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"Somos menos que flora y fauna"

  • Los vecinos del proyecto de centro comercial de Alcosa, escépticos ante el derribo de 17 trasteros del inmueble

Vecinos de los tres bloques afectados por la construcción de un centro comercial en Alcosa requirieron ayer la presencia de la Policía Local para que inspeccionara los trabajos de derribo de 17 trasteros, obra con la que el promotor Pedro Cánovas pretende adecuar su proyecto a la licencia municipal concedida. Extremo que desmienten todos los vecinos, por pensar que se vulneran principios elementales de la política urbanística. Se remiten a lo que preguntó el alcalde en su visita a la obra: "¿Quién ha dado permiso para esto?".

Cosas tan elementales como preparar un café, llamar por teléfono o fregar los platos se han convertido en actividades rayanas en la depresión para Andrea Medina: cada vez que abre el grifo, marca un número o escucha el sonido de la cafetera se encuentra con el mismo panorama, la mole de ladrillo que se cuela en su casa. "Vinimos de Córdoba y compramos esta casa por el sol", dice Andrea, a la que el oficio itinerante de su marido, viajante de comercio, la hizo agitadora vecinal.

La unanimidad es absoluta. Es como si Hitchcock hubiera fundido los guiones de La ventana indiscreta y Los pájaros. "Tienes todo el día una sensación de agobio, de claustrofobia". Lo dice María Teresa García Yerga. Su marido, Nicolás Oviedo, lleva en este piso tantos años, 34, como estuvo trabajando de electricista en el hospital Macarena. Vinieron de Lora del Río. Es un perfil que se repite. "Aquí vinimos mucha gente de los pueblos que encontramos trabajo en la capital. Los pisos eran grandes, no eran caros". Lo atestigua José Núñez, que vino de Coria del Río y toda su vida trabajó de conductor de autobuses urbanos. El oficio que continúa su hijo, José Manuel, que se casó y con el matrimonio y la marcha a Mairena del Alcor se libró de ocupar el que era su dormitorio, ahora literalmente tapado por los ladrillos.

Los tres bloques perjudicados y los que los rodean en la plaza de los Luceros están atestados de pancartas reivindicativas en las que denuncian haber sido "lapidados". Todas las pintó de su puño y letra Francisco Prieto, vecino del bloque 10, policía nacional jubilado. "He hecho por lo menos cuarenta y dos pancartas".

Manuel Rodríguez, el viajante, señala desde su piso dos ratas muertas. "El recibo de la luz se ha puesto por las nubes, porque estamos todo el día a oscuras. La humedad se mete en las casas. Querían hacer tres plantas de sótano. Nos negamos porque estos pisos no tienen cimientos". Los hombres se reúnen en la plaza, casi todos con más de treinta años de residencia en los pisos. A su lado, el gráfico de la promotora. El dibujo de Nueva Galería parece de Le Corbusier, con un lenguaje muy aseado: "1.780 metros cuadrados de espacios flexibles en el centro de la demanda". Dicen los vecinos que el centro comercial debería tener por ley seis metros de separación de los pisos y su altura no debería exceder la mitad del edificio más alto. Incumple ambas condiciones: Andrea prepara café o lava los platos a dos metros 23 centímetros del ladrillo y éste tapa hasta la vista de los que viven en el tercero, el piso más alto.

Una vez finalizadas las tareas de desescombro en los trasteros, las obras no podrán reiniciarse hasta el 14 de abril cumpliendo los dos meses preceptivos de reserva municipal. Los vecinos sólo ven una alternativa: demolición. Ese centro es a todas luces un riesgo más evidente que, por ejemplo, el hotel Algarrobico de la costa almeriense cuya demolición ordenó la Junta de Andalucía. "Como dice un vecino", apunta Manuel Rodríguez, "somos menos que flora y fauna, porque aquí no han hecho ni un estudio de impacto medioambiental". Su esposa, Andrea, con la que juguetea el perro Anelka, dice que lo que sí han hecho es un estudio de bomberos "y sólo entran las mangueras". Y han comprobado la odisea que supone subir una bombona de butano a los pisos.

Domingo Buzón ha sido instalador naval y entrenador de fútbol. Llegó a Alcosa desde Carmona. "Me harté de ver pisos por toda Sevilla, por Camas, San Juan, por el Cerezo, que los estaban haciendo. Éstos eran los mejores. Los más amplios". Comparte tertulia con otros vecinos: Nicolás, el electricista; José Núñez, el conductor de autobuses; Prieto, el policía pintor. Y Antonio Ramírez, que se vino desde Las Navas de la Concepción, en la Sierra Norte, a un tercero que se ha quedado sin visión. Una vecina se muestra escéptica: "Más se perdió en la guerra y volvieron cantando". Han reunido más de tres mil firmas para Chamizo y el jueves los recibe Emilio Carrillo.

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