Apoel-Sevilla FC

Y el Sevilla pecó de infiel en Nicosia (1-0)

  • El equipo de Lopetegui no completa el pleno al caer ante el Apoel en una indecorosa actuación, sin atisbo de ese pregonado romance con el torneo

  • Dabbur falló un penalti poco antes de que Bono ‘cantara’ en el gol

Savic celebra el único gol del Apoel.

Savic celebra el único gol del Apoel. / Katia Christodoulou / Efe

En un partido tan intrascendente como indecoroso, el Sevilla fracasó en su propósito de abrochar la fase de grupos con un pleno de seis victorias, y cayó con toda justicia ante el animoso Apoel Nicosia por un solitario gol que provocó Bono en una salida en falso al saque de un córner. El equipo de Nervión, el de ese romance tan especial como pregonado por quienes se enorgullecen de ello en el club –el primero el presidente Pepe Castro–, se dejó llevar por la manzana del pecado en una noche disoluta en Chipre. Fue un pecado venial atendiendo a las consecuencias materiales, mínimas cara al sorteo de los dieciseisavos de final de la Liga Europa del próximo lunes. Pero algún que otro pecador con nombre y apellidos puede pagar una inesperada condena a los ojos de su juez particular, Julen Lopetegui.

Sin duda que fue uno de los peores partidos europeos en la historia del Sevilla. Y no han sido veinte ni cincuenta, sino 202. No hace falta visionarlos todos para afirmarlo de forma tan categórica. Basta con analizar el ínfimo nivel de la mayoría de los protagonistas que se enfundaron la camiseta blanca en el semivacío estadio GSP. La sordidez del entorno fue coherente con el lamentable juego de la mayoría de unos jugadores que, no se olvide, lucieron en una manga una distinción especial de la UEFA con un cinco cargado de historia. A esa historia le fue infiel el equipo en una noche tonta, como si se tratara de uno de tantos y tantas que en estas noches de cenas de empresa se pasan de copas y acaban poniéndoles los cuernos a sus cónyuges.

Esta vez no afloraron el compromiso y las ganas de reivindicación de la primera salida a Bakú para visitar al Qarabag o el siguiente viaje a Dudelange, que tenía todos los aditamentos para dejarse llevar por la molicie. Esta vez, Lopetegui apenas pudo tomar una nota positiva de esa segunda línea que tendrá que asumir más protagonismo, en Europa o la misma Liga, en cuanto lleguen las eliminatorias duras. El que le puso más amor propio al envite chipriota, Lucas Ocampos, no lo encauzó del todo bien y de nuevo jugó con fuego cuando ya había sido amonestado. Hubiera sido el remate a la negra noche la reincidencia del argentino tras lo de Valladolid y que se hubiera perdido al menos el primer partido de dieciseisavos.

De salida, Julen Lopetegui hizo lo que tenía que hacer. No asumir ni un riesgo para preparar en la mejor disposición la visita del Villarreal a Nervión. Así, en lugar de Koundé ofició de central para el perfil derecho Genaro, uno de los pipiolos del filial. A su derecha Pozo, a su izquierda Sergi Gómez y la siniestra de éste Escudero. Una defensa circunstancial, que seguramente no va a volver a coincidir más en lo que queda de temporada.

Es lo que tienen estos partidos que, si son puro trámite, es porque el buen desempeño previo, en las cinco jornadas precedentes, así lo propició para los intereses sevillistas.

Por delante, más probaturas aprovechando que el pleito era lo más parecido a un bolo estival: Gudelj, que se incrustaba entre los centrales de nuevo en el inicio de las jugadas desde atrás, conformaba junto a Joan Jordán el dúo en la sala de máquinas. Esta vez prescindía Lopetegui del tercer mediocampista por dentro, con lo que el ex jugador de Espanyol, Valladolid y Eibar trataba de actuar, sin éxito alguno, de Éver Banega.

El Jordán de los primeros partidos, aquel jugador segurísimo con el tiralíneas, aquel medio box to box que irrumpía en el área para decidir en Los Cármenes, ha cedido el paso a otro Jordán cabizbajo, más dubitativo a medida que va tomando decisiones erróneas en las aperturas o los pases interiores.

Bajo su temblorosa batuta empezaron a sonar notas desafinadas: Pozo no arrancaba una sola vez en busca de la línea de fondo, Ocampos y Bryan Gil tampoco encontraban diagonales hasta el área o carreras por fuera para sacar buenos centros al corazón del área. Empezó el argentino en la derecha, pero a la media hora intercambió su posición con el canterano sin éxito alguno.

Por dentro, Rony no empezó mal entre líneas, pero su gas duró lo que un descorche. En una prolongación del portugués a Ocampos, éste conectó el único tiro entre los tres palos en jugada, más fuerte que colocado. Lo repelió Belec sin problemas (26’). Sucedió poco después de que Bono se tuviera que emplear en un obús más dificultoso de Al-Tamami. Fue lo más destacado de la primera parte...

Y peor aún fue la segunda por parte de los sevillistas. Entraron Óliver Torres por Joan Jordán y Dabbur por Chicharito. Cambio de nombres, que no de sistema. Ni de actitud. Óliver abundó en el rosario de errores en la entrega y Dabbur, que empezó con su característica movilidad, se diluyó en cuanto le pidió a Gudelj que lo dejara tirar el penalti que le hizo Alef a Ocampos. El israelí le marcó el angulo a Belec en su forma de acomodar el cuerpo para golpear y el portero hizo el resto con una gran estirada (55’). Seis minutos después, Bono no anduvo tan resolutivo en un córner, se quedó a media salida y el central Savic cabeceó a placer.

El equipo de la distinción con el 5 en la manga, lejos de sentirse dolido por el gol, siguió con el ritmo monocorde e inocuo, entregado a su disoluta noche de infidelidad. Un pecado venial...

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