La Noria

El 'corralito' sevillano

  • Todos los inversores que pusieron dinero en Contsa Corporación, la gestora de fondos inmobiliarios que ha entrado esta semana en suspensión de pagos en Sevilla, han contribuido a encarecer el precio de la vivienda

EN todas las ciudades existen personajes así. Incluso en el burgo más perdido de la vieja patria que todavía llamamos España. La figura, además, viene de muy antiguo. Probablemente, su singular persistencia se deba a que -todavía hoy- permanecen en el inconsciente de determinadas capas de la sociedad los ecos de ese lejano periodo de la historia en el que aún se creía que el honor y la honra provenían de la sangre y se heredaban junto con la estirpe, en lugar de ser una mera consecuencia, acaso sobrevenida, de la propia conducta. Prohombre: "Aquel que goza de especial consideración entre los de su misma clase", reza el diccionario. Alguien, en general con cierto dinero, determinados apellidos y una extraordinaria capacidad de relación social, que disfruta de buena prensa entre las gentes del común por sus ancestros, su actividad o su gran capacidad para hacer aliados. Gente en la que se confía porque lleva toda la vida buscando y tratando de inspirar confianza. Acaso su mérito sea justo éste. Otra cuestión distinta es que realmente la merezca.

sobre la confianza

¿Y qué es, al cabo, la confianza? La esperanza cierta de mejorar. Generalmente, en lo que se refiere a los aspectos de índole material, aunque el término también podría aplicarse a asuntos más esenciales. Personales. No parece, sin embargo, que estuvieran distraídos precisamente en cuestiones ontológicas los más de mil inversores sevillanos que confiaron buena parte de sus ahorros, su capital o el dinero del que disponían en un momento dado -por algún u otro motivo; algunos lícitos, otros inconfesables- a José Salas Burzón, el empresario, originario del mundo de las subastas judiciales de viviendas, que alzó un pequeño imperio societario conocido con el nombre de Contsa Corporación a base de hacer lo que él mismo ha explicado con rotunda franqueza: "Comprar barato y vender rápido y por el mayor precio posible". Que el objeto de dichas transacciones fueran viviendas, y probablemente también terrenos, aunque este extremo todavía debe aclararse del todo, parecía ser, en su opinión, un asunto menor. Aunque, en realidad, justo en la naturaleza de los bienes con los que operaba su empresa radica precisamente la importancia de este affaire económico -con sus correspondientes derivaciones sociológicas- que ha marcado durante esta semana la vida oficial de la ciudad. Prácticamente no había corrillo, conversación, reunión de despacho -sobre todo jurídico- ni charla de café donde no se hablara del tema. Aunque esta profusión de opiniones se debía más al afán de hacer leña del árbol caído -en algunos aspectos, más que un árbol, estamos hablando de un bosque entero- que a profundizar en las verdaderas repercusiones del suceso.

Salas Burzón, que hasta ahora era conocido por muchos por su capacidad para generar confianza -financiaba obras de caridad y culturales con su fundación-, ha terminado construyendo un corralito financiero en el que han quedado atrapados ilustres apellidos, insignes profesionales y un notable sector de la ciudadanía cuya codicia, probablemente, sea mayor que su sentido común. Visto con cierta distancia, desde fuera, el episodio no puede resultar más revelador de la condición humana: "¿Si alguien te da por tu dinero hasta un 35 por ciento de interés mientras el banco no ofrece más del 3 por qué no vas a confiar en él?", afirman algunos afectados. Precisamente por eso mismo. El negocio de este empresario consistía en canalizar uno de los instintos más poderosos de la historia: el afán de lucro. Y, ante esta tentación, no hay barrera ni sentido común que funcione, ni riesgo que se pondere. De ahí que, según se dice -de algunas versiones, por norma, hay que desconfiar- algunas familias hayan llegado incluso no sólo a poner parte de su dinero en manos de Contsa, sino a asumir deudas para invertir en la empresa, ahora investigada en los juzgados, donde se ha abierto una causa por supuesta estafa tras las denuncias de dos particulares que dejaron sus ahorros a Salas Burzón y, al quedar atrapados en el corralito, precipitaron la caída del mito de que invertir en ladrillos es un valor seguro.

el rey está desnudo

Estos dos denunciantes, a quienes el resto de afectados pretendían hace unos días convencer casi a la fuerza para que retirasen sus acusaciones por miedo a que una investigación judicial, ya inevitable, haga aflorar la existencia de supuestos pagos en dinero opaco al fisco, han terminado, por motivos de interés crematístico -su fin no es otro que recuperar su aportación-, y sin sospecharlo siquiera, emulando al noble personaje del exiemplo de El Conde Lucanor, el viejo libro didáctico del Infante don Juan Manuel, en el que se narra la célebre historia del rey desnudo. En este tratado medieval es un palafranero negro quien, sin honor alguno que fingir, y por tanto que perder en tal trance, se atreve a evidenciar ante el rey su ridícula condición. En este caso no había honor que perder, sino dinero que recuperar. Pero, gracias al apuro, comenzamos por fin a saber los nombres y apellidos de quienes estos años han encarecido el precio de la vivienda condenando a muchos a hipotecas vitalicias. Ya es algo. Bastante, diría yo.

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