Estábamos ante un clásico que llegaba con los roles cambiados, donde el grande había empequeñecido ante un rival agrandado hasta quién sabe dónde. Y dentro del encorsetamiento táctico propugnado desde ambos banquillos, fue el Sevilla quien dio primero. Eso hizo empequeñecerse al Barça aún más de lo que está, acusó el golpe y luego salvó los muebles sin saber aprovechar una superioridad numérica de más de media hora.

Bajo una lluvia inmisericorde iba a dilucidarse una batalla eminentemente táctica. Un partido planteado desde el respeto mutuo, que para eso ha largado Lopetegui una ristra de piropos exagerados al rival. Y en ese pulso táctico va dando primero el Sevilla, gracias a su músculo, muy superior al de este Barça plagado de productos de la Masía. Y en ese pulso táctico no puede faltar lo que da el laboratorio y así se adelanta el Sevilla en una acción perfectamente ejecutada.

Esa asistencia de Rakitic al espacio para que llegue Papu y conecte un tiro impecable resume lo que está pasando. Todo ante un Barça atónito y que tarda en reaccionar frente al uppercut del Sevilla a su mentón. Y lo que ha ocurrido en una portería va a repetirse en la otra al borde de la campana intermedia. Será ese defensa goleador que es Araújo el que nivele la contienda en otro lance de pelota parada. Tacticismo, estrategia nacida en el laboratorio y tablas al descanso.

Y en tablas finalizará el partido tras una segunda parte de alta tensión que tiene su punto culminante en la autoexpulsión de Koundé cuando queda una eternidad. Y a partir de ahí adopta el Sevilla su ropaje épico, se agrupa atrás y le cierra los caminos a un Barça que hasta toma la sublime decisión de apelar a la vía aérea mediante Luuk de Jong. Un pelotazo de Dembélé al palo y todo acaba en unas tablas que satisfacen al Sevilla y no tanto al Barça, que sigue a diez puntos.