Sevilla

La comisaría se convierte en perrera

  • El cierre del servicio zoosanitario por las tardes obliga a la Policía a improvisar soluciones cuando se tope con animales enfermos o sueltos en la calzada

¿Qué puede hacer la Policía si alguien la llama avisando de que hay un perro abandonado o enfermo en la calle? Si el aviso se produce un día laborable entre las ocho de la mañana y las dos de la tarde no hay problema. Los agentes llevarán el perro al servicio zoosanitario del Ayuntamiento, que se encarga de la recogida de animales en la vía pública. ¿Y si el aviso es por la tarde o por la noche o se produce un día festivo? Teniendo en cuenta que a partir de las dos de la tarde este servicio deja de funcionar y que el Ayuntamiento tampoco ofrece ninguna solución, a los agentes municipales sólo les caben dos opciones.

Al menos según las instrucciones facilitadas por la sala de coordinación del cuerpo a dos policías que se encontraron con un caniche "abandonado, desorientado y en estado de casi completa ceguera" en la calle Simón Bolívar, cerca del Parque Amate, el pasado 22 de julio. La primera opción es "depositar al animal por lo alto de la valla", según la transcripción del parte de intervención de la Policía Local, a la que ha tenido acceso este periódico. Esto es, tirar al caniche por encima del muro del zoosanitario como si fuera un fardo y abandonarlo a su suerte hasta que a la mañana siguiente sea recogido por los empleados de este servicio municipal.

Obviamente los agentes optaron por la segunda solución, que era la de llevarse al perro a la comisaría y tenerlo allí alojado como si de un detenido se tratara hasta la mañana siguiente, cuando abriera de nuevo el zoosanitario, servicio que se hizo cargo definitivamente del caniche. Incluso los policías hicieron una colecta para comprar comida al perro.

Pero, ¿y si el animal encontrado en la calle es un caballo, en vez de un perro? Arrojarlo por encima de un muro parece inviable, pero llevárselo a la comisaría del distrito tampoco se antoja una solución correcta. ¿Imaginan la cara que se le quedaría al ciudadano que vaya a presentar una denuncia o a realizar cualquier otra gestión y se encuentre un caballo en la comisaría?

En ese caso el procedimiento es más complicado. El pasado 23 de julio -sólo un día después del episodio del perro-, una pareja de policías se topó con un caballo suelto en la avenida Parsi a la altura de la Hacienda de San Antonio. El animal estaba en la calzada y ponía en peligro la seguridad del tráfico, mientras que un vigilante de seguridad trataba de apartarlo de la carretera para que no provocara un accidente.

De nuevo los agentes llamaron al zoosanitario, en el que nadie contestaba. Ni siquiera el empleado de seguridad abría la puerta de las instalaciones. Así que los policías trataron de localizar al dueño del caballo, "una yegua colina, castaña, calzada de patas traseras y con más de 20 años de edad", según consta en el informe elaborado por los agentes. Los policías intentaron encontrar el microchip del caballo sin éxito. Finalmente hallaron a una persona que decía conocer al dueño del animal. Este hombre se hizo cargo del caballo y lo dejó en una cuadra situada en la Ranilla, en el polígono industrial El Pozo. Tres días después, los policías denunciaron al dueño de la yegua por no tener el microchip.

Afortunadamente no fue necesario trasladar al equino a la comisaría, pero los agentes estuvieron más de una hora y media intentando buscar una solución al problema. Tanto su atestado como el de sus compañeros que se encontraron con un perro reflejan la impotencia que sufren los agentes a la hora de toparse con un animal abandonado fuera del horario establecido por el zoosanitario. En ambos casos el Ayuntamiento de Sevilla no facilitó ninguna solución y los policías tuvieron que decidir qué hacían sobre la marcha, improvisando todos sus pasos. Ante la falta de respuesta se pusieron en contacto con el Centro de Coordinación Operativa (Cecop), que tampoco pudo ofrecer una salida factible.

Antes, el Consistorio hispalense tenía acuerdos con sociedades protectoras de animales que se hacían cargo de las especies encontradas en la vía pública, de manera que no se dependía únicamente de los horarios del zoosanitario. Estos convenios no se han renovado y ahora no existe ningún sitio físico al que llevar a un perro enfermo o rabioso, por ejemplo, o a algún animal desbocado en medio de una carretera.

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