Sevilla

La muerte está llena de vida

  • La hora después. Se fue la avalancha festiva de visitantes. El cementerio recuperó su impronta de museo oficioso en el que la muerte es barroca y la vida cubista.

LOS muertos descansan, la muerte no. Los cementerios, en el silencio que sigue a la fúnebre feria de las vanidades, están llenos de vida, de alegatos contra la muerte. A ésta no le gusta que otros le hagan su trabajo. Detrás de la tumba dedicada a Diego Martínez Barrio y a sus sucesivas compañeras Carmen y Blanca Basset Florindo, en el llamado Jardín de los Poetas, se puede leer un epitafio estremecedor: "Púsose este monumento el 6 de septiembre de 1860 para borrar la ignominia del patíbulo".

"A la gloriosa memoria del coronel Bernardo Márquez". Un coronel que tiene quien le escriba. Sus "deudos, amigos y conciudadanos" le dedican este sepulcro a quien "por su lealtad a la patria" fue sacrificado "en afrentoso cadalso" el 9 de marzo de 1832.

A unos metros de la tumba donde un angelito casi negro le hace compañía a la memoria de Antonio Machín, unas máquinas marcan el terreno de la ampliación. Hay tumbas horizontales y verticales. En el suelo y en la pared, dicho prosaicamente. De las primeras, sólo una tiene nombre, apellidos y fecha de fallecimiento. Isabel Muñoz Raya murió el 26 de abril de 2007. Era jueves de Feria en Sevilla. Tenía 86 años. Está rodeada de algunos cientos de tumbas y nichos sin nombre. Y alguien, quizás para compensarla de esta soledad entre excavadoras y envases de hipoclorito sódico, colocó a su lado una Piedad que estremece. El hijo en brazos de su madre le hace compañía a esta madre presumiblemente en brazos del dolor de sus hijos y, por la edad, de sus seguros nietos.

Al otro lado de la tapia, se oye música bacalao de las chabolas del Vacie. Al fondo se ven las torres de Nueva Torneo. Los vivos son como los muertos: unos eligen nichos verticales, otros horizontales. El Cristo de las Mieles de Susillo está cercado por las vallas de unas obras que según el cartel durarán cinco meses.

Junto a este Cristo hay un plano del cementerio. El callejero de los Difuntos está formado por todos los Santos, alianza de noviembre. Se indica la ubicación del grupo de Osarios, Párvulos y el Cementerio Disidente. Metáfora de la ascensión. La mujer lleva el cubo, el hombre la escalera. La muerte es barroca y la vida cubista.

El cementerio de San Fernando es el último reducto de los latinistas. Deberían concertarse visitas con Rocío Carande para que la nieta de don Ramón tradujera algunas inscripciones. Beati mortui qui in domino moriuntur. Cita del Apocalipsis. Hay enterramientos que muestran objetos del finado: una corbata, unas zapatillas, la partitura de un pasodoble.

En el panteón de Rosenda Mateo está la tumba de José Gallego Mateo, Pepete, que murió con 28 años en 1910 en la plaza de toros de Murcia. Ese año murió María de los Dolores López y Rosado, viuda de Kruger. Un gato pardo, muerte en Sevilla sin Visconti, sestea sobre la tumba. Debajo, el nombre de quien la dejó viuda: Georg Hermann Kruger. Hay una hora en la que los gatos del cementerio escriben relatos de Poe.

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