Crónica del Viernes Santo La lluvia impone otra forma de vivir el Viernes Santo

calle rioja

Tiempo de signos inequívocos

  • Exorno. Por el vallado de la plaza Virgen de los Reyes pasan el americanista Bibiano Torres y el jesuita Fernando García Gutiérrez, que podía guiar a los Reyes en su visita a Japón

Una turista y coche de caballos junto al vallado de plaza Virgen de los Reyes

Una turista y coche de caballos junto al vallado de plaza Virgen de los Reyes / juan carlos vázquez

Ya se fueron los romanos de la Alameda y se acercan los galileos a la Campana. Hay signos inequívocos. El pregón es el anuncio del tiempo nuevo: han liberado las marquesinas de las paradas de autobús, quitan el vallado junto al paso de peatones que une Zara con el puesto de los autobuses turísticos y lo ponen en la plaza Virgen de los Reyes.

Turistas en el Alcázar. Dos colas desde la puerta con el león que dibujó José Gestoso. Un grupo se fotografía junto al obelisco erigido con motivo del terremoto de Lisboa. En la Casa de la Provincia desmontaron una exposición cuya primera obra, en la entrada, llevaba por título Tres cuartos al pregonero.

Ya se puede entrar en la Universidad, antigua Fábrica de Tabacos, por el acceso de Palos de la Frontera, junto al hotel Alfonso XIII. Solo, que no solitario, entre los dominios de Alfonso y Bilindo pasea Paco Robles, quizás todavía levitando con el pregón de García Reyes. Seguirá buscando las secuelas de la maldición de los Montpensier en el parque que donó a la ciudad la hermana de Isabel II, vulgo puente de Triana. Nunca dos mujeres tuvieron tanta presencia en una ciudad. De Triana a la plaza de España, como los azulejos de Mensaque y Ramos Rejano.

Sabios enciclopédicos pasean como anónimos por el mayor cahíz de la tierra, que le llamó Antonio Domínguez Ortiz. Si uno fundiera en un mapamundi los conocimientos de la Sevilla americana de Bibiano Torres y los de la Sevilla oriental de Fernando García Gutiérrez conseguiría el vellocino de oro de la ciudad. El americanista pasa junto a la Giralda; el jesuita, con años de destino en el Japón que ahora visitan los Reyes de España, va a su despacho en el Palacio Arzobispal: conoce todos los pormenores del patrimonio artístico de la diócesis, algunos de cuyos exponentes salen a la calle en el museo caminante que es la Semana Santa. Mover montañas es fácil. Lo difícil es que la fe remueva las calles desde balcones a casapuertas.

El Renacimiento sevillano es una editorial de Abelardo Linares que dio nombre a una librería en la calle Mateos Gago. Ciudad renacentista en lo discreto, cuando en palabras de Juan Carlos Cabrera, el delegado de Fiestas Mayores, convierte al silencio en su banda sonora. En Sevilla el que calla, no otorga. Renacimiento cotidiano en la calle Lagar, ese zigzag desde Lineros a Sierpes surcado por espacios de fantasmas como Vilima o la casa de Cernuda. La calle se estrecha y se ensancha la vida en Marcos Venecia. Dentro, Ignacio Mena García, perito de la proporción, intercambia opiniones con Rafael Ortiz. Otro sabio del anónimo sevillano, galerista de autor con las mejores firmas en su cartel.

De Alhóndiga a la plaza Cristo de Burgos por la calle Dormitorio. En la esquina, José Víctor, la mitad de V&L (45 en números romanos, como las revoluciones de los discos), departe con dos amigos. Abril, mes de desaliño y de uniformes de primavera.

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