El otro partido | Sevilla-Cluj

Lo que el VAR no borra

  • El videoarbitraje salvó al Sevilla de un gran desastre deportivo y económico, pero no evitó la bronca de la afición.

  • “¡Lopetegui, dimisión!”, se llegó a cantar en el Sánchez-Pizjuán.

Lo que el VAR no borra

Lo que el VAR no borra / Antonio Pizarro

No habría habido tierra suficiente donde esconderse para Bono –tampoco para Lopetegui– si el VAR no hubiese inhabilitado el disparo que indecentemente se comió el meta marroquí cuando sus compañeros no tenían ya tiempo para la reacción. Con el Ramón Sánchez-Pizjuán petrificado, unos segundos eternos tuvieron a la afición sevillista a prueba de infarto. Nadie sabe qué hubiese pasado a partir de hoy si la bola del Sevilla no está esta hoy en un bombo en la ciudad suiza de Nyon.

El VAR, afortunadamente, salvó al Sevilla y salvó al proyecto de Monchi y Lopetegui del descalabro, pero de lo que el sistema de videoarbitraje no lo libró fue de la bronca, con pitos y pañolada, que su afición le dedicó a los profesionales tras un descontrolado partido ante un rival peligroso, sí, pero inferior a todas luces y sin discusión si se analizan y comparan hombre por hombre ambas plantillas.

Parecía que la noche de Getafe había puesto las cosas en su sitio, pero este Sevilla que hace cosas bien pero que también las firma rematadamente mal volvió a las andadas, precisamente ante su gente y donde hace ya más de un mes que no es capaz de ganar un partido. El sevillismo estalló como hacía tiempo que no hacía. No habría pasado de otro cabreo más si no es por ese episodio de película de terror al que le faltó la banda sonora de cuchillos atizando el aire a modo de Psicosis.

La música de la obra maestra de Alfred Hitchcock sonaba por megafonía mientras el letón Treimanis se echaba la mano al pinganillo escuchando las apreciaciones del VAR. El disparo de Paun que se comió con papas Bono iba camino de ser un castigo quizá muy cruel para los sevillistas, porque es verdad que crearon ocasiones para ganar el partido, pero puede que hubiera servido también para poner el dedo en la llaga de las cosas que no necesariamente están bien.

Puestos a analizar fríamente lo ocurrido, el Sevilla se jugaba media temporada en los planos deportivo y económico con un portero cedido por el Girona que, si bien había evitado ya goles del Cluj, también había dejado sensación de inseguridad en algunos encuentros de la primera fase de la Europa League y de Copa ante rivales de inferior categoría aún que el Mirandés.

No obstante, el meta marroquí no hubiese sido más que el culpable final. Los muros del Sánchez-Pizjuán no rebotaron un “¡Bono, vete ya!”, sino un “¡Lopetegui, dimisión!”.

Y lo peor es que al técnico vasco se le ha caído una de las cosas que mejor supo construir, el sistema defensivo. El Sevilla, sin acierto –es verdad– creó ocasiones para ganar el partido fácil, sobre todo en la primera mitad, pero no supo coger las riendas y frenar al Cluj en campo contrario.

Lo mejor es que la pesadilla acabó cuando el árbitro pitó el final de la eliminatoria y el Sevilla metió su bola en el bombo de octavos, pero ya sí que se hace necesario –después de que la última victoria en casa ocurriera el 25 de enero– una revisión del modelo. Porque el VAR salvó esta vez a Lopetegui, pero no lo libró de la bronca, esta vez unánime, del sevillismo. 

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