Cierto es que marcar un gol a los dos minutos ayudó muchísimo a dar confianza, a que elValencia se desestabilizara y abriera y que todo discurriera cuesta abajo. Pero ese tanto inicial no fue una causa, sino una consecuencia: Wass arriesga con un cambio de juego horizontal con el Sevilla bien colocado, Montiel corta y lo primero que hace es prolongar a Lamela en ese mismo corte, nada de controlar el balón para darle tiempo al Valencia en el repliegue; luego, Lamela arranca y levanta la cabeza para asistir al Papu con rapidez (sin un toque de más, como Montiel) y precisión; y finalmente el Papu arma la pierna en un visto y no visto y sorprende a Mamardashvili con su obús al primer palo.
Esa celeridad es la que lo encauzó todo. Y tanto Ocampos, más impreciso y atropellado pero tan torrencial y punzante como siempre, como Rafa Mir, un delantero de enorme velocidad a pesar de medir más de metro noventa, redondearon ese cuarteto de fútbol vertiginoso, tan distante del que ha destilado el equipo sevillista en Getafe, Elche o San Sebastián.
Defensa
Agradeció la zaga blanca que el Valencia, a diferencia de la Real Sociedad el pasado domingo, no alineara a dos puntas que apretaran arriba y chocaran con los centrales, dibujo que suele incomodar más a los blancos. Maxi Gómez choca con lo que haga falta, pero Guedes se movió más atrás, entre líneas y con libertad para aparecer por donde lo llevara su instinto.
El Valencia, ya lastrado por la ausencia de los laterales Gayá y Thierry Correia, más Carlos Soler, el líder en el centro del campo, se vio obligado a atacar con menos espacios de los que tenía previsto al encajar el primer gol tan pronto. Y ahí volvió a hacerse fuerte ese triángulo de acero que integran Koundé, Diego Carlos y Fernando. Por dentro, Guedes se quedó sin opciones de conectar con Maxi. Alguna incursión con paredes de Foulquier, alguna estrategia en el balón parado... o un error de algún rival, como ocurrió con el autogol de Diego Carlos al querer bloquear el tiro de Hugo Duro. Escaso bagaje el valencianista para corregir su desastre defensivo de los primeros 22 minutos.
Ataque
El Sevilla necesitaba que entrasen jugadores más decididos a ganar metros, que no mirasen tanto el retrovisor. Menos celosos con el pase de seguridad y el control. Más proclives a la verticalidad y hasta al riesgo. Lamela va en esta línea. Su capacidad para controlar el cuero, protegerlo y darle a la jugada la salida adecuada lo encauzó todo. Se asoció primero con Jordán y el Papu por dentro y, cuando Jesús Navas entró en la segunda parte, lanzó por fuera al palaciego.
El vértigo que también procuraron Rafa Mir y Ocampos dio paso al control cuando el partido ya lo pedía, para sofocar el último intento del Valencia: Rakitic, Delaney y Gudelj entraron para eso.
Virtudes
La traslación del balón hasta zona de peligro fue al fin veloz. Y luego, control y pausa.
Talón de Aquiles
El sesteo inicial tras el descanso.
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