Sevilla

El asesino del vicario de San Isidoro reconoce el crimen y se muestra "totalmente arrepentido"

  • José Eugenio Alcarazo Fernández es el primer acusado en Sevilla que se enfrenta a la pena de prisión permanente revisable.

"Lo reconozco. Lo único que recuerdo es la cara de Carlos. Estoy totalmente arrepentido. Nadie es dueño de la vida de nadie y yo menos". Estas han sido las palabras con las que José Eugenio Alcarazo Fernández ha confesado este lunes ante el jurado popular el asesinato del vicario de San Isidoro Carlos Martínez Pérez, tío de su mujer, al que asestó nueve puñaladas en la tarde del 16 de julio de 2015.

El acusado, que sólo había admitido el crimen en su primera declaración ante la Policía tras ser detenido –en las dos ocasiones en las que compareció ante la juez de Instrucción se acogió a su derecho a no declarar-, ha reconocido la autoría del asesinato del sacerdote, en una declaración marcada por su amnesia selectiva. El procesado ha asegurado que sólo recuerda hasta el momento antes de haber conversado con su mujer, pero no los hechos siguientes: como la compra de los dos cuchillos en un bazar chino de la calle San Jacinto o haber abordado al presbítero en la puerta de su domicilio, en la calle Francisco Carrión Mejías.

José Eugenio Alcarazo, que ha llegado a la Audiencia de Sevilla desde la cárcel y provisto de una muleta que le ayuda a caminar –tiene reconocida una minusvalía del 33% tras haberse roto los dos pies de una caída de seis metros-, ha comenzado su declaración confesando, a preguntas de la fiscal del caso, la autoría del crimen. El acusado ha dicho que recuerda que esa mañana se encontraba en el hospital de Bormujos, donde llevaba diez días ingresado tras haber intentado suicidarse mediante la ingesta de pastillas, pero ha negado que se escapara del centro sanitario cuando iba a ser trasladado a la unidad de Psiquiatría del Virgen del Rocío. "Me dejaron solo en la habitación, salí por la puerta, me metí en el coche y me fui", ha explicado José Eugenio Alcarazo, que recuerda igualmente que fue al domicilio de su mujer para hablar con ella , para ver "qué posibilidad había" de que retomaran la relación sentimental.

El acusado también recuerda la negativa de su esposa a volver con él, pero a partir de ahí, según sostiene, ya no tiene conocimiento de lo que hizo. "Estaba vacío, perdido. No sé si me han dado un mazazo o me he estrellado contra una pared. Le di un beso a mi mujer y me fui", ha añadido.

Cuando la fiscal le preguntó si entonces fue a comprar los dos cuchillos, ha señalado que "cree que sí, eso dice la Policía" y ha reiterado que tras el rechazo de su esposa su intención era en todo momento "quitarse la vida".

La Fiscalía y la acusación particular que ejercen los familiares del sacerdote consideran que el móvil del crimen está en el hecho de que el acusado culpaba al presbítero de la ruptura con su esposa, algo que José Eugenio Alcarazo ha negado. El acusado ha dicho que no tenía ninguna relación con el sacerdote, que no lo culpaba de que su mujer no quisiera reanudar la convivencia, aunque lo ha acusado de "inventarse cosas" sobre él, como que había sido embargado por Hacienda, y de "malmeter" con los hijos de su esposa, "enseñándoles a no respetar a su madre, animándoles a rebelarse, les decía aquí mando yo y vosotros", ha precisado.

También ha admitido que las relaciones con los hijos de su mujer eran "bastante malas", pero no ha querido dar los motivos porque "le prometió a su mujer que no la atacaría a ella ni a sus hijos".

Después del asesinato del cura, el acusado se dirigió de nuevo al domicilio de su mujer, donde fue finalmente detenido por la Policía. "Iba a entregarle el coche a mi mujer y después iba a ir a Blas Infante", a la Jefatura de Policía para entregarse.

José Eugenio Alcarazo se enfrenta a una petición de la Fiscalía de 20 años de cárcel por un delito de asesinato, en el que el Ministerio Público aprecia una circunstancia atenuante de enajenación mental por el trastorno de la personalidad que padece, mientras que la acusación particular que ejerce un hermano del vicario y los sobrinos de la víctima solicitan la pena de prisión permanente revisable, una reciente figura introducida en el Código Penal para los delitos de excepcional gravedad y que se puede asemejar a una cadena perpetua pero con posibilidad de revisarla.

Se trata de la primera vez que se reclama en la Audiencia de Sevilla la prisión permanente revisable. La abogada Inmaculada Torres, que ejerce la acusación particular, no aprecia ninguna circunstancia atenuante en la conducta del acusado pero sí la agravante de abuso de superioridad, al estimar que se trató de una "agresión brutal" al sacerdote, que tenía 75 años y era una persona "anciana y enferma, que no hizo nada para merecer esa muerte, sólo defender a su sobrina y a los hijos de ésta", por lo que la víctima es una persona de "especial vulnerabilidad".

En su alegato previo al inicio del juicio con jurado, la letrada de la acusación ha calificado de "supuesta tentativa de suicidio" la ingesta de pastillas por parte del acusado, porque tan sólo unos días antes se había ido "a Madrid a conocer a una amiga" con la que contactó a través de internet.Según la acusación, la muerte del vicario de San Isidoro fue una acción premeditada, "prevista con anterioridad", porque lo había "anunciado antes a otras personas" y hablaba "del curita de forma despectiva", y como sabía su horario, "compró los cuchillos más grandes que pudo y le asestó nueve cuchilladas en el portal de su casa", al tiempo que puso en duda la intención con la que regresó al domicilio de su mujer tras el asesinato. "No se sabe la finalidad que tenía al ir a la casa", ha afirmado la letrada, que también ha cuestionado que el acusado se presentara en el juicio con una muleta. "Hoy viene con muletas pero el día del crimen no las llevaba, ni tampoco cuando ha salido corriendo detrás de los hijos de su mujer para agredirlos", ha alegado.

La Fiscalía destacó que Alcarazo culpaba al sacerdote de las "malas relaciones" con su esposa y de que ésta no quisiera volver con él y ha recordado que "tiene derecho a mentir" en el ejercicio de su defensa.

La defensa de José Eugenio Alcarazo, que ejerce de oficio la letrada Encarnación Molino, ha recordado al jurado en su alegato inicial que "hacer Justicia no es venganza", por lo que ha pedido un "juicio justo". La letrada ha insistido en que el procesado está “arrepentido y desearía que no hubiera ocurrido" la muerte y, como representante del acusado, ha pedido "perdón por lo que le hizo a la familia, a sus parientes y a la sociedad".La defensa ha añadido que el intento de suicidio es "real" y ha puesto de manifiesto el "gravísimo conflicto" que tenía con el tío de su esposa, del que consideraba que "malmetía, lo despreciaba y humillaba", por lo que tras la negativa de su mujer a retomar la relación "el mundo se le vino encima". Encarnación Molino asegura que el reo padece una alteración psíquica, "no sabe lo que hace y no puede controlar sus impulsos”, hasta el punto de que las últimas conversaciones con su esposa cerrándole las puertas le provocó una "conmoción psíquica" que desembocó en el crimen.

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