Calle Rioja

A cuatro gárgolas de distancia

  • Tradición. La torre de don Fadrique acoge espectáculos flamencos en la calle Lumbreras, que sigue conservando el empaque clásico de espacio por donde el tiempo pasa con sigilo.

TERMINA el colegio y las calles que has recorrido durante nueve meses envejecen. Lumbreras es una de las pocas calles de Sevilla que tiene la torre puesta. Es la de don Fadrique, uno de los misterios arquitectónicos e históricos mejor conservados de la ciudad. La apagan antes que la Giralda y siempre, después de dejar la basura en los contenedores próximos a Crédito, me gusta acercarme a la esquina de Lumbreras con Becas y saludarla. Con sus cuatro gárgolas, las cuatro esquinitas del sueño nocturno.

Ayer le hicimos una chicuelina a Caracol. Padre e hijo de la mano entre las estatuas de Chicuelo y Manolo Caracol, sin desmerecer a Pastora Pavón. Con el buen tiempo, la mujer lectora se sienta fuera y antes de empezar a leer su libro departe amistosamente con las dueñas de la Norte Andaluza, el más hermoso de los puntos cardinales. El hombre de perfil siempre ocupa la misma mesa. Un día le pregunté su nombre y se llama Felipe. Su dieta es mucho más saludable que la mediterránea: tostada con periódico.

En los mítines pregonan la palabra cambio, pero la rutina tiene un componente revolucionario que se les escapa a los vendebiblias. Cuando las cosas están en su sitio y cada mañana te cruzas con las mismas personas. Helio aprendió a montar en bicicleta casi antes que a andar. Su familia es bilingüe y forma un equipo ciclista. Pepe es un anticuario muy moderno con vivencias en Inglaterra y en México que lleva a Daniela al colegio. Un padre sale con sus hijos gemelos del antiguo garaje de Ribera. Les llama de don. Don Javier. Don Lorenzo. En la esquina con Santa Clara aparece el cohete de la Cartuja, legado posmoderno de la Exposición del 92. La de Colón, don Cristóbal.

En la radio anunciaban velada flamenca en la torre de Don Fadrique. Un cartel en el Patio de la Cartuja, antiguo corral de los Chícharos, recuerda que allí vivió Manolo Caracol. Termina el año lectivo en vísperas de nuevas elecciones. El futuro tiene pantalones cortos y ayer jugaba en el patio del colegio con una pistola de agua. El futuro se llama de muchas maneras y se toma un descanso en los afanes de la formación. El tiempo nunca se va de vacaciones pero la calle Lumbreras uno se la imagina igual hace media centuria. Cerraron la escuela taller de la Nave Singer donde se rehabilitaron los materiales de la plaza de España. Ha cerrado el taller de Manuel Guzmán, hijo de Guzmán Bejarano. También tiró la toalla un bar de la calle Santa Clara que hacía esquina con Lumbreras y llevaba el nombre de esta calle que tantas veces se repite en el primer capítulo del Génesis. También hubo un Lumbreras que jugó en el Osasuna de Pamplona.

La torre de Don Fadrique juega al escondite con el transeúnte, igual que la Giralda en Eduardo Dato. Un misterio almenado donde se funden la historia, la industria y la artesanía. Las espadas y las máquinas de coser. Un niño es lo más parecido a una torre: no deja de crecer. Da igual que se llame Alba, Ada, Berta, Gonzalo o Nicolás, nombres con los que nos cruzamos casi todos los días del calendario escolar. Los de sexto de Primaria no pudieron evitar las lágrimas en la despedida. Parecían de Harvard en esa madurez de la melancolía, ese pulso a la infancia que convierte en pedagogía el arte de desaprender.

La calle los va a echar de menos pero septiembre está lejos. También estaba muy lejano el 26 de junio el pasado 20 de diciembre y ya está aquí. Un minuto es más largo que un trimestre. El domingo sólo irán al colegio los padres, a votar a esos políticos que rivalizan como niños en un sucedáneo de la infancia que es puro infantilismo. En Becas hay un colegio electoral pegado al Espacio Santa Clara, una de las más saludables conquistas del patrimonio.

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