José Manuel Soto

Del puente del 92 a un hotelito del 29

  • Los atascos del Aljarafe le llevaron a su Heliópolis natal. El 92 le devolvió la visión del río que es columna vertebral de la ciudad que lo acaba de reconocer.

QUIEN nació el año que se inundó el Tamarguillo, elige el Guadalquivir para el paseo. "El río es lo más importante de Sevilla, es el principio de todo. El río estaba aquí antes que Sevilla. Una de las contradicciones de la historia de Sevilla y de mi infancia es que el río estaba tapado. El gran éxito, el gran hallazgo del 92 es recuperar el río".

José Manuel Soto (Sevilla, 1961), desde el pasado viernes medalla de la ciudad, llega al mercado de Triana a pie desde Heliópolis. "Vivo en el barrio donde nací. El cuarto de nueve hermanos. Lo típico de la España del 600 y el desarrollismo tardofranquista". Deja Heliópolis con 27 años cuando se casa con Pilar, a la que conoce en el Preu. "Nos fuimos al Aljarafe, a Mairena. Después de estar una hora en un atasco en el puente del Quinto Centenario, dije que ni uno más". Y por este puente del 92 se mudó a uno de los hotelitos del 29. En el Heliópolis de su niñez.

El barrio de las clases en el Claret, donde entrenaba el Betis de su amigo Quino, Rogelio, Demetrio, Antón. El equipo fundado por un grupo de artilleros entre los que estaba su abuelo Juan en el que acaba de acceder al filial su hijo Jaime (19 años), hermano de Marcos (22) y Rocío (21).

Sus hijos tienen la edad con la que su padre entró en la jungla de la música. Con 16 años disfrutó de la primera Copa del Rey del Betis en aquel 77 de las primeras elecciones y la vuelta de los exiliados. De su adolescencia. "La asocio con muchas manifestaciones a favor de todo y contra todo, y con los conciertos de Triana, de Alameda, también de Silvio, Pablo Guerrero e Hilario Camacho. Hilario me gustaba mucho. Serrat estaba ya a otro nivel".

Formó parte del coro de la hermandad del Rocío de Triana que llegó a dirigir. En 1983 llega a una ciudad clave en los primeros ochenta, Madrid. Al corazón de la movida madrileña. "Yo era un apestado de esa movida. Estaba en las antípodas de Pegamoides y Un Pingüino en mi ascensor. Era un señorito andaluz con pinta de pijo sevillano. Lucifer, era lo peor". Y en su etapa roja, cuando compartía manager con Sabina y con Javier Krahe, pudo conocer a José Agustín Goytisolo, el autor de las Palabras para Julia que musicó Paco Ibáñez.

Allende el Guadalquivir, cruzó el océano Atlántico para representar a España en el festival de la OTI en 1989 en Miami. El año que cayó el muro de Berlín. "Me pilló en Buenos Aires con Gonzalo García Pelayo y Jesús Quintero". Cantó una canción suya con arreglos de Gualberto. El cantante al que reconoce el Ayuntamiento de Zoido aplaude el carril-bici, la peatonalización, las setas, "salieron caras, pero arquitectónicamente me gustan", y la torre Pelli. "Sevilla sabe integrar lo antiguo y lo moderno". Una ciudad con la que soñó cuando quería ser profesor de Educación Física y se entrenaba en Chapina. "Entonces se reían si te veían correr por la calle. La cultura del deporte y la vida sana es de las pocas revoluciones. Las otras, las guiadas por los políticos, no las he conocido y han sido fracasos".

Lo saludan en el mercado. "Parezco Fraga". En la frutería de Manuel Oliver; en Cristóbal e Hijos. Antonio Chaves, 75 años, canturrea déjate querer, mujer, déjate querer. "La canción es de 1991". Prepara su disco 19 y en la plaza saluda al actor Antonio Dechent, que hace en el castillo de San Jorge La voz humana de Jean Cocteau. Coincidieron en la película Entre lobos. "Yo hacía de guardia civil y él de señorito, de cacique", dice Dechent. Volvemos por el puente de Triana. "El arrabal marinero". La pista de los europeos de Remo que evoca este Rómulo de la Ciudad del Sol.

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