Con facilidad y sin grandes alardes, el Sevilla hizo valer su condición de mejor anfitrión derrotando al que llegaba con la vitola de ser el mejor de los viajeros. Un error en la marca a juego parado y una absurda falta de comunicación fueron argumentos suficientes para un triunfo que hace que el Sevilla viva una jornada más en los áticos de la tabla. Diego Carlos y Ocampos fueron los que ejecutaron al muy ordenado equipo de Arrasate.

Parecía que el reconocido orden osasunista iba a suponer un obstáculo bastante superior, pero el equipo navarro optó por la moda de las rotaciones y se demostraba en la yerba que su plantel da para lo que da. El Sevilla, aun con su falta de juego habitual, era superior a los navarros y su punch iba a ser suficiente para ir al intermedio con la ventaja del testarazo de Diego Carlos, el palo de Jordán y un cabezazo que Rafa Mir mandó fuera con toda la puerta para él.

Corta ventaja para el desnivel de potencial futbolístico que asomaba entre el dueño de un fortín y el asalta fortines en que se ha convertido la tropa de Jagoba Arrasate. Quizá el equipo local echaba de menos al infungible Fernando, pero con lo que Lopetegui puso sobre la yerba había suficiente para sumar tres puntos más. Claro que sólo un gol nunca tranquiliza como para creer que todo está hecho y, además, con todo un segundo tiempo por delante menos todavía.

Pero el segundo tiempo es un más de lo mismo para que el Sevilla gane bajo la ley del mínimo esfuerzo. Una falta de comunicación de Juan Pérez y Areso le da a Ocampos opción de romper su desacierto ante el gol. Iba una hora de partido y si aquello dura otra más, difícil que hubiese ocurrido nada reseñable. Su potencial como local hace que el Sevilla rentabilice cuanto toca a favor de querencia y ahí está, sin nadie por encima en la clasificación, como para ponerle un pero.