Sevilla

El velo entra en campaña

  • Las mujeres musulmanas residentes en Sevilla insisten en una palabra, respeto, para defender su derecho a utilizar una indumentaria que se ha convertido en objeto de polémica por las manifestaciones de Rajoy

“Votaré a Rajoy, soy más del PP que nunca, quiero al PP. No he tenido ningún tipo de problema por mi indumentaria. Somos un partido abierto, con talante, pero talante de verdad, no como el de Zapatero”. Fátima Mohamed se embala por teléfono antes de decir que quiere tomarse un paréntesis de entrevistas hasta que termine la campaña electoral. Lleva 17 años en el Partido Popular, al que representa como concejal en el Ayuntamiento de Gines. 

Esta melillense se ha visto involucrada en uno de los muchos microtemas de estas vísperas de campaña electoral. Todos han hablado del velo: Rajoy, Zapatero, Llamazares. Personas del mundo musulmán afincadas en Sevilla prefieren correr un tupido velo y hablan de polémica absurda y artificial. “¿Cómo me va a molestar a mí un crucifijo?”, dice Ahmed ben Yessef, pintor marroquí de Tetuán que en 41 años de vida sevillana no ha tenido nunca “un problema religioso”.

En tiempos de turbación, frente a lo que recomienda el refranero, ha decidido hacer mudanza. Después de 35 años en la calle Mesón del Moro, ha llevado sus útiles artísticos a un bajo de Carlos Cañal. A su casa de la Buhaira llega todos los días con su pañuelo Zaqiya. “Nadie me obliga. Lo llevo por convencimiento”, dice esta joven marroquí. “De hecho, tengo una hermana que va sin pañuelo y nadie de su familia, ni su marido, la obliga a llevarlo”.

El callejero parece más comprensivo que ciertas mentes estrechas. La barriada El Rocío, con calles como Tamboril, Simpecado o Ermita del Rocío, tiene una importante población magrebí. El ecumenismo es evidente incluso en las formaciones políticas. En una sede con aspecto de garaje conviven la Asamblea Macarena de IU y el colectivo Vladimir Lenin de las Juventudes Comunistas.

Los signos de la inmigración son múltiples. El local Afro Tropicana está en la esquina de las calles Otoño y Verano. En la asociación de vecinos de La Carrasca, junto a un local que responde al nombre autóctono de El Cevichito Peruano, se oye el tableteo de las fichas de dominó. ¿Será una de las costumbres que deben asumir los inmigrantes que lleguen a nuestro país? “Una costumbre española es la botellona”, dice Ben Yessef. “El problema de las religiones, de todas las religiones, es que su fuerza nunca es superior a la de las tradiciones y las costumbres. ¿Ponemos ejemplos?”.

Hasta los varilleros de Colima que se adentran en las tripas de la ciudad son inmigrantes. Enrique Tierno Galván preside el nombre de una asociación vecinal del Polígono Norte. Bullicio en el recreo de los colegios. Los que no van a votar te saludan.

La calle Playa de Mazagón esquina con Playa de Punta Umbría es una embajada del Magreb. Junto a la carnicería Al Baraka Jalal está el taller de mecánica Rochdi. Rochdi es uno de los ocho hijos de Said, marroquí de Larache que llegó a Sevilla hace 38 años. “Ha cambiado mucho, demasiado”. Said aprendió el oficio de mecánico con los españoles de Larache. Sus hijos están repartidos entre Sevilla, la mayoría, Madrid y Gerona.

“Fátima, mi mujer, sí usa el velo. Mis hijas, no. Es una cuestión de respeto”. En el taller trabaja Daniel, boliviano. El mapa preciso de la inmigración junto a unos coches de clientela mayoritariamente española. “El mecánico es el médico de los coches”, dice Said, “hay que operar o quitarle la enfermedad”. Es bético, mientras que Rochdi, su hijo, que regenta el taller, es sevillista, a dos pasos de la peña sevillista Juan Martagón. Nunca se baña en las playas que se unen en este rincón de la barriada de El Cerezo, la más abigarrada, mapamundi urbano.

A Fátima Mohamed, la concejal de Gines, nunca la obligaron en su casa a llevar pañuelo. Sus sobrinas impartieron en este municipio del Aljarafe un taller de danza del vientre. Al casarse, con 20 años, Fátima adoptó la decisión de llevar pañuelo. “Siempre me llamaba la atención cuando de niña lo veía”, decía en una entrevista a Diario de Sevilla en noviembre de 2003, cuando era presidente José María Aznar, con el que aparecía fotografiada en su despacho. Fátima es de Melilla. La comunidad Islámica de Ceuta tiene su sede en la mezquita de Sidi Embarek y su vicepresidenta, Yalila Liazid, licenciada en Filología Hispánica, defiende sus derechos “como mujer musulmana, española y europea”. “La mujer musulmana tiene estos derechos desde hace 15 siglos, nadie se va a interponer entre ella y Dios”.

Ben Yessef no cree que cale este debate en una ciudad como Sevilla, con un cardenal que antes fue arzobispo en Tánger. “Me parece demencial que hayan sacado el asunto a cambio de unos votos mezquinos y miserables”. Recuerda que el cura que lo casó en su primer matrimonio le recomendó a una amiga suya que se colocara el pañuelo en misa por respeto. “La palabra respeto me encanta. La palabra tolerancia la rechazo y la odio. Si te tolero, te permito y estoy por encima”.

Evoca la presencia cotidiana de las monjas del hospital Español de Tetuán o las iglesias marroquíes de Rabat y numerosos pueblos que se han restaurado donde cada domingo se oficia la misa para la comunidad católica. “La mujer tiene que llevar el pañuelo para conservar su belleza, que es de su marido. El pelo es un atributo de atracción sexual. Y la exhibición está mal vista en el islam”.  

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