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Sevilla

Un paseo por Itálica a la luz de la luna

  • Éxito rotundo de público en las visitas nocturnas al anfiteatro del conjunto arqueológico de Santiponcel reservas Ya no quedan plazas disponibles para el mes de agosto.

Son las diez de la noche y en la puerta del Conjunto Arqueológico de Itálica una aglomeración de visitantes se impacienta por presenciar lo que en el interior de esta ciudad romana se promete como la visión de Itálica más poética y romántica. Se comienza a pasar lista porque sólo 40 personas podrán disfrutar del primer pase nocturno, -el segundo será a las once-, pero en la entrada son muchos más los que intentan apuntarse a este recorrido gratuito por el anfiteatro, que el pasado 14 de julio estrenó iluminación.

Ya no quedan plazas disponibles para el mes de agosto; aun así, son muchos los que se acercan sin reserva previa martes, miércoles o jueves (fechas de las visitas guiadas nocturnas) con la esperanza de poder entrar. "Es la primera vez que tenemos en la puerta esperando a más personas de las que conforman el grupo en sí", afirma la guía de este recorrido cargado de historia y poesía, Auxi Baena.

Comienza el recorrido y del bullicio de la entrada se pasa, en sólo un instante, a la tranquilidad que ofrece la noche. El silencio sólo queda roto por la voz de Auxi y su compañera Carmen Corchs, actriz que acompañará en el recorrido interpretando y recitando algunos de los poemas y frases célebres que a lo largo de la historia escritores y filósofos han creado sobre este lugar. "Éste es el objetivo de las visitas, que se conozcan las visiones que en distintas épocas se han tenido de Itálica, porque no siempre ha tenido el mismo significado", explica Auxi momentos antes de entrar en escena.

Junto a las guías, Javier, encargado de la seguridad en el recinto, acompaña en el recorrido con un instrumento de gran utilidad para salvar posibles escalones y desniveles del suelo, la linterna. Esta noche lo tendrá fácil, la luna llena también ha querido apuntarse y hace las veces de foco de luz, aportando a la escena un ambiente aún más bucólico.

Niños, mayores o jóvenes estudiantes, el perfil de la visita es amplio. Todos escuchan con detenimiento la primera de las visiones de Itálica, la histórica. Para ello, Carmen recita los versos del historiador Apiano (siglo II): "Patria de Adriano y Trajano que más tarde serían emperadores romanos...".

A las dramatizaciones de Carmen, -para la que "es fácil meterse en el papel en un lugar y en un escenario tan único como hermoso", comenta-, se suman las explicaciones históricas de Auxi, quien introduce la visión de la vida cotidiana en la ciudad romana a través de los versos de Pausania (ciudadana italicense), Cicerón ó Tácito. De éste último se destaca su relato crítico sobre las distracciones que, asuntos como las carreras en el circo, apartaban a la juventud de cuestiones más intelectuales y que la propia guía aprovecha para demostrar que, "a pesar del tiempo, no hemos cambiado tanto".

El grupo camina al unísono hacia la puerta del anfiteatro. Ha llegado el momento de detenerse y apreciar una de las visiones más originales, la que en el 1600, en pleno auge económico de Sevilla, Juan de Arguijo retuvo en su retina y plasmó sobre el papel: la espectacular naturaleza del lugar, que los visitantes allí aprecian entre las sombras de la noche.

Una vez ubicado en los pasillos del anfiteatro, por donde las fieras eran trasladadas hasta la arena, los comentarios del público comienzan a sucederse. "Ave César, los que van a morir te saludan", se entona entre el grupo.

La vida de un espectáculo de gladiadores de la época es relatado en distintos espacios del anfiteatro (en la arena, en salas y accesos al graderío o caveas...) y se intercala con interpretaciones de la Oda a Itálica, de Rodrigo Caro, -quien dio nombre a la actual Itálica, antes Sevilla la Vieja-, o el simbolismo de Francisco de Medrano.

Pronto llega una de las visiones y paisajes más llamativos y significativos del lugar, el pasillo de salida de los gladiadores tras la lucha, desde donde se divisa a la perfección la grandiosidad del que es uno de los cuatro anfiteatros más grandes del Imperio, con capacidad para 25.000 personas.

El broche de oro lo pone Jacobo Cortines con un soneto que compuso en 1994 para la edición de Itálica Famosa. Una visión que mira al futuro con optimismo, no sólo por lo descubierto en estas tierras hasta el momento sino por todo lo que aún queda por descubrir. Con aplausos incluidos, los visitantes terminan la visita y, mientras rellenan un cuestionario de opinión sobre el recorrido, fuera vuelven a pasar lista. La historia se repite y todo está de nuevo preparado para adentrase en las visiones de Itálica.

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