La vuelta a la normalidad de la competición también conlleva volver a las rutinas de siempre, a las exigencias que acompañan a este grupo y que el parón, el partido de España, el fuera de juego de Mbappé, los órdagos de Del Nido y los últimos ríos de lava del volcán de La Palma habían dejado casi en el olvido. Y se acordará a partir del domingo la afición del Sevilla de hacerse su pregunta preferida, si Lopetegui sigue en el mismo plan que derivó hace ya dos semanas en la primera derrota de la temporada sobre el pasto de Los Cármenes a los pies de Sierra Nevada.

Para el grupo de profesionales que lidera el entrenador de Asteasu llega un tiempo difícil, duro y exigente, una secuencia de siete partidos sin descanso en la que, una de dos, o logra reconciliar su relación con esa parte crítica de la afición o explota en divorcio definitivo, algo sinceramente llamativo cuando el ex seleccionador ha logrado en números el mejor arranque liguero de los tres proyectos iniciados por el vasco hasta la fecha.

Además repite el equipo nervionense fuera de casa, donde no se ha mostrado del todo seguro hasta el momento. Hubo críticas en Getafe pese a la victoria en el último minuto, también se criticó la actitud del equipo en Elche y en San Sebastián ante la Real Sociedad, partidos en los que sumó un punto, así como en Wolfsburgo en la Champions, donde Rakitic, de penalti, evitó al final la derrota.

Las dudas están y las inquietudes del entorno se encargan de no dar normalidad a esas dudas que deberían ser normales en el desarrollo de la competición y que, por otra parte, todos los aspirantes sufren en esta época del año.

Sin ir más lejos, el propio Sevilla ha pasado en los dos años anteriores con Lopetegui por fases conflictivas coincidiendo en este tramo de la temporada. También en octubre perdió el equipo nervionense su primer partido e igualmente fue en Granada (1-0) aquel encuentro en el que Joan Jordán fue expulsado antes del descanso. Sobrevinieron otros dos malos resultados en octubre ante el Eibar en el Sánchez-Pizjuán (0-1) y frente al Athletic en San Mamés (2-1), lo que disparó las alarmas en el sevillismo. Si no fuera porque en la Champions enmendó la plana con un partido serio en Stamford Brigde ante el Chelsea (0-0), a la postre campeón, y un triunfo ante el Rennes (1-0), quién sabe en qué habrían acabado los nervios del entorno.

También en la temporada anterior, la 19-20, hubo marejada con la llegada del otoño, aunque fuera un poquito antes, entre septiembre y octubre. También es cierto que ahí tuvo algo que ver el calendario, pero el sevilla de Lopetegui también encendió a los que se escandalizan con facilidad con tres derrotas casi consecutivas ante Real Madrid en Nervión (0-1), Eibar en aquel 0-2 en Ipurua que tornó en 3-2 con gazapo de Koundé y un 4-0 en el Camp Nou frente al Barcelona.

Es por eso que conviene relativizar todo lo que se escuche y se lea a posteriori, pues queda mucha temporada y el equipo de Lopetegui está bien colocado pese a los tropiezos a tres puntos del líder debido a que no hay ahora mismo ningún equipo que esté redondo.

Por supuesto que la exigencia y la ambición son las máximas que rigen el trabajo diario de este grupo, pero también es una realidad que las dificultades no son sencillas de burlar en el fútbol de alto nivel. Las bajas se hacen sentir y Lopetegui tendrá que lidiar con varias en la cita ante los vigueses, varias de ellas de jugadores titulares. Diego Carlos y En-Nesyri son seguras, Acuña casi se da por hecho y el Papu Gómez, sin ser un fijo, es un jugador importante y un recurso habitual en los partidos. Gonzalo Montiel también lo tendrá difícil, aunque Jesús Navas, afortunadamente para el Sevilla, está –que se sepa– bien.