérfanos de proyectos; creará puestos de trabajo en años de paro; ordenará un espacio semiabandonado en un sector estratégico; se convertirá en un hito de la Sevilla tecnológica, cada vez mas pujante y esperanza de nuestro mañana económico; aportará prestigio a los técnicos sevillanos que la levantan; enriquecerá nuestro patrimonio arquitectónico; será un referente de la Sevilla capital financiera, que pelea legítimamente con otras ciudades por conseguirlo; y romperá la imagen de una urbe exclusivamente atada a su pasado, su arte y sus artistas. No hay que prescindir de nuestra historia, pero es conveniente añadirle una nueva visión de ciudad comprometida con el futuro.

También pienso sinceramente que la torre no hace el menor daño. No se ve desde el interior del casco histórico, por tanto no contamina la visión tradicional; solo irrumpe en la vista desde el puente de San Telmo, pero ya se encargó Torre Triana de acostumbrarnos a ver la perspectiva de la margen derecha como una Sevilla moderna y diferente; en las panorámicas de acceso a la ciudad solo toma protagonismo desde el Aljarafe, pero se ve distante y diferente de una Giralda que reina claramente en el casco histórico; tampoco rompe el récord de altura de la torre almohade, que fue superado en el 92 por el pilono del Alamillo sin que pasara nada. Aunque es un bello proyecto, no gustará a muchos críticos y profesionales del sector. Pero eso pasa siempre. La falta de aplauso unánime es consustancial con la Arquitectura.

La legalidad del proyecto es incuestionable. Se desarrolla a partir de un plan general, reciente, participativo y sometido a información pública; un plan especial posterior, al que también se pudo oponer cualquier detractor, cosa que nadie hizo; un convenio entre promotor y administración; un concurso entre arquitectos de prestigio al que se dio toda la difusión posible; un proyecto visado, tramitado y aprobado por el Ayuntamiento y una licencia que ha permitido comenzar recientemente las obras.

La gente de la calle no parece estar en contra de la torre. Es difícil medir su opinión, pero en las encuestas realizadas, las simpatías por el proyecto son mayoritarias. Todavía ninguno de mis amigos o conocidos me la ha criticado personalmente. En los medios de comunicación si se pueden encontrar voces no partidarias, pero suelen pertenecer a comunicadores que tradicionalmente defienden la Sevilla intocable. Hacen su papel de guardianes de las esencias, necesario por otra parte para impedir desafueros, y alientan la tradicional polémica.

Y por último, los opositores. En su mayor parte son arquitectos a los que no les gusta el proyecto, como es habitual y legítimo; hay otros que no son partidarios de los edificios altos en Sevilla; también existen unos cuantos que preferirían haber sido ellos los proyectistas, pero destacan sobre todo, los que hablan en nombre de Icomos, un organismo asesor de la Unesco.

Uno piensa que pertenecer a un órgano tal exige rigor, trabajo bien hecho, desapasionamiento, respeto por la legalidad, falta de protagonismo y espíritu de colaboración. Si el cargo se utiliza para desinformar, amenazar, e imponer, algo no funciona bien. Existe una queja generalizada entre los trece ayuntamientos españoles de ciudades Patrimonio de la Humanidad respecto al trato que les da Icomos, convertida en un lobby de creación de polémicas, falto de lealtad a las instituciones, que huye del diálogo, no interviene en los plazos legales de información pública y coacciona bajo amenazas a determinados proyectos legalmente tramitados. Esa forma de actuar, impropia del estado de derecho, podría inducir a que algunos dudaran de cuales son los intereses a los que realmente sirve. El informe que ha hecho sobre la Torre Cajasol es pobrísimo, lleno de inexactitudes y en gran parte tendencioso. Eso sí, lo ha utilizado con profusión en los medios y ha inspirado unas observaciones poco objetivas del organismo.

Termino. Sevilla se merece lo mejor. Sobre todo que defendamos honesta y rigurosamente sus intereses. Yo creo que la Torre Cajasol es buena para mi ciudad y aquí dejo constancia de ello.

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