Sevilla - Real Madrid | Contracrónica

Académico y ahíto empiezan con a de apatía

  • El Sevilla de Lopetegui abandona la sana costumbre de zarandear al Madrid, que ya no llega a Nervión como si fuera la cueva del ogro, su dentista particular

Ocampos intenta una chilena, que repelió Courtois, en una de las escasas veces que el Sevilla se saltó su guion.

Ocampos intenta una chilena, que repelió Courtois, en una de las escasas veces que el Sevilla se saltó su guion. / Antonio Pizarro

Si Julen Lopetegui tuviera más tiempo, quizá pudiera, paseando por Sevilla, saber que en la Alfalfa nació el hombre que ideó un apotegma de la tauromaquia. Cuando los toros eran la vía de salida de las clases bajas, el Espartero dictó sentencia al ser preguntado por el poco respeto que le imponían los toros: "Más cornás da el hambre". Murió siendo fiel a su lema, en la gloria de la fama y en los cuernos de un Miura.

El fútbol actual dista mucho de aquel espectáculo de masas que era el vínculo emocional de una sociedad muy precaria. Ahora, los futbolistas son los privilegiados de una sociedad en plena crisis. Y el Sevilla está en la crema de la clase privilegiada. No tiene hambre y le sobra amaneramiento.

Pero Lopetegui apenas tiene tiempo para preparar un partido sin quitar el ojo al siguiente y, además, su equipo parece ahíto de la justa fama que se ha labrado en este siglo XXI en el que se convirtió en la peor bestia negra del Madrid a domicilio. Su partido en el Ramón Sánchez-Pizjuán era destacado por la prensa capitalina como esa visita al dentista con que Caparrós ilustró las visitas al Camp Nou o al Bernabéu.

Pero qué lejos queda ese equipo hambriento que, sabiéndose inferior al poderoso Madrid, se abalanzaba a él como una fiera. Justo lo contrario que hizo Bono en el semigol de Vinicius, un delantero del montón que no tiene nada que ver con aquellos formidables Ronaldos que hincaron su rodilla en Nervión.

Con el calor de la grada, el Sevilla de Lopetegui sucumbió la temporada pasada ante el Madrid de Benzema. Sin el calor de la grada, el Sevilla de Lopetegui ha vuelto a firmar el mismo partido de academicismos y fidelidad al plan prefijado ante un depauperado Madrid que sí tuvo el hambre que le faltó a este equipo que sin apetito se comporta como un niño bien educado. Así es imposible zarandear al Madrid, por mucho que llegue en plena crisis y con Zidane sacando el cuello de la camisa.

En Krasnodar, su sima como seleccionador, Lopetegui alcanzó su cima como entrenador. Metió en los octavos de la Champions a su elogiado Sevila, sobrándole dos jornadas; fue doblemente nominado para mejor entrenador en los premios Globe Soccer Awards y The Best. Hartaron de azúcar a un hombre poco dado a la soberbia. Y la diabetes tomó forma en su equipo desde entonces.

Tras ganar con sufrimiento en Huesca, coronando una racha magnífica, las fallidas decisiones de Lopetegui, que sufrió un ataque de estrabismo futbolístico mirando al Madrid con su extrema rotación ante el Chelsea, lo abonan ahora a un escenario de críticas que acoge regular. A este Sevilla, al de Lopetegui, siempre le sobró academicismo, salvo cuando tuvo verdadera hambre. Así ganó la sexta Europa League. Ahora parece ahíto de éxito...

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