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La cifra de muertos por el seísmo de Ecuador aumenta a 654 y declaran 8 días de luto

  • El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha celebrado el rescate de 113 personas. Reconoce que su "país está en crisis", aunque cree que saldrán "adelante".

El balance de muertos tras el devastador terremoto de magnitud 7,8 en la escala Richter que asoló la costa norte de Ecuador hace una semana se ha elevado a 654, según las últimas informaciones oficiales difundidas este sábado por la noche. 

A pesar de que el presidente, Rafael Correa, ha celebrado el rescate de 113 personas, la tragedia, la peor en casi 70 años, dejaba 58 desaparecidos, 16.600 heridos, unos 25.600 albergados y miles de millones de dólares en pérdidas que afectarán la ya maltrecha economía del país más pequeño de la OPEP. 

"Han sido días tristes para la patria", había afirmado el mandatario durante su habitual programa sabatino de radio y televisión. "El país está en crisis". 

Desde que el terremoto de magnitud golpeó la costa ecuatoriana el sábado, se han sucedido casi 800 réplicas, obligando a cientos de personas a abandonar sus casas o dormir a la intemperie por temor a que sus hogares se derrumben. 

Según Correa, el país necesitaría hasta 3.000 millones de dólares para la reconstrucción de las zonas devastadas, por lo que propuso a mitad de semana un aumento temporal de impuestos, la venta de activos no prioritarios y la emisión de bonos en el mercado internacional.

Ocho días de luto

Correa ha anunciado que firmará un decreto de ocho días de luto nacional en memoria de las víctimas del seísmo que sacudió el país la semana pasada. 

"Ha sido una tragedia nacional, pero vamos a salir adelante. De todas formas, por la pérdida de vidas, por el sufrimiento de esas familias, en la próximas horas, firmaré el decreto de luto nacional durante ocho días", dijo Correa en su informe semanal. 

El terremoto, de magnitud 7,8, es uno de los peores que ha sufrido el país en toda su historia. Cerca de 7.000 edificios han sido destruidos, más de 26.000 personas están viviendo en albergues y unas 14.000 personas cuidan de la seguridad y tratan de mantener el orden en las zonas afectadas. 

"Son días tristes para el país", ha señalado el presidente, visiblemente conmovido durante su intervención en la televisión nacional. "El país está en crisis", ha reconocido. 

Los supervivientes de la zona del terremoto están recibiendo comida, agua y medicamentos por parte del Gobierno y de ayudas externas, aunque el presidente ha reconocido que el mal estado de las carreteras ha retrasado la llegada de ayuda a algunas comunidades.

La  ciudad de San Gregorio, en ruinas

La antiquísima ciudad ecuatoriana de San Gregorio de Puerto Viejo ha quedado prácticamente destruida por el terremoto, y lo que antes formaba parte de una historia que data del siglo XVI, hoy sólo son ruinas. 

Esta pequeña ciudad, capital de la provincia de Manabi -fundada el 12 de marzo de 1535 por el capitán español Francisco Pacheco- está desolada, con edificios y casas destruidas o dañadas en más de un 60 por ciento de sus estructuras, especialmente el casco histórico de la población. 

El epicentro del terremoto se produjo en una zona de puertos pesqueros y playas turísticas, 170 kilómetros al noreste de la capital, Quito, entre ellos San Gregorio de Puerto Viejo, Manta y Pedernales. 

Edificios gubernamentales, viviendas, centros comerciales, calles colegios, hospitales y hasta las instalaciones del Cuerpo de Bomberos quedaron afectados por el fuerte sismo. 

La catedral del pueblo, situada en la zona histórica de San Gregorio de Puerto Viejo, es de las pocas estructuras que se mantiene imponente en un costado de la plazoleta del centro de esta ciudad de más de 300.000 habitantes. 

En las calles del pueblo sólo se ven socorristas, militares, policías, patrullas, ambulancias y personal de seguridad que tiene la misión de evitar que la gente transite por zonas restringidas, que son un peligro ante las constantes réplicas del terremoto. 

Los habitantes poco a poco empiezan a entender esta realidad que nunca se había presentado en cinco siglos de su existencia. 

Ahora el reto es otro: reconstruir vidas, familias, amistades, volver empezar con lo poco que quedó o con nada, pero con una gran solidaridad de los ecuatorianos de otras ciudades del interior del país. 

En el hospital Verdi Ceballos, el principal centro de atención de los heridos, Notimex encontró testimonios como el de un hombre cuya esposa quedó siete horas atrapada bajo columnas de cemento, junto a su pequeña hija y su madre. 

"Fueron siete horas de terror, yo sabía que mi mujer, mi hija y suegra, estaban ahí. Yo sólo le rogaba a Dios que resistieran. Mi hija y mi esposa fueron rescatadas, pero lamentablemente mi suegra murió", relató el hombre al lado de su esposa en el hospital. 

"Tuvimos un milagro, perdimos a mi suegra, pero ella seguirá con nosotros porque su sangre la lleva mi esposa y su nieta", añadió. 

Otro superviviente contó que viajaba en una motocicleta cuando se registró el sismo, cruzaba por un puente que se partió en dos y sólo recuerda que voló por los aires. 

"Ahora sólo tengo que recuperarme, salir a buscar mi moto y empezar a trabajar, no tengo más alternativa", señaló el motociclista en la sala de recuperación del hospital. 

Otros perdieron sus casas y mientras ellos o ellas están en el hospital, sus parejas deambulan en casas de familiares mientras vuelven a retomar el rumbo, que no deja de ser incierto. 

Mujeres, jóvenes, ancianos y niños se aglomeran en los centros de acopio para luchar por una botella de agua, por una ración de alimento, mientras otros pobladores salen a la carretera con letreros que dicen: "Tenemos hambre... tenemos hambre". 

Hambre y sed es lo que empieza sentirse en las calles de San Gregorio de Puerto Viejo y de los otros poblados de la costa central del Pacífico ecuatoriano. 

Seis días después, la lucha es para que los heridos se recuperen en los hospitales, garantizar un plan contra las futuras epidemias, que incluye agua potable y alimentos para los miles de damnificados, que se aglomeran en los centros de acopio para recibir una ración de comida. 

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