Valencia CF 1 - Sevilla FC 1

El Sevilla paga caro el cloroformo

  • El equipo de Lopetegui ve frustado su anhelo de ganar en el feudo de un ilustre por su pernicioso plan de poseer el balón sin buscar el 0-2 tras el gol de Ocampos

  • En el minuto 80, Sobrino hizo justicia al cabecear una falta que botó Parejo

Sobrino se anticipa por arriba a Koundé para empatar el partido.

Sobrino se anticipa por arriba a Koundé para empatar el partido. / Manuel Bruque (Efe)

Un fútbol de control ficticio, un pernicioso fútbol adormecido por el conformismo desde el primer minuto de la segunda parte, condenó al Sevilla a llevarse del rodeo de Mestalla un punto más amargo que dulce. La Liga pasada fue Muriel en el alargue, y esta vez fue Chicharito quien, un poco antes, a falta de poco más de diez minutos, metió la pata en el mismo sitio, el rincón derecho del ataque valencianista. Falta imprudente y oportunidad a balón parado. Como entonces, el Sevilla paladeaba un 0-1 que valía un potosí. Y como entonces, estalló hecho añicos su anhelo de ganar de una vez en el feudo de un ilustre de nuestro campeonato. Parejo, acaso el mejor especialista de la estrategia de la Liga, le dio un caramelito a Sobrino que nadie de la defensa zonal de Lopetegui acertó a agarrar por el aire antes que el ex jugador del Alavés. Koundé es el que sale en las fotos mientras Sobrino gira el cuello en un testarazo perfecto.

El tiempo dirá si el punto que se trae el Sevilla es más dulce que amargo, pero el sevillista, ahora mismo, no lo paladea precisamente. Faltaban Gameiro, Rodrigo, Guedes, Cherysev; el ambiente de Mestalla estuvo más atemperado de lo habitual cuando el Sevilla holla su hierba; encima, Ocampos lo puso todo de cara con su gol en la dilatadísima prolongación de la primera parte, obligada sobre todo por la asistencia a Escudero, que debió irse en camilla al filo de la media hora; con Manu Vallejo y Sobrino acabó el equipo de Celades en busca de la remontada; y aun así, la victoria se le volvió a esfumar a un equipo que pecó de cierto amaneramiento. Quién lo diría apenas tres días después de ser un martillo pilón ante el rudo Getafe.

Se trataba de un partido intersemanal, emparedado además entre ese hueso que atiende por Getafe y otro aún más duro, el Atlético de Madrid. Pero Julen Lopetegui no se volvió loco con las rotaciones. Los dos cambios afectaban a la banda izquierda, donde Reguilón, que ni siquiera se vistió de azul, dejó su vacante a Escudero y Óliver Torres entró por Nolito.

El fino jugador extremeño, que pedía más protagonismo después de sus minutos de tanta calidad en los partidos recientes, saliendo desde el banquillo, trató de hacer lo que tanto se echa de menos en el actual patrón de juego sevillista, maniobrar en la mediapunta, jugar de espaldas para recibir de Banega, Jordán o Fernando y tratar de enlazar con Chicharito u Ocampos. Y de paso, dejar la banda expedita a Escudero.A los dos minutos, ese propósito ya se hizo realidad con una jugada muy bien trenzada por los de azul desde la izquierda. La apertura a Escudero acabó en un peligroso centro del vallisoletano al segundo palo que por poco no cazó la testa de Ocampos. Gayà se le anticipó.

Pero esa acción fue como descorchar una botella de champán tras agitarla. El Sevilla perdió pronto el gas. A los diez minutos, Ocampos centró con demasiada fuerza y sin levantar la cabeza en una de sus características incursiones hasta el palo, cuando Chicharito se había quedado unos metros atrás, desmarcado, con buen criterio. Un minuto después, Fernando centró raso en paralelo a la línea de gol para que una pierna, queriendo o sin querer, introdujera el cuero en la jaula valencianista.

Pero a partir de ahí, el Sevilla enseñó sus costuras en los flancos. Por la derecha, Ocampos apenas sujetaba a Gayà y el lateral izquierdo desbrozó su camino para desesperación de Jesús Navas. Por la izquierda de la zaga azul, Wass también se sumaba a Ferrán Torres par buscarle, y encontrarle, las cosquillas a Escudero. En un balón al espacio, Ferrán se adelantó al lateral y su pase atrás no acertó a conectar con tino Kang In (20’). El Sevilla acusó esa clara ocasión al tiempo que el Valencia dio el paso adelante. Con Chicharito engullido por los centrales y el dúo Coquelin-Parejo ganando el pulso en la zona ancha, los sevillistas empezaron a sentirse incómodos. Y más cuando Escudero se debió ir y, con Reguilón de paisano en la grada, fue Gudelj quien actuó de improvisado central por el perfil diestro, para que Koundé se tragara el sapo de cubrir el lateral siniestro.

También Coquelin, que afrontaba el pleito tocado, se tuvo que marchar en el minuto 40, lo que forzó al árbitro a dar seis minutos de prolongación. Y en ella, un Sevilla dubitativo encontró oro puro en el rechace de una falta que colgó Banega al corazón del área. Jesús Navas prolongó a Fernando, que se desdobló por la derecha, y el brasileño hizo lo que jamás hizo Ocampos en la media docena de veces que se acercó, como él, a la línea de fondo: levantar la cabeza y pasarla atrás a un compañero. Ocampos la golpeó con su innegociable ímpetu y Cillessen no acertó a ver la pelota, que se coló cerca, por abajo.

De repente, Lopetegui se encontró con la llave del partido cuando estaba ya pensando en qué decirle a los suyos en el intermedio. Y lo que les dijo fue que aplacaran la discusión. Que esparcieran cloroformo. Lo habitual... cuando faltan diez o quince minutos y vas ganando fuera de casa por un solo gol. Pero los azules lo interpretaron desde que el balón volvió a rodar. Y en su conformismo, en sus ataques de mentira –sólo Ocampos irrumpió dos veces más, pero parece que sólo sabe golpear fuerte la pelota–, encontraron lo que suelen encontrar quienes renuncian al fútbol intrépido: un golpe al mentón que les arrebató dos tercios del botín. Igual con el tiempo el punto sabe bien. O igual no.

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