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calle rioja

Un marco incomparable

  • Honores. En días sucesivos, el pintor Manuel Salinas recibió la medalla de la Ciudad en el día de San Fernando e ingresó en la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría

ES el año de los dobletes, el del Barça en Liga y Copa, en el vigésimo aniversario del doblete del Atlético de Madrid de Antic y Pantic, el mismo tiempo transcurrido del doblete del PP primero en las municipales del 95 y de las generales del 96, con el triunfo de Aznar, hay un doblete artístico de un artista sin dobleces. Un tipo grande y humilde. O viene por la calle Trajano o está tomando una cervecita en el bar Las Columnas de la Alameda.

En días sucesivos, Manuel Salinas, cumbre del abstracto español contemporáneo, con exposiciones en Sofía, Lisboa, México o Nueva York, recibió la medalla de la Ciudad en el día de San Fernando e ingresó en la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, en los dominios de Murillo y de Puskas. Lo cuenta sin presumir, sin sacar pecho. Lo curioso es que a renglón seguido, en lugar de seguir por esos derroteros del honor y el boato, el pintor le pregunta al cronista: ¿Qué va a pasar con Monchi? Salinas, pese a apellidarse igual que los hermanos Julio y Pachi Salinas, no tiene ni idea de fútbol. Su parentesco va más con el poeta del 27 que vivió en Sevilla, junto a la farmacia de Rafael Álvarez-Colunga. Pero no es ajeno a la calle porque en los bares la gente habla más de Monchi que de Chillida o de Barceló. Monchi pasó de portero del Sevilla a director deportivo. No hay cuadro abstracto más bello que un portero en el aire intentando atrapar un balón.

Salinas aparentemente mancha y emborrona la superficie del lienzo para que cobre esa apariencia de caos sinfónico. La obligación de un portero, en su tarea abstracta, es emborronar las arteras intenciones del delantero. El gol, esa majestad del fútbol (Señor Gol es el palíndromo de Logroñés, el rival del Sevilla Atlético para el ascenso) es la demostración de un fracaso. El cero-cero es el trabajo bien hecho, aunque siempre juegue contra la memoria: con el paso del tiempo, lo que queda de los partidos es el marcador y los goleadores. Nadie se acuerda de los porteros. La misión más pictórica: su trabajo es para enmarcar: defiende el marco, le marcan goles. Marcelo Culasso, artista de la enmarcación, entenderá la metáfora. La portería es el marco, el portero el pintor y el gol el cuadro.

El pintor reconocido por la ciudad y por la Academia de Bellas Artes preguntaba por Monchi. Hace un par de meses, se disponía a salir a la calle para ir a la presentación del cartel de fiestas primaverales de Ricardo Suárez, pero renunció a tal propósito cuando se enteró de que iban a retransmitir por televisión una rueda de prensa con la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, uno de sus iconos favoritos.

Es Salinas de primero y Milá por su madre de segundo. Primogénito de la estirpe de sevillano y barcelonesa. Las dos mitades de la Copa del Rey en la que el pintor iba más con su mitad paterna que con la materna. Por eso preguntaba por el destino de Monchi, el Gran Hermano del fútbol mundial, Marco Polo que recorre la ruta de las especias balompédicas para encontrar la joya de la corona: bueno, bonito, barato.

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