Sevilla-Mallorca | La crónica

El Sevilla muerde ya la Champions (2-0)

  • En un apabullante despliegue físico que sofocó la ilusión del Mallorca, los blancos se imponen con los goles de Ocampos y En-Nesyri

  • A los de Nervión les basta con un punto más o que el Villarreal no sume los nueve

En-Nesyri, ante tres defensas mallorquinistas.

En-Nesyri, ante tres defensas mallorquinistas. / Antonio Pizarro

El Sevilla más intenso de la temporada, el más agresivo e incluso voraz, agarró a dentelladas una victoria que debe ser definitiva para que el equipo de Nervión selle la séptima clasificación de su historia para la Liga de Campeones. El merecido triunfo, sellado con los goles de Lucas Ocampos de penalti por unas manos de Pozo en el área y de En-Nesyri al contragolpe, ya en el minuto 83, no será definitivo para embolsarse el gran objetivo de la temporada sólo si los sevillistas, que encadenan 13 partidos de Liga sin perder –su récord–, pierden en Anoeta y en casa ante el Valencia, y a su vez el Villarreal suma los nueve que tiene en juego, incluidos los tres ante el Madrid en Valdebebas. No es definitivo, pero es lo más parecido.

Completísimo el partido del Sevilla, que mostró un despliegue físico y táctico que apabulló a un Mallorca dispuesto a dejárselo todo por la salvación. Tenerla a sólo tres puntos después de verse con la soga apretada al cuello enardecía de salida a los baleares. Pero esta vez no echó a correr ese Sevilla timorato de las noches recientes ante Valladolid y Eibar. Los sevillistas jugaron con la misma ligereza de piernas que ese ciclista que avista la pancarta de línea de meta y se levanta del sillín a dar pedales con fuerzas de no se sabe dónde.

Y el hombre que dirigió el recital fue, una vez más, Éver Maximiliano Banega. Vaya despedida que se está marcando el rosarino, que esta vez se puso un traje más sobrio que en Bilbao, pero igual de efectivo. Si él salía a morder arriba, cómo no lo iban a hacer los demás. Si él corría para atrás y cerraba líneas en el repliegue, cómo no lo iban a hacer los demás.

Pero el partido no fue perfecto porque este Sevilla está, con todo, lejos de ser un equipo perfecto. Su talón de Aquiles se ha venido mostrando en el nueve y Julen Lopetegui decidió probar suerte con otra variante, la de Munir como punta de lanza. Lógicamente, ni la complexión física ni las querencias del madrileño hacían pensar que iba a ganar balones aéreos o los contactos con los centrales bermellones, Sedlar y Raíllo. Y así fue. Por ahí al Sevilla se le cortó una vía que, dicho sea de paso, apenas ha tenido abierta esta temporada en los partidos en que De Jong ha estado más fresco y preciso.

La clave ofensiva del Sevilla que ayer saltó a la recalentada yerba de Nervión estribaba en las llegadas de los medios. Óliver Torres entró como volante, como otras veces, con la clara misión de sorprender, de romper los corsés tácticos yendo a combinar donde su instinto le dijera. la mayoría de las veces fue en el costado siniestro con Reguilón, pero también lo hizo en la derecha con Ocampos y Jesús Navas. Amagó más que dio, pero Óliver fue quien más sensación de dinamismo dio.

Una sola vez salieron los baleares en la primera mitad, con una poderosa arrancada de Dani Rodríguez por un pasillo interior. Budimir recibió en el perfil derecho del área, progresó, recortó con criterio pero no remató a la primera, y en ese toque apareció Banega para tirarse abajo y cortar. Arriesgó el rosarino, pero tocó el cuero con absoluta nitidez.

Ese escarceo de un Mallorca muy ordenado, aunque demasiado replegado, sobrevino en el minuto 36, cinco antes de que llegara la acción que sacudió el partido. Una penetración de Ocampos hasta la línea de fondo acabó con una parábola del argentino al segundo palo, donde Reguilón soltó un cabezazo que hizo peligroso el rebote, incoluntario, en el brazo de Pozo, que trataba de tapar. Un penalti de nuevo cuño. Uno más de tantos que parecen aconsejar a los delanteros que miren más a los brazos de los defensas que a los ángulos de las porterías o a posibles receptores del pase. La jugada siguió y siguió, pero desde el VOR avisaron a Cordero Vega, que revisó el VAR y no lo duró. Ocampos volvió a engañar al portero.

Tras el descanso, el Mallorca dio un paso adelante, pero no tan amplio como pretendía porque el Sevilla mantuvo su voracidad. Bono intervino en un cabezazo bombeado del Cucho (50’), pero de ahí al final, las llegadas fueron sevillistas. Ahí mostró el equipo de Lopetegui otra de sus debilidades: su impericia en las contras. Una por un pase equivocado a koundé con Munir solo a la derecha, otra por no adelantarse Munir a su par en el primer palo tras un buen centro de Navas, otra que malogra En-Nesyri... El marroquí entró por Óliver a la hora de juego para sentenciar con su velocidad. Y hasta que llegó la estocada, afloró cierta inquietud más por la desesperada ofensiva del Mallorca. Bono sacó en largo, Pozo se tragó el bote y estuvo débil en el forcejeo con En-Nesyri, que elevó con sutileza ante Reina. La Champions, a punto.

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