Calle Rioja

Una hazaña superior a las de Jasón y la Odisea de Homero

  • El americanista Luis Navarro García recrea con alumnos del Buen Pastor la singladura de quienes hace cinco siglos fueron con Magallanes a las islas de las Especias

El americanista Luis Navarro, con su antiguo alumno y profesor de Historia José Márquez.

El americanista Luis Navarro, con su antiguo alumno y profesor de Historia José Márquez. / Víctor Rodríguez

SE perdieron la clase de Sociales y media hora de Francés, pero valió la pena. Alumnos de tercero de ESO y de bachillerato del colegio Buen Pastor conocieron a una de las mayores paradojas de la humanidad: por qué en pleno pugilato entre España y Portugal por el dominio sobre los océanos a comienzos del siglo XVI, un portugués consiguió para España la mayor de las proezas conocidas. Se llamaba Fernando Magallanes y en unos meses empieza su Expo, su quinto centenario.

Sevilla asiste al tránsito del año Murillo al año Magallanes. Como si de una sucesión de cuadros se tratara, Luis Navarro García, catedrático emérito de Historia de América, dejó boquiabierto a su auditorio con una lección magistral sobre aquella aventura impartida dentro de la Semana de la Historia del colegio.

De la clase de Francés sólo se coló un personaje. La rivalidad por los mares de los países que hoy forman la Península Ibérica y que en 1494 firmaron el Tratado de Tordesillas llevó a Francisco I, rey de Francia, a preguntarse, en palabras de Luis Navarro, “si en el testamento de Adán venía que el mundo se lo tenían que repartir España y Portugal”. Un dominio en los mares que comparó con el que cuatro siglos y medio después mantendrían Estados Unidos y la Unión Soviética por el del espacio. En 1519 la Luna eran las Molucas, las islas de las Especias, y el espacio los tres océanos que recorrieron.

Despechado por la indiferencia de sus compatriotas, Magallanes presentó en Sevilla un proyecto para llegar a las islas de las Especias “en sentido inverso a los portugueses”.La Casa de la Contratación lo envió a Valladolid a entrevistarse con el rey Carlos I. “Hubo empresarios y comerciantes dispuestos a sufragar el viaje, especias como el clavo eran más valiosas que el oro y la plata, pero el rey decidió financiarlo con fondos del Tesoro real”.

Partieron el 10 de agosto de 1519. Queda muy poco literario decir que salieron del barrio de Los Remedios, pero es donde estaba el muelle de las Mulas. “Lo de Sanlúcar suena muy bien, pero era el antepuerto de Sevilla, que es de donde salieron las cinco naves y donde volvió la nao Victoria”. Cinco barcos fabricados en las atarazanas vascas se repartieron una tripulación de entre 250 y 260 hombres, la mayoría andaluces y vascos, aunque con una amplia representación de casi todos los países europeos.

Magallanes salió con cargo de capitán general y muy pronto desautorizó a Juan de Cartagena, uno de sus subordinados. La expedición tenía un primer objetivos: alcanzar el llamado mar del Sur bordeando lo que pasaría a llamarse Estrecho de Magallanes. Vasco Núñez de Balboa ya había alcanzado el océano Pacífico al cruzar el canal de Panamá. El nombre se lo puso el propio Magallanes. “Un nombre engañoso, en ese temible océano famoso por sus tifones y huracanes no vieron una sola tormenta”.

Los estragos vinieron por otros conductos. El más letal fue el escorbuto, “que diezmaba la tripulación en las travesías largas por falta de vitamina C, o sea, frutas y verduras”. Antonio Pigafetta, el cronista, uno de los 18 supervivientes, que ensalza a Magallanes “y no cita una sola vez a Elcano”, los describe comiendo arroz con agua salada. El segundo objetivo era llegar a las Molucas en busca del preciado tesoro. Que Magallanes no llegó a conocer. En la isla de Cebú firmó una alianza con el rey local, le regaló a la reina una imagen del Niño Jesús de Praga, pero su exceso de temeridad acabó con su vida en el enfrentamiento con unos indígenas irredentos.

En las futuras Filipinas, nombre que honra el legado de Felipe II, terminaba la trayectoria de un marino intuitivo, artífice de una hazaña “muy superior a historias fingidas como las de Jasón y los argonautas o la Odisea de Homero”. Juan Sebastián Elcano, vasco de Guetaria, tomó el mando de la expedición. Sólo quedaron dos naves, la Victoria y la Trinidad, que decidieron separarse. En su regreso, cruzaron por el cabo de las Tormentas, hoy de Buena Esperanza, en Sudáfrica. Despistaron a los portugueses para arribar el 8 de septiembre de 1522 a Sevilla. “Llegaron 18 supervivientes, 18 esqueletos en harapos que se presentaron ante la Virgen de la Victoria en Triana y la de la Antigua en la Catedral”.

El viaje duró casi lo que una legislatura y su quinto centenario empezará a celebrarse en un año con elecciones municipales, entre la Velá de Triana y la fiesta de la Virgen de los Reyes. En la retina, una gesta simpar, un portugués que le dio a España mucho más que Cristiano Ronaldo y quepasó por un archipiélago que cambió tres veces de nombre: islas de los Ladrones, Marianas, Guam, que hoy pertenece a los Estados Unidos. Al profesor Navarro lo presentó su antiguo alumno José Márquez, profesor de Historia del Buen Pastor.

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