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Los invisibles

"Soy más de la Sevilla otoñal que de ésta disfrazada y ridícula de la primavera"

  • Cuida la piel de las monjas de clausura de Sevilla y le enseña la ciudad a los monjes que vienen de visita. Su milagro de los panes y los peces es vivir entre el Pan y Pescadería.

SE adelantó a la jornada de reflexión regalándose cuatro días de silencio en San Pedro de Cardeña, monasterio de cistercienses traperos. Ismael Yebra (Sevilla, 1955) tiene casa y consulta en la Alfalfa y vuelve a sus orígenes zamoranos.

-¿El proyecto de la Piel Sensible es una competencia desleal?

-Yo le llamaría la Piel Atópica, que es como los dermatólogos llamamos a la piel rara, que no es la suya, la piel alérgica. Me parece bien la peatonalización de la ciudad, la recuperación de Alcaicería, pero no a costa de cosas tan impersonales como la plaza del Pan, tan distinta de la que describía Cernuda en Ocnos.

-¿El sol, venerado como un dios, es dañino como mil demonios?

-No es ni dios ni demonio. Como todas las cosas, es bueno en su justa medida y malo en exceso. El sol es fundamental para curar enfermedades como la soriasis o algunos linfomas, cánceres cutáneos. Es como cuando el médico receta una copita de tinto para las comidas.

-En una ciudad tan de calle como Sevilla, ¿alguna vez recetó un 'búnker', encerrarse para protegerse del sol?

-Tanto como encerrarse, no. Pero el sol no solamente se toma en la playa. A las personas que no tienen pelo les está dando en la cabeza, pero somos muy remisos a usar gorras y sombreros. Hay mucha gente que está once meses tomando el sol en el andamio y sólo un mes en la playa. No hay conciencia de protección. En Australia el cáncer de piel está considerado enfermedad profesional.

-Aquí caímos en lo que el torero Pepe Luis Vázquez llama el sinsombrerismo...

-Existe mucho pudor en cubrirse la cabeza. En eso hemos cambiado mucho.

-Los sombreros que se ven en las fotos del entierro de Joselito...

-O en los primeros partidos de fútbol, como aparece en el libro que escribió Juan Castro.

-¿Qué tiene la Alfalfa para dedicarle un libro?

-Que es el pueblo más cercano a Sevilla. En una ciudad en la que hay más ciudad en el extrarradio, en barrios como Pino Montano, Tiro de Línea o Sevilla Este, que en el propio centro, la Alfalfa conserva su personalidad. Y su autosuficiencia. Yo no tengo por qué ir a una gran superficie. No sólo porque no me gusta. No lo necesito. Aquí la gente me localiza a través del quiosco de prensa. Todo lo importante que ocurrió en Sevilla pasó por la Alfalfa: el foro romano; el primer núcleo de población, por ser la única zona que no se inundaba; la primera mezquita; la vida comercial de la Sevilla romántica. Es un sitio de paso, feo, pero lleno de vida, en el que los árboles juegan el importante papel de tapar la fea arquitectura.

-La piel es inseparable del color. ¿Qué color le ve a Sevilla?

-Ya Romero Murube hablaba de los cielos que perdimos. Ahora estamos perdiendo los suelos. Cada vez tenemos una luz más apagada, más vulgar.

-¿Qué se le ha perdido en los monasterios?

-Hace 24 años fui de viaje de novios al monasterio de Silos y vuelvo todos los años. A San Pedro de Cardeña, en Burgos, donde los monjes elaboran su propio vino; a Santa María de Huertas, en Soria; a San Isidro de Dueñas, en Palencia. Soy el médico de los conventos de clausura de Sevilla.

-¿El Cid o Google?

-¡Por favor! Yo no tengo ni móvil ni internet. Soy bibliófilo y no he encontrado nada en internet que no venga en los libros.

-Es médico y escritor. El día de la salida mundial de 'Harry Potter' vi en el autobús a una joven leyendo 'Tiempo de silencio', de su colega Luis Martín Santos...

-Un libro muy influenciado por el Ulises de Joyce que rompe con la novela realista de posguerra.

-¿A quién salva el Salvador?

-Está muy bien hecho. A los arquitectos no les gusta que les tosan, que se metan en su campo. A los médicos tampoco. El público tiene derecho a opinar, aunque sea para quejarse. Hay restauraciones como la de la Cartuja de las Cuevas que es indefendible. Diego Angulo decía que la obra de arte es perecedera y que antes que una mala restauración era preferible dejarla morir dignamente. La decadencia puede tener más belleza que una mala restauración. En el Salvador han hecho como en el chiste: dejarla como estaba. Los arquitectos olvidan que el culo es anterior a la silla. Yo soy médico pero no puedo operar de cataratas, de rodilla o de hernia de disco. Un arquitecto entiende de polideportivos cubiertos y de iglesias románcias. Es el representante de Dios en la tierra.

-¿En Sevilla manda la dermis o la epidermis?

-Es una ciudad cada vez más epidérmica. Hay una Sevilla profunda, la de Murube, Montesinos, Manuel Halcón o Villalón. Igual que en verano huyo de la playa, me gusta más la Sevilla otoñal y profunda, la de Juan Lamillar, Miguel Florián, Alberto García Ulecia o Francisco Núñez que esta Sevilla disfrazada y ridícula de la primavera en la que te encuentras con pregones por todas partes.

-¿Su próxima obra?

-Me impone respeto hablar de prosa poética, pero estoy haciendo de mi infancia en Umbrete lo que hizo Cernuda en Ocnos, Jacobo Cortines en Lebrija o Romero Murube en Los Palacios. Estoy con una historia de la dermatología. Mi error, como otros médicos que escriben, fue confundir la historia con la literatura.

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