La crónica del Sevilla - Valladolid

El 'Dividendos FC' luce un uno de seis ante Osasuna y Valladolid (1-1)

Isco, que ofreció una triste imagen en su debut, trata de controlar un balón.

Isco, que ofreció una triste imagen en su debut, trata de controlar un balón. / Antonio Pizarro

El Sevilla Fútbol Club Sociedad Anónima Deportiva repartirá a final de año, seguramente, dividendos entre sus accionistas, sea por un pacto firmado por todos precisamente para eso, para ganarle dinero a su inversión a la entidad, pero el Sevilla es cada vez peor equipo. Eso fue, de nuevo, una evidencia el día 19 de agosto de 2022, fecha en la que fue incapaz de ganarle a un Valladolid recién ascendido desde la Liga Smartbank y que no se llevó los tres puntos gracias a un maravilloso, para los sevillistas, regalo protagonizado por su guardameta, Asenjo, que permitió a Rekik igualar el gol que había anotado Anuar minutos antes.

Un punto es un punto, está claro, pero el Dividendos FC sólo ha sido capaz de sumar ese botín de seis posibles cuando en las dos primeras jornadas se ha medido a los todopoderosos Osasuna y Valladolid, y lo peor de todo es que las sensaciones que transmite responden a una improvisación pura y dura. Porque el Sevilla, a día de hoy y a falta de cada vez menos días par el cierre del mercado, transmite una sensación de improvisación que puede quemar, hasta achicharrarlos, a todos los suyos.

Una constelación de centrocampistas del mismo corte, pero del mismo, futbolistas sin recorrido, con un Isco que en el momento en el que un vallisoletano lo retó a una carrera a campo abierto quedó muy retratado por mucho que la calidad se le presuponga. Y así uno detrás de otro. Óliver Torres, Papu Gómez, Rakitic, Isco, hasta Joan Jordán o incluso los extremos. La incapacidad para desbordar, para rebasar líneas, para buscar pases por dentro en pos de una pizca de velocidad, llega a ser desesperante. Es casi una provocación a los hinchas que pagan sus abonos y no desfallecen en el aliento hacia el equipo que les da los dividendos a los dirigentes. También a los que no están dentro del consejo, que conste, porque aquí no se salva ni uno solo de los grandes accionistas.

Después en el campo es una sensación de impotencia constante, de invertir en activos que cada vez parecen más devaluados y con una política, lo llaman modelo de negocio, que es un canto a la improvisación. Se tira una moneda al aire y suele caer cara, pero cada se lo ponen más difícil al metal de tanto mandarla al aire. Porque la suerte no siempre es buena, también puede ser mala y ni Monchi, venerado con razón por el sevillismo, parece salvarse de este desastre de planificación.

Cabe insistir en que restan un par de semanas para el cierre del mercado, un sinfín de jornadas, hasta 36, para que el campeonato liguero se esté litigando en España y todo puede suceder en un equipo avalado por tres clasificaciones para la Champions de forma consecutiva. Pero en una crónica se enjuicia el día a día y la imagen que ofreció el Sevilla contra el Valladolid no puede conducir a otra cosa que a la desilusión para todos los suyos.

Dio igual que el Sevilla sí se pareciera en el estilo del arranque al de los primeros tiempos de Julen Lopetegui, dado que se convirtió en una centrifugadora a la hora de recuperar la pelota y distribuirla con celeridad, sin darle tiempo al Valladolid para colocarse en sus posiciones defensivas. Existe un pero, sin embargo, fundamental y éste es la falta de calidad a la hora de la definición, en la suerte que decanta absolutamente todo en este deporte denominado fútbol.

A los sevillistas les faltó ese punto de mala leche que sólo poseen los grandes futbolistas y que, indudablemente, tiene muchísimo que ver con el nivel de calidad de los mismos. Eso pudo apreciarse en infinidad de situaciones puntuales. Léase los cabezazos con todo a favor en los saques de esquina tanto de Nianzou como de Rekik, cuando lo más difícil en algunos casos parecía no meter la pelota; también en algún control de Montiel impropio de un internacional argentino, incluso del Papu Gómez o Lamela en alguna acción que parecía prometedora…

Y qué decir de un Rafa Mir tan trabajador como carente de ese punto de desequilibrio que distingue a los grandes delanteros del resto. Es cierto que el cartagenero también ofrece otros detalles que invitan a esperarlo, fundamentalmente por su edad, pero ese centro tan tierno en el minuto 22 con todas las opciones abiertas para hacer mucho daño al rival o ese remate en el 26, cuando Lamela lo puso de gol ante Asenjo, le rebajan la nota hasta niveles insospechados. Volvió a repetirse cuando el guardameta vallisoletano le regaló un balón en el 39’ y la pelota salió rebotada de sus pies en un pésimo control que le quitó todo el peligro a la dádiva visitante.

Rekik aprovecha el regalo de Asenjo para empatar el partido para el Sevilla. Rekik aprovecha el regalo de Asenjo para empatar el partido para el Sevilla.

Rekik aprovecha el regalo de Asenjo para empatar el partido para el Sevilla. / Antonio Pizarro

El fútbol está tan igualado en estos tiempos que requiere aprovechar la más mínima opción, sobre todo si éstas son tan claras y eso fue lo que le falló esta vez a la escuadra de un Lopetegui que no tuvo dudas en apostar por el recién llegado Nianzou a pesar de su extremada juventud para jugar como defensa central. No fue error suyo, sino del Papu, pero por él también pasó la más clara ocasión del Valladolid en el primer periodo, en la que Bono salvó a los suyos ante Sergi Guardiola.

Hubiera sido un castigo demasiado exagerado para un Sevilla que había acumulado méritos en lo referente al juego, al toque, a la intensidad, pero al que le vuelve a faltar esa calidad para definir en los metros finales, en el sitio en el que los partidos se decantan hacia los buenos o se quedan simplemente en eso, en el cero a cero que castigaba en el intermedio la falta de acierto tanto en los remates como en los últimos pases.

Después Lamela iba a protagonizar un enredo casi patético por no saber si disparar o pasar y acabar golpeando la pelota con las dos piernas de una forma que ni los peores futbolistas, léase incluso quien firma esta crónica para que no haya dudas, pues posiblemente hubiera hecho eso con un balón. La diferencia es que no es un profesional del fútbol, sí de contar lo que sucede en él y lo que pasó es que el Sevilla fue cayendo en picado.

Le pudieron pitar un penalti por ingenuo al debutante Nianzou, cosas de los 20 años, y todo lo demás fueron centros en busca de nadie, porque se iban al segundo palo sin opción para rematarlos. Hasta que Aouar aprovechó que se abrió la zaga como el mar en la película Los Diez Mandamientos para adelantar al Valladolid. Afortunadamente para el Sevilla, Asenjo le regaló el empate, pero lo que nadie puede rebatir, porque es un dato objetivo, es que el Dividendos FC suma un punto de seis contra el Osasuna y el Valladolid y encima, esto ya es más subjetivo, es un mal equipo de fútbol a fecha 19 de agosto de 2022. Por cierto, lo entrena Julen Lopetegui y en este relato de los hechos no ha sido ni personaje secundario siquiera, lo confecciona Monchi y José Castro, José María del Nido Carrasco, José María del Nido Benavente, Rafael Carrión, Francisco Guijarro y la familia Alés son los principales destinatarios de los beneficios que proporciona las tetas de la sociedad anónima deportiva…

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios