DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Un paseo por el Alcázar

Con el plano intelectual de Olavide

  • Los dos salieron en 1991, Manzano del Alcázar, Del Valle del Ayuntamiento l El ex alcalde y alcaide del Alcázar pretende recuperar las tertulias que había en el Cuarto del Asistente

Rafael Manzano le señala algo a Manuel del Valle en el Patio de las Doncellas del Alcázar.

Rafael Manzano le señala algo a Manuel del Valle en el Patio de las Doncellas del Alcázar. / Antonio Pizarro

Rafael Manzano quitó el azulejo del Tercer Año Triunfal y Manuel del Valle la cruz de los Caídos junto a la puerta del León. “Era una ofensa estética a la muralla”, dice Manzano, “en mi etapa también quité la estatua de Dante Alighieri porque era muy fea. Una señora de la asociación de amigos de Italia se enfadó mucho. Está en el parque de María Luisa”. Valga este introito para decir que estos dos viejos amigos que han vuelto a reencontrarse están curados de espantos.

Los dos son de noviembre. Rafael Manzano (Cádiz, 1936) cumple 83 años el día 6 y Manuel del Valle (Sevilla, 1939) cumple 80 el día 10, el de las elecciones. Dos hombres de paz nacidos el año que empezó la guerra y el año que terminó. Del Valle dejó la alcaldía tras ocho años de mandato municipal en 1991, el año que Rafael Manzano fue relevado como director-conservador del Alcázar. Lo fue durante más de dos décadas, cuando sucedió a Joaquín Romero Murube, director-conservador del Alcázar desde 1939 hasta el 15 de noviembre de 1969 en que murió.

“Joaquín”, cuenta Manzano, “vivía en la actual sala de exposiciones. Esa noche habían cenado con élPablo Atienza, Manuel Olivencia y Benjumea el viejo”. Manuel del Valle es el nuevo alcaide del Alcázar y 28 años después de que ambos dejaran sus destinos quiere que Rafael Manzano sea uno de los que formen parte de las tertulias que pretende recuperar en la Sala del Almirante, donde las hacía Olavide.

El paseo con los dos es una lección de historia y flema sureña. “Siempre te estaré agradecido porque le dieras luz verde al Patio de las Doncellas”, le dice el arquitecto al abogado. Tiene memoria fotográfica del Alcázar. Reconoce materiales procedentes de Écija, del Hospital de las Bubas, de un expurgo conventual o un azulejo de la Virgen de la Merced que compró para la catedral de Huelva.

En calendas conmemorativas del quinto centenario, en este palacio de palacios se casó el rey Carlos V, el que patrocinó el viaje, y encontró cobijo Magallanes en su compatriota Barbosa, vicealcaide del Alcázar que se convertiría en suegro del navegante.

Manzano señala los lugares donde vivían Pablo de Olavide y Francisco Bruna. El primero recibió un retrato de Voltaire que le envió el ilustrado francés; el segundo tenía “un poder omnímodo y era un marimandón”.Manzano sería un magnífico biógrafo de Romero Murube. “En vísperas de una visita de Franco, Joaquín vio a un técnico arreglando unos techos y decía que parecía un dentista con una caries”. En el Alcázar hay derribos de autor, como la lámpara en una de las salas que rehabilitó Manzano procedente de los dos tornavoces de un púlpito. “Uno de ellos se cayó y mató al cura”.

Fue anfitrión de jefes de Estado, de estrellas del celuloide, la política y las finanzas. “Nunca le he oído contar la misma historia”, dice del Valle. Simultaneó su tarea en el Alcázar con los trabajos de director-conservador en Medina Zahara y en la Alhambra.

Le sorprende la cola “de turistas y de mendicantes”. Pregunta a Del Valle por el sistema. Le explica que se sacan por internet. Manzano es de la opinión de que se debería encontrar otra fórmula de acceso, habilitar alguna de las casas que Patrimonio debería recuperar. Se cuentan sus experiencias en las visitas a los Ufficci de Florencia o al Louvre. “Yo antes que aguantar una cola, me compro el libro o catálogo y me voy al hotel a leerlo”, dice Manzano. “Hay gente que viene sin saber dónde ha estado, sólo para hacerse la foto”.Unas columnas junto al Patio de la Montería. “Procedían de la Casa de la Contratación. Joaquín lleno todo el Alcázar de parejas de columnas dóricas y jónicas, era una cosa obsesiva”. Y era partidario del baldosín hidráulico. “Se fregaban muy bien y en eso Joaquín era como una monja”.

