La Fábrica de La Cartuja de Sevilla: un cierre que interroga al futuro industrial de Andalucía

El cierre es también el fracaso de una política patrimonial que no ha sabido ver en la industria viva una fuente de valor cultural y estratégico

La Cartuja Pickman: Los hechos que motivaron la caída de la mítica fábrica de loza

Instalaciones de la fábrica de La Cartuja en Salteras / Grupo Joly
Julián Sobrino Simal
- Investigador honorario de la Universidad de Sevilla

18 de octubre 2025 - 05:51

El reciente cierre de la histórica Fábrica de La Cartuja de Sevilla marca un punto de inflexión en la memoria industrial andaluza. Fundada en 1841, Pickman S.A. fue uno de los primeros establecimientos fabriles modernos de España y, sin duda, la más antigua de Andalucía que permanecía activa. Su trayectoria, que enlaza casi dos siglos de producción cerámica, es inseparable de la historia económica, técnica y cultural de la región. No se trataba solo de una empresa, sino de un símbolo de identidad colectiva y de continuidad entre tradición artesanal e innovación industrial.

A lo largo de su historia, La Cartuja supo adaptarse a los cambios del gusto, de la tecnología y del mercado, manteniendo la esencia de su catálogo histórico y los procedimientos heredados de la revolución industrial. Incluso tras su traslado en los años ochenta del siglo XX, la fábrica conservó un valioso patrimonio material e inmaterial: moldes, hornos, utillaje, archivos técnicos, saberes transmitidos entre generaciones y un lenguaje estético que formó parte de la vida cotidiana de millones de hogares. En cada pieza, un plato, una fuente, una taza, late la memoria de los oficios cerámicos, el trabajo de sus operarias y operarios y la huella de un modo de producción que definió el paisaje cultural sevillano.

El cierre de Pickman no solo representa la pérdida de puestos de trabajo o el colapso de una empresa histórica; es también el fracaso de una política patrimonial que no ha sabido ver en la industria viva una fuente de valor cultural y estratégico. La desatención institucional hacia el patrimonio industrial en activo ha sido una constante. Una visión práctica y preventiva, que combinara asesoramiento financiero con tutela patrimonial, podría haber evitado este desenlace. La fábrica de La Cartuja necesitaba un plan estratégico de salvaguarda, un instrumento capaz de integrar los valores culturales, económicos y sociales de la empresa dentro de un modelo sostenible y competitivo.

En el contexto actual, donde se habla de economía circular, creatividad y sostenibilidad, la pérdida de una marca centenaria como Cartuja Pickman resulta paradójica. Las empresas históricas no son reliquias del pasado, sino recursos vivos que articulan saberes, empleo y reputación territorial. En países europeos con mayor sensibilidad patrimonial, este tipo de industrias cuentan con régimen fiscal especial, incentivos a la innovación en técnicas tradicionales y programas de transmisión de oficios. Andalucía debería asumir con urgencia este enfoque si no quiere ver desaparecer los últimos testigos de su modernidad industrial.

El cierre de La Cartuja de Sevilla no debe entenderse como un final, sino como una llamada a la acción. El patrimonio industrial no se conserva solo en los museos, sino en las fábricas que aún laten. Salvaguardar su legado exige unir conocimiento histórico, gestión empresarial y políticas públicas coherentes. Porque, en definitiva, el pasado de la industria es el futuro de Andalucía, y la marca Cartuja Pickman, con su historia, sus oficios y su belleza, merece seguir viva como emblema de ese futuro posible. Esta fábrica resume la historia contemporánea de Sevilla.

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