Legítimo a más no poder el sueño en voz alta del presidente del Sevilla y mejor ahora que tarde. Ha dicho el ínclito Pepe Castro que el sueño de ganar la Liga no se le cae de la cabeza y hace estupendamente. Soñar con la Liga es como dar el primer paso en pos de su consecución, lo que conlleva un grado de autoexigencia tan considerable como legítimo. Que el título de Liga sea como la zanahoria a seguir es la forma de tomarla alguna vez.

Seis Copas de la UEFA en dieciséis años puede considerarse aval suficiente para un sueño que no es el de una noche de verano, sino el de noches y más noches pensando que la Liga no es una utopía. Es una conquista muy complicada, ya que la distancia con los genuinamente grandes es considerable. Este año, cuando el Madrid iba de dubitativo y tanto Barça como Atleti andaban distraídos, pudo cobrar fuerza ese sueño, pero es tan largo el campeonato...

Al Sevilla se le hizo demasiado largo, las lesiones fueron como plagas implacables y los refuerzos invernales no mejoraron el vestuario, con lo que las cosas fueron a peor mediante una sarta de empates que influyeron negativamente en la tabla. Empeoró el juego del equipo y una lluvia de críticas inauditas demostraron que el banquillo del Sevilla es un potro de tortura, pero a ver quién le quita a Lopetegui la marca de jugar la Champions en tres cursos consecutivos.

El domingo, cuando las brujas estén subiéndose en sus escobas, va a arriarse el telón en el santuario sevillista. La posibilidad de un tercer puesto se halla al alcance del Sevilla y no cabe duda alguna de que se trataría de un logro formidable. Estar en el póquer que conforma la elite española no es baladí y bien hace el presidente de la entidad diciendo en voz alta que su club seguirá apostando por ese premio, tan gordo como complicado, que es ganar la Liga.