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Calle rioja

Ter Stegen y la mano de Cervantes

  • Por segundo año el premio de novela de la Universidad Hispalense volvió a quedar desierto.

ARTURO Pérez-Reverte estuvo dos días en Sevilla. El primero lo dedicó a una de las encomiendas que le dejó su amigo, su hermano, su compinche Rafael de Cózar: formar parte con el tercer hombre, Juan Eslava Galán, del jurado del premio de novela convocado por la Universidad Hispalense. Por segundo año, fue declarado desierto. Los va a tener que fichar Ramón López de Tejada para el jurado del certamen de relatos gastronómicos que convoca cada año La Abacería de San Lorenzo. Muy cerca de esta esquinada casa del yantar está el Eslava, donde dieron cuenta de sus especialidades Pérez-Reverte, Eslava Galán y Jesús Vigorra, que lo presentó un día después en la reivindicación del soldado Cervantes, que en Sevilla tiene la calle muy cerca de Lepanto.

De esa forma, Eslava Galán volvía a los aledaños de la casa que habitó en la calle Leonor Dávalos, trastienda de la Alameda, en el mismo cogollo urbano donde repartió algunos años de su vida el propio Cózar, primero de alquiler en Pascual de Gayangos, nombre de arabista, y después ya en modesta propiedad en la calle Imaginero Castillo Lastrucci.

Fue una semana pródiga en visitas de novelistas sin Feria del Libro. Pasaron por Sevilla dos octogenarios en perfecto estado de revista: el chileno Jorge Edwards, premio Cervantes que adelantó su última novela en el colegio San Francisco de Paula; y Fernando Sánchez Dragó, el eterno provocador que habló en La Revuelta, media existencial de las Siete Revueltas, de cómo llegar a los ochenta sin los achaques de la ancianidad.

En el hotel Colón, antaño el hotel de los toreros, hogaño de los escritores, coincidieron como huéspedes Arturo Pérez-Reverte e Ildefonso Falcones. Al abogado que vendió seis millones de ejemplares de La Catedral del Mar, en proceso de rodaje para la televisión, le emocionó saber que la bailaora Matilde Coral tenía como libro de cabecera su novela La reina descalza, la historia de fusión artística entre una liberta cubana y una gitana de Triana.

Falcones no fue a la Fundación Cajasol para escuchar la lección magistral de Pérez-Reverte sobre la valentía de Cervantes como soldado a las órdenes de Juan de Austria, el último Amadís de Gaula. La gran preocupación del autor de La Catedral del Mar era encontrar un bar donde pudiera ver el partido que el Barcelona jugaba en el campo del Borussia Moenchengladbach, el antiguo equipo de Ter Stegen. Alguien le apuntó un lugar estratégico, el bar Merchant, en la esquina de Canalejas con González Abreu, muy cerca de donde lucieron sus habilidades radiofónicas Iñaki Gabilondo, Jesús Quintero o el maestro Araujo.

Esta semana viene a Sevilla con nueva novela Inma Chacón. Fue finalista del Planeta, le dedica Tierra sin hombres a su hermana, tempranamente fallecida, Dulce Chacón, autora de La voz dormida que llevó al cine Benito Zambrano. Las Chacón son de Zafra, ciudad extremeña conocida como Sevilla la Chica en cuyo parador se convocó el concurso para elegir el proyecto de sede del Colegio de Arquitectos de Sevilla que está en San Pedro.

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