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En el corazón de la Sevilla napoleónica

  • Intrahistoria. Los dos siglos de historia de esta casa de Abades se enriquecen con la historia doméstica de una "invasión" con escalas en Pino Montano y San Román.

Tiene que ser difícil comprarle una casa a alguien que no la quiere vender. Se acabó el año 1811, se lee en la fachada del número 31 de la calle Abades. Estamos hablando de lo que el historiador Manuel Moreno Alonso llama la Sevilla Napoleónica. En su corazón, porque en la misma calle Abades ha estado durante mucho tiempo la Escuela Francesa. Tal vez recogió el legado del Colegio San Miguel, que estaba en el número 26 de la calle Abades y donde según dice la Gazeta de Sevilla de 10 de septiembre de 1811 se celebraban exámenes de Latinidad, Retórica, Lengua Francesa, Matemática, Aritmética y Álgebra.

La casa celebra este año sus dos siglos de historia, coetánea de una ciudad que, como cuenta el mismo Moreno Alonso, celebraba por entonces en las riberas del Guadalquivir la onomástica de Napoleón "con la misma alegría y entusiasmo que en las del Sena".

Ésta es la historia de una invasión más reciente. Pascual Núñez, aparejador de profesión, nació en 1955 en Santa Olalla del Cala. Elia Sancho, un año antes, en Aroche. Estos dos topónimos de la provincia de Huelva se fundieron en la Feria de Sevilla. La boda tuvo lugar en 1979 en San Nicolás, vulgo la Candelaria, muy cerca de la farmacia de Muñoz y Pabón donde trabajaba Elia.

La casa en la que viven actualmente tiene una cornisa que da cuenta de los tres periodos arquitectónicos de esta vivienda que se terminó de construir finalizada la primera década del siglo XIX. Con este matrimonio se puede hacer algo parecido. En la avenida de Pino Montano, donde se establecieron de recién casados, nacieron sus hijos Gabriel, 32 años, abogado, e Ignacio, 28, economista. El aparejador intervino en una promoción de viviendas en la calle Socorro, junto a San Román. Quedó tan contento que se quedó con uno de los pisos, contraviniendo una norma no escrita de su gremio: "nunca vivas en una casa en la que hayas intervenido". "Me llamaban hasta cuando se rompía un grifo", dice el aparejador. "Aquello era Aquí no hay quien viva", apunta su mujer. Aquella segunda vivienda les dejó un legado imborrable: vivir en San Román convirtió a sus hijos en hermanos de los Gitanos.

Elia buscaba casa todos los días. A Pascual no le gustaba ninguna. Un día, paseando por Abades, vieron un cartel muy pequeño de Se Vende. "Pequeño porque el propietario no la quería vender. Era un catalán que se había enamorado de Sevilla y de esta casa". Luis Amat se la encontró en pésimas condiciones de habitabilidad y dedicó diez años a rehabilitarla con la dirección técnica del arquitecto Rafael Lucas, catedrático de Instalaciones de la Escuela de Arquitectura. Rehabilitación muy larga, escorial en Abades, residencia muy corta. "Le costó mucho trabajo desprenderse de ella. Ya vivíamos aquí y venía con amigos suyos para enseñársela".

Se vinieron desde San Román en 1996. Era alcaldesa de Sevilla Soledad Becerril, que ahora es su vecina. El diseñador Toni Benítez, antiguo alumno de la Escuela Francesa, les contó que antes tuvo un jardín con un limonero y que fue casa de vecinos compartida por cinco familias.

Respetaron la reforma del anterior propietario y su arquitecto. "La planta baja es periodo romano, no en las fechas, pero sí los materiales", dice el aparejador. Aplicó sus conocimientos para darle un tratamiento ignífugo a esa parte de la casa, para evitar que la humedad subiera hacia arriba. Le imprimieron guiños de sus respectivos orígenes, aires de pueblo, unas escopetas de cazador del padre de Elia, crecido en tierra fronteriza de antiguos contrabandistas. El dormitorio tiene una cabecera procedente de una cama del antiguo hotel Cristina.

Cuando se instalaron, vieron en la fachada unos trazos ilegibles. "Yo creía que ponía Abades, 31". Núñez buscó a dos licenciados en Bellas Artes, que descifraron el mensaje: Se acabó Año de 1811. De ese año 1811 son la cancela de la puerta interior, los cristales de la cocina y las tejas, por las que merodeaban los gatos escopeteados por las obras de transformación de la antigua Escuela Francesa en un hotel. Adiós a la Sevilla napoleónica.

A esta casa se vinieron el de Santa Olalla y la de Aroche -hay una foto de la romería de su patrón, San Mamés-, con sus dos hijos y con Catalina, la madre de Elia, que murió hace cuatro años. En la casa reside todavía uno de los hijos, el pequeño, que ocupa una especie de buhardilla cubierta por un techo dos aguas.

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