Sevilla

Las atarazanas: lo que pudieron ser y no serán

  • El arquitecto considera que la Junta tendría que convertir los antiguos astilleros, debido a los diferentes usos que ha tenido desde el siglo XIII, en Museo de la Historia de Sevilla.

EN el ámbito de la política, las unanimidades son sospechosas. El consenso es todo lo contrario. Por lo general es el resultado positivo, democrático de la confrontación de opiniones opuestas e incluso divergentes.

La técnica tiene otros referentes. Distintos a los de la teoría, a los de la reflexión abstracta. Están vinculados al oficio, a la práctica, a los resultados del conocimiento científico, experimental, cuantificable.

La intervención en las Atarazanas, protegidas como BIC, no puede prescindir de consideraciones técnicas y teóricas sobre al patrimonio cultural, de las prescripciones establecidas por las leyes y por las ordenanzas, más todavía si la propietaria desde 1993, como es el caso, es la Junta de Andalucía, que ha decidido convertirlas en un espacio concesionado a favor de La Caixa. Vigente y discutible forma de privatizar el patrimonio de todos. El banco, durante 75 años, tendrá la posibilidad de rentabilizar los 20 millones que invertirá en las obras y el canon de 4 millones anuales para convertirlas en un centro cultural destinado al encuentro, la exhibición, el debate y el pensamiento entre América y Europa. La iniciativa no es parte de una política concreta y conocida sobre la relación con los países americanos y Filipinas; pero podría adquirir mucha importancia.

En esta situación, el proyecto de intervención hecho por Guillermo Vázquez Consuegra ha sido aprobado y ha obtenido la licencia de todas las instancias de gobierno para su ejecución. Como habría sido recomendable, no ha sido expuesto al público. El Ayuntamiento debe hacerlo para satisfacer la expectativa ciudadana. Según la prensa y las declaraciones del autor, no se altera ni las alturas ni la volumetría. Es reversible. Sin embargo, ha sido cuestionado porque no propone rescatar la cota original que se encuentra a unos cinco metros de profundidad de la actual. No hacerlo, ¿perjudica al monumento? No. ¿Se renuncia a hacerlo porque supone una dificultad técnica insalvable o cara? No.

En caso de habérselo propuesto, el político defensor del patrimonio cultural previamente podía haber preguntado: ¿Para qué, con qué finalidad? Seguramente habría recibido, entre otras, tres respuestas. La de un artista, para que el espacio vuelva a ser más monumental de lo que ahora es. Para facilitar un determinado uso, podría pensar la propietaria. Paralelamente, el arqueólogo aprovecharía la ocasión para continuar con la excavación hecha en 1996, cuyas catas han quedado a la vista. Por lo tanto, el asunto clave es el uso. El espacio (estética) útil (necesidad) es propio de la arquitectura. A su relación armónica ayuda la técnica. La intervención en un monumento debe poner en evidencia visible la interacción de todos los valores que caracterizan el conjunto. Obviar la recuperación de la cota original no perjudica al monumento.

Para Rossi, los elementos primarios en la ciudad son aquellos que no han cambiado su uso, por ejemplo, los edificios de culto (templos). Condicionan la organización urbana. No es el caso. Con la ayuda del libro de Matilde Fernandez Rojas es posible hacer una cronología de los sucesivos usos que han tenido las Atarazanas y la parcial amputación que han sufrido. De las 17 naves han quedado solamente siete. En el siglo XVII en cinco de ellas se construyó el Hospital de la Caridad. En cinco más, el gobierno de Franco (1945) ordenó construir el actual edificio de Hacienda.

Las Atarazanas dejaron de ser astilleros hace casi 500 años "tras los trabajos realizados en el espacio portuario para la defensa hidráulica", cuando además se produjo "la elevación del nivel de origen de las naves en 3,90 metros, al levantarse un muro en su frente y compartimentarse su interior, durante el gobierno de de los Reyes Católicos, para bodegas y almacenes". Desde entonces según Fernandez Rojas, éstos han sido los sucesivos usos:

En 1493, la pescadería de la Plaza de San Francisco se trasladó a la primera nave. Diez años después la nave sur se convirtió en la sede de la recién creada Casa de Contratación de Indias, aunque a los seis meses se trasladó al Alcázar. En 1587 la Aduana de la ciudad se situó en las naves 13, 14 y 15, al sur del edificio. A lo largo del siglo XVI las naves fueron alquiladas para sendos almacenes de aceite, de lanas y de mercurio. En 1719 cinco naves pasaron a ser almacenes de artillería. En 1762 fueron convertidas en un gran depósito de carruajes y pertrechos. Hasta el siglo XX todas las naves estuvieron ocupadas por el ejército.

Frente a la imposibilidad de recuperar los usos antiguos, ¿cuál sería la utilización actual que habría permitido vincularlo a la recuperación de la cota original perdida hace 500 años? El Museo de la Historia de Sevilla. Hasta los pueblos tienen el suyo. Habría sido lo óptimo, pero los sevillanos no se han demostrado interesados en la idea, que recogiendo la sugerencia de Collantes de Terán, puse en consideración de los ciudadanos.

La Junta pensó convertir las Atarazanas en un Centro de Arte Contemporáneo. Después de invertir tiempo y dinero, sin justificación, por decisión política, cambió de opinión y lo puso en la Cartuja. Para no seguir prolongando el abandono del monumento, ahora ha preferido concesionar el espacio a favor de un banco. Nada extraño al sistema económico actual, aunque ajeno al espíritu del artículo 46 de la Constitución vigente: "Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio".

La intervención en las Atarazanas no será la ideal, sino la posible para que no sufra abandono. Por lo visto, será reversible. Ante los hechos, lo que urge es conocer, en concreto, cuál es el plan de gestión del futuro centro cultural.

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