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Por la huerta la sardina

  • Portada de Feria. Las obras de reforma del mercado de abastos se encuentran ya en su tercera fase, tras concluir en la zona de los puestos del pescado y parte de los fruteros

LA Alegría de la Huerta sigue abierta. La frase la han escrito hasta tres veces en uno de los laterales del mercado de la Feria, entre toldos de obra y andamios. Con más datos para no perderse: "En el mismo puesto por detrás cuartelá del pescao". Es el denominador común de muchos de los puestos desde que se iniciaron las obras.

Ya están en la tercera fase, como los encuentros de la película de Truffaut. La idea era que los trabajos no interrumpieran la actividad de los placeros. No podían permitirse ese lujo en uno de los momentos más difíciles para el gremio. A los fruteros los pasaron a los puestos del pescado cuando llegó el director de obra. Con los pescaderos hicieron lo propio cuando les tocó el turno. Por el mar corre la pera. Por la huerta la sardina.

"Casi todos fueron a fruterías que estaban dadas de baja, pero a mí me mandaron a un puesto de suministros de grifería". José Fernández Campos, sevillano de la Macarena, llegó con 14 años al mercado de la Feria. "Primero como mozo". Sucesivamente soltero, padre y ahora abuelo. "Una nieta de mi hija de 22 años, que se ha quedado en el paro igual que el marido". Ella trabajaba en confecciones el Rubio. Él, en la construcción.

"Por lo menos estamos en su sitio", reconoce el pescadero. "Del Norte entra mucho ahora", dice vendiendo la calidad de sus anchoas y boquerones. Delicias del Cantábrico, mientras que mares más cercanos quedan muy lejanos. "Somos ocho pescaderos en el mercado y sólo uno se ha ido una semana de vacaciones. La crisis, la obra y encima en agosto".

Hasta que no se termine el proyecto entero, cuando concluya la cuarta fase en los puestos más próximos a la iglesia de Omnium Sanctorum, no se pondrá el aire acondicionado, uno de los principales elementos del nuevo mercado, junto a las obras de alcantarillado y grifería. "Esto es ahora una sauna", dice Ángel Manuel, tercera generación de fruteros. Sus puestos fueron los que entraron en la primera fase. "La más difícil, la más larga. Quedan detalles". Nació en el Palacio de los condes de La Algaba cuando este edificio situado detrás del mercado, en la plaza Calderón de la Barca, era patio de vecinos.

En esa plaza, un azulejo colocado por la cooperativa de comerciantes recuerda que en diciembre de 1984 concluyó la reforma del mercado emprendida siendo alcalde Manuel del Valle y condejal de Sanidad y Consumo Rafael Cerrato. El propio palacio donde nació el frutero es Centro Municipal de Servicios Sociales después de una rehabilitación asumida por la Gerencia de Urbanismo con Fondos Feder y Urban en el bienio 1996-1998, años de la Alcaldía de Soledad Becerril.

El azulejo de Manuel del Valle. La placa de Soledad Becerril. Y aquí está el legado de Sánchez Monteseirín, que es el conde de este palacio de recovas y hortalizas. "Yo no soy el propietario, es el Ayuntamiento, estamos subarrendados", dice el pescadero que vendió lenguados en el puesto de bombillas y ladrones.

"Está más luminoso y alegre". A Conchi le empieza a gustar el resultado de la obra. Lleva 16 años en su puesto de flores. Dieciséis sanvalentines, dieciséis santos y difuntos. Es de Chipiona, patria de la flor cortada, y vive en La Puebla del Río.

"Tenemos que ir con un mapa para dar con nuestro frutero", dice Manolo Baquero junto a los puestos ocupados por la obra en la tercera fase. Pronto llegarán a los dominios de Isidro, cuyo expositor de frutas es un cuadro de Sorolla, una paleta de gozos para la sombra. La cuarta fase, que comprenderá la cantina, oasis de tiempo sin tiempo, será el remate de estas bodas de plata de la reforma de 1984.

Después de pescaderos y fruteros, ahora es el turno de las carnes, chacinas, recovas y fruteros de primera línea de calle Feria. Algún año, por un simple ejercicio de homonimia, la portada de Feria debería reproducir o inspirarse en la fachada del mercado de la Feria, donde las mujeres manejan simultáneamente la cartera y el abanico sin despeinarse. El hipotético diseñador puede hacerse una idea aproximada con esta portada repleta de andamios. Una invitación a perderse, como en el real, ir a por fruta y encontrar el pescado. Ir a La Alegría de la Huerta y acabar en Amargura.

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