Sevilla

Septiembre, el mes más cruel

MUCHOS se preguntarán, dentro y fuera del PSOE de Sevilla, cuál es la razón por la que, una vez clara la derrota de los críticos en el congreso de ayer, una notable parte de ellos decidió, contra lo que había venido siendo su norma de conducta hasta ahora, apoyar de manera expresa y decidida a la lista que encabezaba José Antonio Viera. ¿Una obligación fruto de las circunstancias o una incoherencia? Probablemente la única vía para tratar de recomponer la tensa situación creada en los últimos meses, en los que las jóvenes promesas, que se han revelado menores, han jugado a ser una mayoría que, visto lo visto en el Congreso, no supone mucho más de un 10% de la representación oficial.

¿No es contradictorio plantear un pulso desde hace meses a la dirección existente del partido, tratar de montar una candidatura alternativa sin tener los avales suficientes, apurar las opciones de retirada e integración y desoír las advertencias de que la cosa no iba bien para después, en horas veinticuatro, como diría el clásico, darle la vuelta a esta situación y pasar a votar en masa en favor de la mayoría dominante?

Bien es cierto que no todos los críticos actuaron así en esta nada edificante función teatral: hubo quien, en coherencia con lo dicho en este tiempo, al menos se abstuvo a la hora de votar o eligió la fórmula del sufragio en blanco. Una forma indirecta de decir no cuando todo obligaba a decir sí. Al menos, a éstos nadie les podrá acusar de veletas. Otra cosa son aquellos que han decidido diluirse en la nueva mayoría, de cuyo núcleo de poder, lógicamente, han sido desplazados por completo. Probablemente unos lo habrán hecho por instinto de conservación y otros por táctica. Porque, aunque la relación de fuerzas ha quedado esbozada de forma manifiesta, el nuevo giro que Viera promete dar en el PSOE de Sevilla no ha hecho, en realidad, más que empezar. En primer lugar, en lo que se refiere a la integración. Probablemente este concepto, tan subjetivo, en el caso de los críticos del PSOE consista, en el mejor de los supuestos, en poder seguir respirando. Que el statu quo no cambie. En un partido donde es tradición que las alteraciones orgánicas tengan inmediata traducción institucional, que algún señalado opositor siga de portavoz municipal, por ejemplo, sería, por así decirlo, una manera de integrar. O de esperar hasta ver qué hacer.

Lo que parece claro es que Viera, que hace cuatro años llegó a la cúpula de los socialistas como una solución temporal ante un problema llamado Caballos -el líder natural no ha tocado demasiado pelo en la nueva Ejecutiva pese a haber dado sus avales a Viera; cosa que, en cambio, sí ha conseguido Carmelo Gómez con menos peso y mucha menos experiencia- está dispuesto, si no a perpetuarse en la cúpula del PSOE, al menos a permanecer en ella durante algún tiempo y dejar cierta huella. Y para cumplir este objetivo ha hecho una Ejecutiva a su medida (sin las componendas del anterior Congreso, pero recompensado a sectores divergentes del partido) y planea, a partir del mes de septiembre, afrontar la gran operación: rediseñar, junto a las asambleas de la capital, hasta ahora controladas por Gómez de Celis y algunas otras familias más, la coyuntura municipal. Para este objetivo parece tener, además, luz verde de San Vicente, a la vista de la cuota sevillana obtenida en la nueva Ejecutiva regional y la marginación de cualquier referente de la corriente que lideraba Demetrio Pérez. No parece tener además prisa. Cuenta con un grupo empotrado en el Ayuntamiento. Y con Emilio Carrillo, el concejal de Urbanismo de Monteseirín, como nuevo y emergente referente de esta nueva etapa. De ahí que acaso haya que cambiar algo el clásico verso de T.S. Eliot. Abril ya no es el mes más cruel. ¿Será septiembre?

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios