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Sociedad

'Independencia en la granja' satiriza el 'procés'

  • El jurista y escritor jerezano José Serralvo publica en Renacimiento una fábula al modo orwelliano en torno al conflicto en Cataluña

Una sátira, una parodia, una fábula puede considerarse la novela Independencia en la granja, de José Serralvo (Jerez de la Frontera, 1984) que recrea el "procés" independentista catalán convirtiendo en animales a sus principales actores, tal y como George Orwell denunció el comunismo.

El protagonista principal es un cerdo llamado Puerquimón y a él se le dedica la portada que, sobre una ilustración de Daniel Miñana, reproduce a Puerquimón subido a una escalera, con flequillo tupido, gafas de lectura y una brocha en la mano con la que ha dejado sobre un muro la pintada en catalán La granja hispánica ens roba.

Porque los principales actores de la granja ibérica o trasunto de España y su capital Madrid también salen representados como animales en esta narración que arranca con la designación de Puerquimón como líder de los independentistas de la granja catalana y concluye poco después del referéndum del 1 de octubre.

Jurista especializado en Derecho Internacional, ésta es la tercera novela de Jesús Serralvo, quien ha dedicado el prólogo de su obra a las vicisitudes por las que ha pasado Independencia en la granja antes de su publicación por la sevillana editorial Renacimiento, ya que con anterioridad había sido rechazada por otra editorial por los -explica el autor- problemas de índole económica que tuviera que afrontar debido a la reacción independentista.

"Pero me hierve la sangre al pensar que uno no puede oponerse a la xenofobia nacionalista porque sus secuaces controlan una buena parte de la prensa, determinados medios de comunicación audiovisuales y más de un grupo editorial, y reparten subvenciones públicas a mansalva, y el riesgo de perder ciertas prebendas acaba tornándose, al parecer, en justificación de la propia censura", señala el autor en el prólogo.

La novela será presentada en Barcelona el próximo día 12, después de Jerez, el día 9, y Sevilla, el día 10, cuando el autor estará acompañado en la librería Caótica por el escritor Juan Bonilla.

Cubierta de 'Independencia en la granja'. Cubierta de 'Independencia en la granja'.

Cubierta de 'Independencia en la granja'.

Otro personaje de la novela es la oveja aranesa Forcamiel, para la cual la granja catalana o Masía vive "bajo el yugo de una ocupación extranjera y era necesario luchar con ahínco para romper las cadenas que la ataban" y a la que el narrador ha de recordarle que durante "la dictadura del toro Paco" la Masía "fue la región que más prebendas económicas obtuvo".

Junto a Forcamiel, el perro Junquito se reafirma en la existencia de un ADN catalán con el convencimiento de que "es más parecido al de los franceses que al de los españoles", tesis a la que se opone el dóberman Bribón cuyos padres proceden del cortijo andaluz.

En la novela, una de las actividades de Puerquimón al frente de su ministerio -antes de hacerse con la presidencia de la granja catalana- es "financiar conferencias en las que se explicaba la verdad sobre El Quijote, a saber, que el texto original fue escrito en catalán, y que el tirano Felipe III destruyó el manuscrito después de mandarlo traducir en secreto al castellano".

No obstante, la narración tiene en muchos pasajes tonos "reales", como al contar que "el toro Moloch y los búhos del Rancho de Madrid habían repetido una y otra vez, hasta la saciedad, que las Leyes de Desconexión violaban la Constitución de la granja ibérica (...) Puerquimón se limitó a ignorarles y seguir adelante con sus planes".

También en las páginas finales, tras las peripecias del referéndum, se cuenta que la nueva república de la Masía "duró exactamente ocho segundos" y la marcha de Puerquimón a la localidad belga de Waterloo, donde se instala en una mansión con un alquiler que se corresponde con la lujo vivienda.

En las páginas centrales y a propósito del lema La granja ibérica nos roba, el narrador cita, entre otros, a Blasco Ibáñez, quien criticó la injusticia de los aranceles que enriquecen a unas regiones españolas y empobrecen a otras, y a Stendhal, quien al visitar España en 1837 escribió: "Los catalanes exigen que cada español que usa telas de algodón pague cuatro francos al año porque en el mundo hay una Cataluña. Es preciso que el español de Granada, Málaga y La Coruña no compre, por ejemplo, los tejidos de algodón ingleses, que son excelentes y cuestan un franco la vara, y se sirva de los tejidos catalanes, muy inferiores y que cuestan tres francos la vara".

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