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Sevilla

El pirómano del convento alega que no quería matar a las monjas

  • El detenido dijo al juez que deseaba poner fin a su vida porque sufría una "persecución" desde que vio a "varias personas trasladando un cadáver"

La Policía Nacional, en la puerta del convento.

La Policía Nacional, en la puerta del convento. / DGP

El pirómano que quiso incendiar el convento de las Siervas de Jesús, en la calle San Vicente, alegó que no quería matar a las monjas, sino quitarse la vida. Así lo declaró en el juzgado de Guardia tras su detención. Allí manifestó que llevaba mucho tiempo sufriendo una "persecución" por todos los estamentos de la sociedad, como la Policía, los jueces, la Fiscalía y los políticos. 

El motivo de esta supuesta persecución es, según su versión, porque había tenido una "visión de varias personas empujando un carrito con un cadáver dirigiéndose hacia el puente del Alamillo". El individuo, que incluso había denunciado su caso en el Defensor del Pueblo Andaluz, fue internado en un servicio de Salud Mental por orden judicial.

El hombre, de 58 años e identificado como Felipe D. V., tiene varios antecedentes en su historial por distintos delitos. Entre ellos hay varios robos con fuerza cometidos en los años 2010 y 2013, si bien desde entonces no había vuelto a ser detenido hasta 2019.

Los hechos ocurrieron el pasado 12 de febrero en la sede de las Siervas de Jesús, en la calle San Vicente. El detenido acudió al convento a la hora de la recogida de alimentos. Allí, sin motivo aparente, esgrimió un cuchillo y retuvo en el interior a las monjas. Antes de ser arrestado, amenazó con inmolarse y quemarlo todo. Llegó a rociarse con gasolina que llevaba en un bote.

La intervención policial surgió a raíz de varias llamadas a la sala del 091 alertando de los hechos. Varias patrullas del Grupo Hércules, la unidad de motos de la comisaría del distrito Centro, llegaron al convento y vieron que las puertas estaban cerradas por dentro, al tiempo que oían los gritos de auxilio de las hermanas. También escuchaban la voz de un varón ordenando a las monjas que no abrieran ninguna puerta.

Una de las patrullas conversó con el agresor para intentar calmarlo, mientras el resto de agentes lograron entrar por una puerta trasera, abierta por una de las religiosas en un momento de relajación del atacante.Ya dentro, los policías detuvieron al sospechoso, que se había impregnado ya de gasolina. Uno de los agentes resultó herido leve porque el detenido le roció la cara con el combustible.

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