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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Sevilla

"A este paso llega antes la Paz"

  • Los grandes retrasos de la Cabalgata provocaron el descontento en la gente e hicieron mella especialmente en los protagonistas de la fiesta · La buena temperatura animó al público, que fue muy abundante en todo el recorrido

"A este paso la que va a llegar primero es la Paz", grita alguien con guasa desde la bulla de la Plaza de España. "Van a acabar con nosotras. Estamos hartas de esperar. No es normal que no hayan previsto la altura de las luces y las carrozas". Es el comentario de Clara Cabanas, una señora de la Puerta Osario que espera impaciente con cinco amigas la llegada de la Cabalgata a la Plaza de España. El retraso del cortejo de Sus Majestades debido a que varias carrozas alcanzaban la iluminación navideña en la calle Felipe II desespera a todos, grandes y pequeños.

Los niños son las primeras víctimas de la espera. Enganchados a los cuellos de los padres, algunos incluso echándose un sueño, la pregunta se repite por doquier en la bulla: "¿Cuándo llegan los Reyes, papá?". En el Parque de María Luisa y en el Puente de Los Remedios la gente empieza a preguntarse por las causas del retraso. No hay transistores como en Semana Santa. Ruido de móviles y boca a boca. Algunos apuntan a la caída de un poste de la luz al paso del cortejo. Otros hablan de averías en las carrozas. "Esto es una paliza para los niños, la Cabalgata está muy mal organizada", dice Francisco Javier Rodríguez mientras porta en brazos a su hijo Marcos.

Algunas personas deciden marcharse en dirección al centro para aguardar allí la llegada de la comitiva. La mayoría, sin embargo, aguanta estoicamente. Los sevillanos están acostumbrados a la espera y a las bullas. Nada más vislumbrar en la lejanía la primera de las carrozas del cortejo, la masa prorrumpe en aplausos. "¡Ya están ahí!". Olvido y perdón momentáneos: ahora toca disfrutar de la Cabalgata. Alegría súbita. Si el incidente inicial en El Porvenir no bastó para detener la Cabalgata de la ilusión, el cielo plomizo de toda la jornada no iba a serlo ta poco. Son 92 años ininterrumpidos en la calle. Pese a todo, ya está la primera en Felipe II.

En el Parque de María Luisa son mayoría los matrimonios jóvenes pertrechados con carritos. Estos dificultan aún más los desplazamientos entre la multitud y en algunas zonas del parque constituyen auténticas barricadas que impiden el paso. En los recodos de los jardines los mayores aguardan sentados en bancos. Los móviles y las cámaras digitales, tan familiares en otros eventos de la ciudad como las procesiones, son las grandes ausentes en la Cabalgata. Hay que emplearse en la recogida de caramelos. Y las golosinas son un peligro para los aparatos. Los paraguas también pasaron a la historia y la gente se decide por las tradicionales bolsas. No importa tanto la cantidad de caramelos recolectada como la calidad. Llega la Estrella de la Ilusión. "¡Mira, Luis, mira al fondo!"

Niños y padres comparten protagonismo en la Cabalgata. La acción y destrezas necesarias en la recogida de caramelos requiere de la pericia de los mayores. Los abuelos se sitúan en primera fila con sus nietos, los padres en segunda y tercera, lugar estratégico. "Muchas papeletas, pero pocos caramelos", dice una madre que se bate en el suelo con su niña buscando chucherías. Es otra de las grandes novedades de este año: el lanzamiento de dípticos con citas literarias. Al principio muchos pensaron que se trataba de caramelos, que atrapaban al vuelo. A Gonzalo Cañestro, que ha venido con sus pequeños Belén y Gonzalo, le parece una buena iniciativa. "Es buena idea reducir la cantidad de caramelos e introducir elementos culturales". Repite y se amplía este año la presencia de mascotas personalizadas. Melchor lanza pequeños balones de baloncesto; Gaspar y Baltasar tiran Gasparines y Baltasarines. No se prodigan mucho, porque el recorrido es largo y hay que guardar. Los afortunados que cazaban algunos de los juguetes presumían del trofeo. "¡He cogido una! ¡He cogido una!", gritaba una madre enseñándole a su pequeña la mascota de la Estrella de la Ilusión.

El paso del gigante Fernando Romay en la carroza de la Federación Española de Baloncesto no deja indiferente a la gente. Todos cruzan miradas y un comentario casi unánime: "¡Hay que ver lo lacio que es!". La del Centenario del Betis genera división de opiniones. Gritos de "Beeetis, beeetis, beeetis" y silbidos a partes iguales, pero generosidad entre los integrantes de la carroza futbolera, desde la que Palmerín no deja de tirar banderas.

Las carrozas del Templo Samurai y la de Alicia en el País de las Maravillas despiertan la admiración entre el público. Pero Sus Majestades son los reyes. "Este año la Cabalgata ha sido más vistosa y la de Alicia es la más bonita de todas", explica Gonzalo Cañestro. Las bandas tocan, como últimamente, éxitos musicales ya clásicos en la Cabalgata: El canguro, Chihuahua, etc. Y el clásico pasodoble español, cuyos acordes conocen padres e hijos: Paquito el chocolatero. El cortejo toma velocidad para salvar el ya importante retraso y enfila el Puente de Los Remedios. "Todo muy bonito, pero algo revoltoso el ambiente con el retraso. De todas formas, los niños han disfrutado mucho", comenta Jesús Gómez. Tres generaciones de su familia se han desplazado al parque. Macarena, Jesús, Elena y Lola son los que mejor se lo han pasado.

Unas gotas caerían a las ocho, pero la temperatura palia la pequeña decepción entre público. Tras un nuevo incidente con las luces en la calle Asunción, el caos se apodera del cortejo en la Magdalena. El desfile se divide en dos, como un pelotón ciclista cortado por un abanico. La primera mitad de la Cabalgata avanza por Tetuán mientras que el resto de la comitiva se encuentra aún en la Magdalena. Por Méndez Núñez se abre el hueco. Son las ocho y media de la tarde y el retraso supera la hora. La gente aprovecha corriendo por Rioja para ver el cortejo por dos lugares. Antes, en Plaza Nueva, nuevo incidente con el alumbrado. La cabalgata llega a la Alameda a las nueve, pisando el escenario inédito de la plaza remozada ante un gran gentío. El sprint final salvó la noche.

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