Sevilla

¿Qué ocurre en la Plaza Nueva?

  • La campaña electoral evidencia que la prioridad del gobierno municipal es ahora la política orgánica frente a los asuntos institucionales · Monteseirín y Torrijos administran las rentas del anterior mandato · El 'tridente' ya no funciona en sintonía

Que en la Plaza Nueva están muy relajados, casi se diría que en exceso, no es ningún secreto. Basta ver la agenda oficial y compararla con la vigente durante los dos años previos a las elecciones municipales, cuando Monteseirín se jugaba, ante su partido y ante la ciudadanía, la permanencia en la Alcaldía hispalense. Conseguido el objetivo -un tercer mandato que le sitúa en la historia política local-, y transcurridos los primeros cien días de gracia de los que, tradicionalmente, disfrutan todos los gobiernos, el balance de la gestión municipal arroja un saldo preocupante: hay una evidente falta de intensidad.

La situación viene, en parte, impuesta por las circunstancias, aunque éstas no la explican en su integridad. Los dos años previos a los comicios locales fueron especialmente singulares por la avalancha de proyectos -más virtuales que reales- con los que Monteseirín quiso reforzar su oferta electoral. En un periodo de tiempo relativamente breve se pusieron en marcha iniciativas como la transformación de los principales espacios urbanos del centro -la propia Plaza Nueva, la avenida, la Puerta Jerez, la Encarnación, la Alameda de Hércules- y se construyó la línea de tranvía, limitada a apenas un kilómetro y medio.

El gobierno local (PSOE e IU) resucitó todos los proyectos que tenía en la cartera -en su mayor parte extraídos sin recato alguno del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU)- y vendió cada una de las novedades administrativas -múltiples desde el punto de vista burocrático; pero irrelevantes en el aspecto informativo- de operaciones antiguas, como el famoso convenio urbanístico con la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir para reforestar diferentes zonas de la ciudad. Esencialmente ámbitos periféricos, aunque el más trascendente -relativo a la calle Betis- quedó sin embargo en hibernación a pesar de contar con presupuesto y fondos comunitarios para liberar la orilla de la dársena del Guadalquivir de determinadas zonas de las que se apropiaron sin permiso distintas entidades privadas.

En esencia, la consigna era: todo vale. Lo importante era demostrar que existía "un modelo de ciudad". Los asesores de Monteseirín, entre ellos Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, concejal de Coordinación, plasmaron este sinfín de iniciativas en un mapa de Sevilla -la ciudad de Monteseirín, bautizada con el nombre de ciudad de las personas- del que se imprimieron folletos y dípticos para repartir en los distritos y las agrupaciones. La maquinaria propagandística, inherente a las elecciones, prácticamente quemó por completo muchos de estos grandes proyectos con los que se quería dar la imagen de que detrás del gobierno había un ambicioso proyecto para transformar la ciudad. Igual que durante la Expo.

Aunque, como suele ocurrir, los árboles perseguían no dejar de ver del todo el bosque. El Ayuntamiento, por ejemplo, fue mucho más discreto al vender otros asuntos, como el Plan de Barrios, ante el riesgo de incurrir en contradicciones y arriesgarse a que la oposición le pusiera la cara colorada. No hubo tal: el PA derivó su campaña hacia la demagogia -sus comentarios sobre la mezquita de Bermejales, por ejemplo- y el PP prefirió centrarse en denuncias sobre supuesta corrupción -las facturas falsas- cuya rentabilidad electoral es más que relativa. En todo caso, PSOE e IU cumplieron su objetivo: lograron mantener el poder con más holgura aún con respecto a la oposición -el PA desapareció del Ayuntamiento- e insistieron en que su modelo de ciudad -promocionado en base a criterios como la sostenibilidad y la peatonalización- era el que apoyan los ciudadanos a pesar de que Juan Ignacio Zoido, el candidato del PP, fuera el más votado.

