Sevilla FC

Veteranía para lo bueno también: el hábito de la competitividad

La Liga de Campeones está dejando la evidencia de que el inicio de temporada del Sevilla no está siendo tan placentero como podría aventurarse cuando, en verano, el optimismo reinaba por la continuidad del proyecto que encabezan Monchi y Lopetegui por tercer año consecutivo. La tercera edición de esta simbiosis invitó a alzar campanas al vuelo por la forma de competir que ha imbuido el técnico guipuzcoano a una plantilla que ha sido reforzada mejor que otras en un mercado muy afectado por la crisis de la pandemia. Más y mejor, era la idea reinante, y con la experiencia de los dos años precedentes. Pero la competición baja los humos al más pintado y el Sevilla sufrió de lo lindo ante el juvenil Salzburgo y casi hinca la rodilla ante el aguerrido Wolfsburgo.

Salvado por la campana, VAR mediante, el equipo de Lopetegui sí puede presumir de seguir siendo el único equipo español invicto tras la segunda jornada de Champions. Y eso también hay que valorarlo. Como que es uno de los menos goleados de las grandes ligas europeas sumando las dos competiciones. Sólo el Chelsea, con tres tantos, ha encajado menos que el Sevilla, cuatro.

La fortaleza defensiva sigue siendo una de las principales virtudes de esta plantilla que, con una media de edad de 28 años, también es de las más veteranas. Pero esa veteranía también es un grado y se volvió a demostrar cuando el Sevilla fue capaz de perseverar hasta empatar e incluso tener en su mano la remontada en el Volkswagen Arena. Lo mismo ocurrió ante el Salzburgo.

Sin embargo, antes que mirarse en el espejo de la autocomplacencia de estar invicto, el cuerpo técnico de Lopetegui debe poner el foco en las dificultades que encontró el equipo ante dos outsiders del Viejo Continente. Lopetegui destacó tras el empate en Wolfsburgo que “esto es la Champions” y que en esta competición están los mejores y nadie regala nada. Ciertamente es así, pero tampoco se puede obviar que en el Grupo G no está integrado ninguno de los transatlánticos europeos. Aunque esto es circunstancial a estas alturas de la temporada y la mejor prueba es el varapalo que se llevó el Madrid ante el más humilde de todos los competidores de Champions, el Sheriff.

Tras seis partidos ligueros, el Sevilla es el que menos goles encaja de la Liga, con un choque menos, el aplazado ante el rival a priori más fuerte, el Barcelona. Su dura derrota en Lisboa ante el Benfica también sirvió a Lopetegui para hacer un oportunista análisis de la jornada del miércoles, en la que el Sevilla fue el único que no perdió a domicilio. Pero esta lectura es demasiado simplista para la autoexigencia de la que también presume el club.

En Wolfsburgo se comprobó que, efectivamente, en la Champions nadie regala nada. Y que el Sevilla, gracias a su veteranía, oficio o las demás recurrentes virtudes de los equipos hechos a la alta competición, sabe sobrevivir cuando las cosas se ponen feas. También por la nueva intervención salvadora de Bono, que evitó el 2-0 ante Weghorst. Pero al aficionado le preocupa más la falta de soluciones ofensivas o el caos táctico en que cayó su técnico cuando, al encajar el 1-0 en una de las escasas llegadas del rival, dio paso a un carrusel de cambios que invitaron al desorden antes que a la lógica.

Hay un factor de fondo que puede influir en todo esto: la larga, interrumpida y extraña pretemporada que ha tenido el equipo que más se ha reforzado. El técnico debe acoplar las nuevas piezas. Pero, en positivo, el hábito de competir no lo ha perdido. Y sigue sin caer.

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