Liga 1, 2, 3, · Albacete-Sevilla Atlético

El Sevilla Atlético es un dolor (2-1)

  • El filial blanco regala el partido en veinte minutos a un recién ascendido que, como se demostró luego, no es mucho mejor equipo que el de Tevenet.

Berrocal trata de frenar a Zozulya mientras éste controla el balón.

Berrocal trata de frenar a Zozulya mientras éste controla el balón. / albaceteabierto.es

Da grima. Produce una sensación triste, penosa de ver... cómo un equipo que la pasada campaña irradiaba alegría, descaro y que llegó a juntar a cerca de diez mil sevillistas en el Sánchez-Pizjuán se arrastre por una categoría a la que todos los clubes profesionales tratan de llevar a su filiales reforzándolos sin más fin que el deportivo para tener un rédito económico, pues no es ninguna tontería los 9 millones de euros por año que LaLiga aporta a los equipos que llegan al fútbol profesional.

Con una planificación tardía y muy deficiente (como prueba, ninguno de los refuerzos estaba en el once y sólo uno jugó unos minutos), lo peor es que el equipo de Tevenet sale perdiendo de la caseta. En Albacete fue un equipo recién ascendido, no mucho mejor en su conjunto que el Sevilla Atlético como se vio después, el que a los veinte minutos ya había cerrado la tarde. Dos regalos de un equipo que, o se lo comen los nervios o está poco trabajado, y pim, pam, pum, partido liquidado.

En la primera jugada ya se encontró Zozulya con un aclarado que agradecer a los centrales y a los tres minutos ya iba perdiendo el filial al intentar conducir Yan un balón al borde del área que debió haber despejado antes uno de sus compañeros. Era, como el primer equipo en San Mamés, el primer saque de banda en ataque del rival. Luego, ya con el primer rejón en el morrillo, el balón quemaba en fase de iniciación. Y es que en situaciones así se requiere personalidad en el campo. El futbolista que no ha notado confianza durante la semana se esconde detrás de su marca y acaba provocando la conducción riesgosa del compañero que no halla receptor. Ni Yan ni Fede San Emeterio abrían líneas de pase y el recurso era el balón largo a Carlos Fernández –una barquita ante un flota de portaaviones peleando solo contra un sistema de tres centrales–, o la conducción. Al revés que Tevenet, Quique Martín –ha sacado al Albacete de abajo en tres partidos tras la destitución de Aira no hace ni 15 días– mandaba a dos puntas a presionar a dos centrales, logrando si no el robo, al menos que no hubiera una salida limpia. Y en una de esas conducciones, la pérdida de David Carmona saliendo con ventaja originó la falta en la que luego nadie cayó en pedir barrera primero y protestar después. La inocentada le había costado al filial sevillista el segundo gol del ex bético César de la Hoz, el partido y quién sabe qué consecuencias más.

Mucha tela un 2-0 en veinte minutos para un grupo de chavales que a veces da la sensación de pelear solos. Afortunadamente hay veces que el destino se pone de parte de uno y la lesión de Mena sin querer enderezó algo el rumbo de la nave. Su sustituto, Aburjania, tuvo personalidad para venirse atrás y perdirla y el Sevilla empezó a tener más posesión en la última fase de la primera parte. Eso sí, sin profundidad. Pero fue la base de la reacción de orgullo a la que luego se asistió. Con Marc Gual el Sevilla por fin metió miedo acumulando efectivos arriba y las bandas empezaron a aparecer, con Pozo y el revulsivo Aitor Cantalapiedra como dinamizadores del juego. Pero ya era tarde. Acortó Carlos en una de estas entradas del de Huévar y hasta pudo empatar con un disparo del ex jugador del Villarreal en el descuento, aunque también quedó como jugada que retrata el actual estado de estos chicos el saque de banda a favor (como el Sevilla en los últimos minutos en Bilbao) que pudo acabar en el tercero del Albacete.

El Sevilla Atlético se muere. Es un dolor y merece un remedio.

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