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Tanta gloria, tanta eternidad

  • Diez años de la muerte de Antonio Puerta, el futbolista que abrió la mayor etapa triunfal del Sevilla con aquel zurdazo único

  • Su memoria sigue viva

Velas y recuerdos depositados junto al estadio Ramón Sánchez-Pizjuán en honor a Antonio Puerta el día de su fallecimiento.

Velas y recuerdos depositados junto al estadio Ramón Sánchez-Pizjuán en honor a Antonio Puerta el día de su fallecimiento. / eduardo abad / efe

Tenía algo de torero y corrió la misma suerte que José, y que Juan envidió cuando Bailador le abrió la barriga en Talavera de la Reina. En su coraje, en su bizarría al andar, por la vida y por el fútbol. Aquel jueves de Feria de 2006 paró, mandó y templó un balón con marchamo de gloria en un partido que tenía encogido el corazón en un puño a todo el sevillismo, dentro y fuera de un estadio que era puro hervidero de emoción. Había que tener muchos arrestos para soltar esa volea en pleno volcán de pasión con sólo 23 años. Tenía en sus adentros el sino de los héroes. Como un Héctor de Nervión, la muerte lo hizo tan eterno como la gloria que dio. Tanta eternidad halle como gloria halló con su zurda.

Hoy se cumplen diez años de la muerte de Antonio Puerta Pérez y su memoria sigue viva. Sevillista de sangre, de barrio y de potrero, su estatua preside la ciudad deportiva donde comenzó a forjar su leyenda sin saber lo que el destino le guardaba. Murió con las botas puestas, como Pedro Berruezo en Pasarón 34 años antes, aunque su corazón le aguantó dos días y medio de dramática espera. Los cuerpos se fueron haciendo a la pérdida de un hombre joven que iba a dar su vida por una pasión tantas veces incomprendida y a veces incomprensible: el fútbol y unos colores muy definidos, el blanco y el rojo del Sevilla Fútbol Club.

Nadie imagina al Sevilla actual sin aquella voleaque descerrajó los goznes del derrotismo

Nadie puede imaginar la situación actual del Sevilla sin la mediación de aquel zurdazo de ensueño, previo servicio de su amigo Jesús Navas. Puerta abrió la caja de Pandora de los sueños imposibles. El Sevilla se desató como un trueno que destrozó décadas de mediocridad. Desde aquel 27 de abril, que tan gallardamente recuerda el Schalke 04 año tras año, en Nervión se supieron ganadores. Y se pusieron a ganar. Puerta colaboró en aquellos cinco títulos que ganó un equipo memorable entre el 10 de mayo de 2006, la Copa de la UEFA de Eindhoven, y el 19 de mayo de 2007, la Supercopa de España ganada al Madrid en su casa.

Aquel partido no lo jugó Puerta. Se lo perdió por unas molestias de las que se recuperó a tiempo para el día fatídico: era su sino. Pero sí participó de forma activa en la consecución de la UEFA de Glasgow, penalti en la tanda incluido, la Copa del Rey ante el Getafe y la Supercopa de Europa frente al Barcelona. Aquel 25 de agosto de 2006, Puerta tumbó a medio Barcelona como si fuera una esfera de acero que abatía bolos de cartón. Un año después cayó desplomado en el debut liguero ante el Getafe. El corazón volvió a fallarle después de haber tenido varios mareos que nadie supo ver como emisarios de la Parca.

Su muerte, trágico trance para su familia, y para el sevillismo, no fue en vano. Unió pulsiones irreconciliables del fútbol sevillano en una jornada luctuosa, e incluso le salvóla vida a un jugador en un Salamanca-Betis. Desde aquel suceso, la LFP obligó a un protocolo que incluye un desfibrilador en los estadios. Miguel García se lo agradecerá todavía. Esto fue en 2010, el mismo año que el Sevilla le erigió un monumento un mes antes de ganar la Copa del Rey al Atlético en el Camp Nou. Era el tributo que le debía al hombre que abrió la puerta de la gloria de par en par, descerrajando para siempre los goznes oxidados del derrotismo. Tal día como hoy murió Antonio Puerta hace diez años. Que su memoria siga viva.

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