El sentido único de algunas calles comerciales del centro provoca un fenómeno tan inusual como previsible en el arranque de esta Navidad: edificios que parecen rotondas atascadas de paseantes. La calle Tetúan en sentido Plaza Nueva y la calle Sierpes en sentido Campana organizan esto. Con policías y vallas que lo indican. Las bullas en una única dirección parecen las del puente de Los Remedios cuando pasa la Paz por el Parque de María Luisa. Y para retroceder hasta la casilla de salida, mejor por la calle paralela.

Medidas que trae la pandemia hasta el centro de Sevilla, que alterna locales abiertos y vacíos, pero nunca cerrados. La calle Cerrajería, con los veladores hasta la bandera, es buen ejemplo de ello. Las víctimas del coronavirus y los que resisten se alternan. No así en su paralela, la calle Rivero. Probablemente la más inhóspita del masificado eje Cuna-Sierpes-Tetuán. La santa trinidad comercial de la capital andaluza que siempre vuelve a llenarse por Navidad. Al igual que los manteros, que ahora lo tienen más fácil para resguardarse en el pasaje de la calle Rioja cuando los flamantes y llamativos nuevos coches de la Policía Local asoman por la esquina.

Ambiente en las calles del centro.

O se divisan a lo lejos la pareja de agentes a caballo, que sirven para separar el mar de gente y de atracción para los más pequeños de la familia. “¿Lo puedo tocar?”, preguntan algunos sorprendidos niños. Y, para completar la vigilancia, algunos efectivos de Protección Civil rondando por el monumento a Pastora Imperio, uno de los puntos de mayor afluencia del centro. Las confluencias de calles, aderezadas con vendedores de algodón de azúcar, castañas o cupones, son, como cabe esperar en estas invernales fechas, puntos de encuentro. De saludos con el codo y felicitaciones navideñas. También las cafeterías, que aprovechan la nueva medida de la Junta para desalojar las vitrinas de pasteles y churros con chocolate.

Aún así, la estampa navideña del corazón de Sevilla no es la de otros años. Las mascarillas invitan al silencio y las personas se convierten en clientes en busca de regalos. Y van pasando en riguroso orden por los escaparates para no tener que retroceder o, lo que más extraña al viandante, tener que rodear un edificio para comenzar de nuevo la calle.