Con veinticuatro puntos en el aire estar a sólo siete de la cima hace que la utopía se convierta en un sueño realizable. Es la situación actual del Sevilla, que con su golpe de mano en Vigo se ha vuelto a reenganchar a la zona donde vivaquea desde que esto echó a andar. Soñar es gratis, siempre lo fue, y no tiene por qué diferenciarse en este momento. El equipo está firme, se sobrepone a las adversidades y saca ventaja de las maduras.

Estar a siete puntos de la cabeza hace que le adjudiquen la condición de tapado y eso suele ser ventajoso a la hora del demarrage definitivo. El calendario no es el menos deseable con la única tachuela de Valdebebas. Claro que en este curso de ausencia del miedo escénico que le imbuye el Bernabéu a los visitantes, el potencial del Real Madrid como anfitrión no le da tintes de misión imposible a cuantos han ido a la ciudad deportiva del Realísimo, conque otro punto para soñar.

Desde aquel curso con Juande en el que un arbitraje de Iturralde le privó de aspirar al título, el Sevilla no ha estado tan cerca. O menos alejado, cuestión de gustos, pues lo normal es que el trío de cabeza no dé muchas opciones a que el sueño se convierta en un dulce despertar. El equipo es sólido y resulta fiable a pesar de los sobresaltos de Vigo, en que un sistema defensivo tan compacto como el que ha dibujado Lopetegui vio cómo Bono era batido en tres ocasiones, tres.

Hasta el rabo todo es toro y ahí es donde debe poner el Sevilla el énfasis que una empresa como esta necesita. Son veinticuatro puntos sin dueño y la distancia es de siete con la cabeza, que tampoco queda desmesuradamente alejada. El domingo en Anoeta, hoy Reale Arena, tenemos una cita en la que puede sobrevivir la esperanza de seguir soñando, pero tras lo del lunes en la capital de las Rías Baixas, el carácter de utopía dejó de tener fuerza en aras del sueño. Y soñar es gratis.