Acabó pidiendo la hora, pero con la enorme satisfacción que da una hombrada. Tras varios episodios negativos que le obligaron a remar río arriba durante demasiado tiempo, el Sevilla logró el objetivo de hacer buena su condición de favorito de grupo ex aequo con el Chelsea. En-Nesyri sería el autor de lo que en el descanso se veía como una empinada pared, la de remontar el marcador en inferioridad numérica por la expulsión de Navas.

El primer tiempo es una historia para no dormir, una espantosa pesadilla para un equipo que ha salido a comerse al rival, que ve cómo el VAR le priva de un regalo arbitral y que en dos lances a balón parado ve cómo el rival se le adelanta claramente en el marcador. Es un Sevilla absolutamente descompuesto ante tamaño infortunio y que impele a Lopetegui a hacer dos cambios al poco de cumplirse la media hora, quedando señalado Koundé justamente y no tanto Escudero.

Continuaba la pesadilla cuando un testarazo perfecto de Rakitic atenúa el drama. Pero al filo de la campana se agrava la cosa con la expulsión de Navas, con lo que al descanso se va con la idea de agarrarse a la épica para levantar aquello. ¿Podrá hacerse realidad la remontada? De este Sevilla puede esperarse cualquier hazaña, aunque la noche se ha oscurecido una barbaridad por tantas trabas como el equipo de Lopetegui ha encontrado en un primer tiempo para olvidar.

Pero todo cambia tras el intermedio, Lopetegui quema las naves apelando a una aglomeración de atacantes y da la impresión de que es el Krasnodar quien juega con un hombre menos. Hermosa lección de casta y coraje sobre un equipo con vocación suicida y que no se cree lo que estaba logrando. A empellones los metió en su área y aprovechó dos errores infantiles del contrario para hacer bueno los pronósticos y decirle al mundo quién es el Sevilla en el concierto continental.