Le chocan al arquitecto los espacios demasiado blancos, “fantasmales”, sin apenas muebles. Impresiona la vistosidad y dimensiones de los tapices. “Hay seis en Sevilla y seis en Madrid con la idea de intercambiarlos, pero nunca se hizo”, dice el arquitecto. El alcaide ya se ha familiarizado con estos elementos decorativos y didácticos. “Hay que descolgarlos del revés para que se esponjen y expulsen el polvo”. Estos tapices tienen una raíz freudiana. “La Corte estuvo en Sevilla durante cinco años. Felipe V era un rey propenso a estar decaído, deprimido, y pensó que los cielos más azules de Sevilla y la alegría de la ciudad le aliviarían esas dolencias. Creó en Sevilla la Real Fábrica de Tapices”. Los originales eran de oro y seda.

En la agenda de Manuel del Valle, además de la recuperación de las tertulias en la Sala del Almirante, figura suprimir cosas innecesarias o indecorosas, como la sala de los abanicos o el catering. Este servicio se suele ubicar en la Sala de las Bóvedas o de las Fiestas. “Este era el Palacio Alfonsí donde se escriben las Cantigas, un lugar importante”. Hay mosaicos con algunas fechas –1577, 1578– y palabras redondas: Pensamiento, Imaginación. Faltaba una década para la derrota de la Armada Invencible. “Felipe II era aficionado al ocultismo. Su condición le libró de la Inquisición”.

Manzano y Del Valle se interesan por el trabajo de intervención en las yeserías junto al salón de Embajadores. “Por la tarde, vienen técnicos de Historia que utilizan nuestros andamios”, dice Luisa Navarro, de la empresa restauradora. Los turistas hacen fotos en el salón del Techo de Carlos V, junto a la Capilla del Palacio Gótico. “Sevillanos no vienen muchos por el Alcázar”, dice un arquitecto cada vez menos conservador. “Soy transición pura, dirigí la Escuela de Arquitectura de Sevilla los dos últimos años de Franco y los dos primeros del Rey. Me doctoré en asambleas”.

Los caminos de Pablo Iglesias son inescrutables. Sale su nombre cuando el periodista les pregunta por el efecto Juego de Tronos en el Alcázar. “Yo no sé de qué va, creo que el líder de Podemos le regaló la serie al rey joven”, dice Manzano. “Yo no he visto ningún capítulo”, apunta del Valle. Vio “demasiada oscuridad” en las imágenes del Alcázar en La Peste.Manzano tiene un recuerdo vivo del paso de Peter O’Toole por estos palacios. “En Lawrence de Arabia uno de los salones militares era el Palacio Alfonsí, que en la película se asomaba a El Cairo, que era la Plaza de España”. Almohade puro.

Está de acuerdo con la cita bíblica. La piedra que usaron los arquitectos es ahora la piedra angular. Los trabajos en las yeserías le llevan a las lecciones magistrales de su maestro en Granada, Torres Balbás, y diserta sobre las ventajas e inconvenientes del hormigón armado y el mármol dintélico. Fue coleccionista de oficios, gremios que hermanó en una caseta de Feria llamada Los Alarifes. “Casi todo eran béticos”.Recuerda una visita de Javier Tusell, el director general que trajo el Guernica. “Bueno, el Guernica viene después de una conversación entre Felipe González y el abogado de Picasso, a través de Mitterand”, dice Del Valle. Lo que recuerda Manzano del mítico cuadro es que “vino en un estuche que le encargaron a José María García de Paredes, los arquitectos servimos para todo”.

En 1968 Franco vino a Sevilla a inaugurar el puente del Generalísimo y a clausurar el Congreso Eucarístico. Se alojó en el Alcázar. “Me dijeron que tenía que venir bien vestido”, cuenta Manzano. “Habían arreglado el Salón del Almirante. Franco entró con su esposa y con Fuertes de Villavicencio, jefe de la Casa del Caudillo y delegado de Patrimonio. Franco se puso a mi lado.No sólo no hablaba sino que te enmudecía. Yo decía: a este señor no le gusta que le hablen. Se acerca a uno de los tapices y con su manita mala, la del tiro, señala uno de los tapices. Joaquín se me acercó y me dijo: niño, ya has metido la pata. Fuertes de Villavicencio se enfureció, llamó al ascensor y me dijo que Franco había dicho muy claro que algo estaba mal. Con esa vocecita de ultratumba que han vuelto a sacar otra vez de su ultratumba”. Franco tenía razón: habían trucado burdamente una ventana por una cabeza humana. “Ni yo mismo lo había visto”.

Isabel Rodríguez, directora del Alcázar, les cede el despacho. Hay un retrato de José María de Ybarra y García de Caviedes, naviero, alcalde y cofundador de la Feria. Le congratula ver un ejemplar de su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de 1983. Poetas y vida literaria en los Reales Alcázares de Sevilla.

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