Sevilla Atlético-Badajoz

Un punto con mérito ovino

  • El Sevilla Atlético se apunta un empate buscado ante un rival de ‘play off’ entre el aburrimiento general.

  • Los de Paco Gallardo llevan 8 jornadas sin ganar y 11 sin hacerlo en casa.

Pejiño, entonado en la primera parte, controla seguido de cerca por Djak Traoré,

Pejiño, entonado en la primera parte, controla seguido de cerca por Djak Traoré, / Juan Carlos Muñoz

Tampoco es cuestión, a estas alturas, de exigir mucho más. Un punto es un punto en el fútbol y la visita de un equipo de play off anima a valorar lo sumado por los muchachos de Paco Gallardo. Que acumulen ocho jornadas sin ganar y que la última victoria en el Jesús Navas del filial sevillista date de finales de octubre es otra historia. El Badajoz es un buen equipo de la categoría, que puso –como se esperaba– las cosas difíciles al Sevilla Atlético y tal y como se embocó la noche celebrar el botín es una de las mejores cosas que pueden hacer en su cuerpo técnico.

Eso sí, analizar el por qué de las situaciones que se dan una jornada sí y otra también compete a los que deben tomar decisiones y a los que tienen la obligación de tragarse, haga frío o haga calor, los partidos anodinos de este filial plano y con poca identidad. A medias forzudo y musculoso y a medias con esa intención de querer sacar pecho por alinear a algún juvenil, el filial nervionense aburre a las ovejas y a duras penas va sumando puntitos que lo mantienen fuera de la zona de descenso.

Al acecho de lo que hace el rival, el Sevilla Atlético deja pasar los minutos feliz por que no pase nada. Nadie la quiere en el centro del campo y la salida de balón viaja por dos vías, o directa al área, o por el lateral, mientras más pegada a la cal mejor. Riesgo cero.

De esta forma, el oponente se va sintiendo cada vez más a gusto y el Badajoz, un equipo con historia y presupuesto que por alguna razón es cuarto en la tabla, no iba a ser menos. Djak Traoré, un jugador que con la camiseta del Sevilla Atlético parecía carne de Tercera División, vestido del rosa pacense se daba el gusto de mandar y pedirla como si fuese Guardiola. Con el bético Julio Gracia agradecía el regalo que los locales les presentaban: el centro del campo para ellos solitos.

Con Pedro Ortiz y Genaro, la iniciación del juego sufría una abrupta interrupción que sólo era capaz de rescatar Pejiño con algunos de esos chispazos que cautivaron a Pablo Machín y, curiosamente, a nadie más desde entonces en este club. Es verdad que lo que le falta al barbateño es la continuidad, pero lo que le dio el soriano en el primer equipo no se lo ha dado nadie en el filial: acompañarlo con jugadores para asociarse.

Fue el único que rescató al escaso y valiente público –ni 600 personas– del bostezo general en la primera mitad con un zapatazo a la primera que se marchó a un metro del palo. El Sevilla ya por entonces podía dar gracias porque a Berrocal le habían perdonado la roja en un agarrón en la media luna del área en ocasión manifiesta de gol, que también lo rozó el Badajoz con un tiro al palo a la media hora con la duda de si la jugada estaba invalidada por fuera de juego.

Al descanso el empate seguía y el electrocardiograma del partido apenas dibujaba picos en los dientes de sierra. Es decir, todo bajo control.

Hasta que el Badajoz asestó el golpe tras una pérdida de Pejiño que penalizaron entre Guzmán y Gorka Santamaría. Acción, reacción: era el momento de los cambios y de soltarle la liebre a los galgos. Lara y Carlos Álvarez entraban en escena con la responsabilidad –joven uno y juvenil de primer año el otro– de deshacer el entuerto. Y lo hicieron. Misión cumplida a los tres minutos de pisar el césped en una gran jugada rematada a lo Bacca (con el exterior) de Lara. El Sevilla Atlético salvaba un punto y hasta pudo hacer bingo en una acción de un Diabate al que le faltó calidad para definir en el 85. Un punto de tremendo valor... ovino.

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