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Los ladrones están ya desesperados

  • Los delincuentes cambian su modus operandi durante la cuarentena y asaltan negocios que no sufrían robos habitualmente

La panificadora de San Jerónimo, con los panes por los suelos tras el intento de robo.

La panificadora de San Jerónimo, con los panes por los suelos tras el intento de robo. / Emergencias Sevilla

Los delincuentes están tan desesperados con el confinamiento y el cierre de la mayoría de comercios que están recurriendo a robos que nunca habrían pensado cometer. Por ejemplo, en una panificadora. ¿Qué puede robar alguien en una nave industrial en la que unos trabajadores se dedican a hacer pan y otros a preparar el reparto a los distintos clientes? Dinero hay poco, el pan tampoco les debe interesar demasiado y todo lo más que se pueden llevar es alguna pequeña cantidad que lleven encima los empleados y algún teléfono móvil de éstos. Y quizás, con mucha suerte, algún coche. Poco más.

Pero, claro, hay que tener en cuenta que apenas hay negocios abiertos en los que robar. Y los que no lo están llevan cerrados un mes, por lo que tampoco es que en ellos se guarde un tesoro. Si había algo de valor, el dueño se lo ha llevado consigo a su casa. Y en las casas es más difícil robar ahora porque están habitadas. Nadie, salvo contadísimas excepciones, se va a pasar a los fines de semana a la playa o a la sierra y lo que antes era una buena época para la delincuencia, ahora es una ruina.

Al ladrón le interesa que la economía vaya bien, porque si no tampoco puede robar demasiado. Es más, no hay relación entre época de crisis y delincuencia. Las estadísticas de criminalidad suelen reflejar mayores incrementos en tiempos de bonanza o crecimiento económico. Por ejemplo, el año pasado, que se cerró en Sevilla con un incremento de los delitos en torno al 10%. La cuarentena ha venido a paralizar en seco la actividad de los ladrones, como el resto de la economía, si encaja el robo en un concepto muy amplio de la actividad económica.

El caso es que cada vez hay menos opciones para robar y los delincuentes empiezan a dar muestras de desesperación. Los tres que asaltaron la panificadora de San Jerónimo a mediados de semana no sabían dónde se metían. Los trabajadores les hicieron frente y dos de ellos huyeron, pero justo en la puerta fueron sorprendidos por la Policía, que había establecido un dispositivo de vigilancia por la zona después del repunte en los robos en la misma. El tercer ladrón fue retenido dentro de la nave por los empleados, hasta que fue detenido por la Policía.

Los tres detenidos son del asentamiento chabolista del Vacie y, pese a que son muy jóvenes, empiezan ya a tener un importante historial delictivo. El que fue retenido por los trabajadores ya fue juzgado, y absuelto, por intentar matar a dos policías nacionales embistiéndoles con una furgoneta. Eso ocurrió cuando era menor de edad. Hoy, con 19 años, suma ya cinco detenciones. Otro de los sospechosos es menor de edad y estaba recién salido de un centro de reforma, en el que se ve que poco le reformaron.

La Policía les considera autores de varios robos violentos que ha habido estos días en la zona Norte de la ciudad. Han asaltado a personas cuando regresaban de la compra. Han utilizado palos para golpear a los empleados de los negocios en los que entraban a robar. Se cree que pudieron participar en el asalto a una gasolinera cercana la lugar en el que ocurrieron los hechos, donde la emprendieron a palos con dos trabajadores para sustraer la caja registradora. En el robo de la panificadora iban armados con palos de golf. Son extremadamente violentos.

Durante el estado de alarma se han registrado varios atracos en farmacias, una en el Cerro del Águila y otra en la calle San Jacinto, en Triana, aunque en las últimas semanas estos robos se han paralizado. Sí hay muchos hurtos. Al fin y al cabo es algo lógico, porque son menos las tiendas que están abiertas y el abanico se reduce para los ladrones, que sólo pueden hurtar en farmacias, gasolineras y poco más. También los quioscos de prensa, como el de la Alameda de Hércules, han sufrido robos. Después de que le reventaran el quiosco, el vendedor se enfrentó a un segundo sablazo:el del cerrajero, que le cobró 580 euros (sin IVA) por una cerradura nueva. Y encima le dio una factura en la que no se leía el nombre de la empresa. Es, sin duda, otro tipo de robo.

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