comparaciones

El reverso de ese éxito es justo el que emerge ahora, puesto que el Ayuntamiento da la impresión de funcionar a medio gas en contraste en el periodo electoral de las municipales. El contexto interno también ha cambiado: para Monteseirín, que salió en primera instancia victorioso de su enfrentamiento con el secretario general del PSOE sevillano, José Antonio Viera (éste abandono el Consistorio después de que recibiera concejalías de segundo orden), la prioridad ahora es la batalla orgánica -hay un congreso en lontananza- y, en su caso, el análisis de los escenarios para una hipotética salida de Plaza Nueva. Aunque oficialmente se desmiente -el alcalde ha dicho ya que quiere presentarse al menos a un mandato más-, lo cierto es que en el núcleo de confianza más estrecho del regidor se juega desde hace tiempo con varias posibilidades en el caso de que los críticos a Viera -entre los que se alinean los hombres de Monteseirín; y él mismo- pierdan el cónclave socialista y la victoria del PSOE en Andalucía o en Madrid permita determinadas combinaciones de cargos -aquí nadie habla de proyectos políticos- que faciliten ciertas decisiones.

De ahí que no sea extraño ver cómo el pulso en Plaza Nueva haya caído. Hasta el punto de que la visualización de los principales referentes municipales sea distinta a hace apenas nueve meses. Casi todas las grandes obras, además, acusan un retraso notable. Monteseirín sigue una agenda más protocolaria que política. Salvo por los actos en los distritos, cuyo objetivo es recabar apoyos político para la batalla orgánica, el alcalde sólo recibe visitas de cortesía. Ha tenido un papel harto discreto en la campaña de las autonómicas y las generales. De hecho, su aparición en fotos de actos con Zapatero se debe más a su condición de regidor de una gran ciudad que a ser referente en el seno del PSOE. En el caso de IU, el primer teniente de alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos, ha tenido un protagonismo en los últimos tiempos que es fruto más de la caricatura que dibujan de él sus adversarios políticos que del ejercicio de un verdadero liderazgo político. Una evidencia: por ejemplo, el conflicto vecinal surgido en el Parque Alcosa por la construción de un centro comercial a menos de dos metros de edificios de viviendas en el Parque Alcosa. Pese a tratarse de un granero electoral, el equipo del primer teniente de alcalde estuvo tan fuera de onda que tardó hasta una semana en posicionarse en favor de los vecinos. El principal frente de IU es también de índole orgánica: la mayor parte de las críticas a su gestión recaen en la figura de Lolo Silva, su edil más joven, cuyo peso orgánico es superior al de Torrijos. La tercera edil -Josefa Medrano- prácticamente es como si fuera invisible. Ni se la ve ni se la oye. Silva y Torrijos se han convertido en los únicos referentes, aunque -sobre todo el primero- no precisamente por su buen hacer ni en el ámbito institucional -ha sido recusado por trabajadores del Instituto de Deportes y perdió la batalla judicial contra el funcionario al que expedientó por la pérdida de la cubierta de la Copa Davis- ni de cara al exterior. Su gestión al frente del distrito Centro se limita a organizar los mítines para IU, en lugar de resolver problemas como, por ejemplo, el uso público de la Alameda de Hércules, empantanado por considerarse -desde el punto de vista de la coalición- una patata caliente con los bares de la zona.

¿Y el tridente?

En el PSOE la situación es otra. En primer lugar, hay dos grupos: los de Viera (cuyo protagonismo político es más que discreto) y los de Monteseirín. Y, entre éstos, es evidente que los roles han cambiado. Los tres concejales que eran los máximos referentes de la gestión municipal -bautizados por el alcalde como su tridente: Emilio Carrillo, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis y Francisco Fernández- no funcionan con la sintonía que antaño. De ellos, sólo Carrillo -al frente de Urbanismo y, en los últimos tiempos, portavoz del gobierno- sigue al pie del cañón. Los otros dos andan en otras lides: Fernández, en la agria pelea orgánica frente a Viera en la agrupación Este del PSOE, dividida por la Ejecutiva para imponer sus criterios. Su gestión en Movilidad está llena de puntos negros.Celis, en cambio, ha pasado a la trastienda (Hacienda), desde donde controla al gobierno local, vía presupuestos. Su tática es colocar en sitios clave a sus peones para que éstos consigan las adhesiones necesarias para el futuro congreso.

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