En su carrera por la Alcaldía, Juan Espadas hizo su equipo pensando en gobernar y situando en los puestos de salida a independientes con un perfil pensado más para la pasarela del Consistorio y los despachos que para arremangarse en la calle. El PSOE aceptó la alineación y luego, tras perder la Alcaldía, vino el problema. La batalla de los socialistas está en los distritos, no en la Plaza Nueva, y falta artillería. Quitando a Espadas, casi la mitad de la lista de concejales socialistas de la corporación desconocen lo duro que es la militancia en tiempos revueltos.

Tras la anunciada marcha de Mercedes de Pablos -que en su día se señaló como vicealcaldesa- la incorporación de Juan Miguel Bazaga es otra apuesta personal de Espadas, que vio claramente en el militante de la agrupación Sur un aliado para introducirse con agilidad en el mundo cofrade, que mueve muchos votos y claves en la ciudad. No en vano, las bandas de música y la reivindicación de sus locales de ensayo jugaron su papel en la campaña. Espadas mantiene una colaboradora y gana un concejal. Bien. El líder sigue necesitando cornetas y tambores que pregonen su mensaje y su modelo de ciudad.

El ahora edil en ciernes, que aprendió a tocar el tambor a los 12 años en una banda procesional, ha sido presidente del Consejo de Bandas de Sevilla hasta 2010. Organizó un congreso nacional que reunió en la capital a 16.000 músicos de 200 agrupaciones, por lo que se le presupone cierta capacidad organizativa, una cualidad que valora mucho Espadas y que, unida al predicamento que tiene en su agrupación, lo convierte en un buen fichaje.

Con Bazaga, el partido cuenta con representantes de 8 de las 11 agrupaciones de la capital. Sólo Pino Montano, San Jerónimo y Bellavista no se sientan en el Salón Colón el último viernes de cada mes. Pero el mejor pleno se celebra a diario en la calle. Al menos eso es lo que han empezado a pensar en los últimos meses en el PSOE. Rectificar es de sabios, aunque a algunos les cueste.