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Un sevillano en Indonesia

"El terremoto sólo dura unos segundos pero se hace eterno"

  • Un joven universitario Manuel Weiss cuenta el "caos" tras el temblor en la isla Gili Trawangan, a escasos kilómetros de Lombok.

Manuel Weiss, en Lombok días antes del terremoto.

Manuel Weiss, en Lombok días antes del terremoto.

Todavía siente un escalofrío cuando relata su experiencia. El domingo 5 de agosto, al atardecer, Manuel Weiss paseaba por la playa, en la isla Gili Trawangan, a escasos kilómetros de Lombok. De repente notó cómo el suelo comenzó a temblar. "Era algo que te hacía perder el equilibrio y caer al suelo", recuerda ahora desde Bogor, ciudad dormitorio de Jakarta, donde permanece estos días hasta tomar el avión de vuelta a Sevilla el próximo 22 de agosto.

Fotografía de las personas residentes en la isla Gili Trawangan siendo evacuadas Fotografía de las personas residentes en la isla Gili Trawangan siendo evacuadas

Fotografía de las personas residentes en la isla Gili Trawangan siendo evacuadas / M.G. (Isla Gili Trawangan)

Este recién graduado en Periodismo disfrutaba de la compañía de una viajera y amiga holandesa que, como él, se había dejado mover por la curiosidad de descubrir mundo. Por casualidad, se toparon con un grupo de españoles con los que conversaban animadamente cuando el último terremoto vivido en Indonesia les sorprendió. 

Aún emocionado, relata que la duración de esta sacudida apenas se prolonga unos tres o cuatro segundos, pero que "se hacen eternos". La electricidad cayó. Todo quedó a oscuras. Acto seguido llega el estruendo, un ruido terrible que lleva a intuir que las edificaciones se están derrumbando. A eso se suman los gritos, unas voces que, expectantes, atienden a su entorno y al caos que se está generando. "Escalofriante", así lo califica Weiss. 

Su grupo, que se encontraba en la playa, se apresuró a comprobar las condiciones del mar. Teniendo en cuenta que se encontraba en calma, coincidieron en mantenerse allí, alejados de los posibles derrumbes de construcciones. Sin embargo la calma duró poco, apenas dos minutos, cuando una marea de personas se acercaban corriendo y gritando desde la otra punta de la isla. Alguien grita "tsunami". Es entonces cuando el miedo se hace latente. 

Fotografía de las estructuras derruidas tras el terremoto Fotografía de las estructuras derruidas tras el terremoto

Fotografía de las estructuras derruidas tras el terremoto / M.G. (Isla Gili Trawangan)

"En esos momentos empiezas a correr, no sabes realmente hacia dónde, ni cómo, ni por qué, pero empiezas a correr. Intentas no separarte de tus amigos, cosa que no conseguimos, ya que al grupo de españoles no he vuelto a verlos". 

Todo el mundo se apresuró colina arriba con la idea de mantenerse lo más lejos posible del agua. "Familias separadas, intentando buscarse", describe. Cuenta cómo, en el alboroto de personas desorientadas, encontró a una chica francesa que lloraba por haberse alejado de sus padres. Todo lo que Weiss pudo aconsejarle fue que primero se pusiera a salvo, y luego buscara a su familia.  

"Mi amiga y yo, dentro del miedo que sentíamos, éramos de los que más calmados estábamos, e intentamos animar a los demás". La colina tenía una altitud de 40 metros y, según confirma el joven sevillano, los tsunamis no suelen alcanzar tanto. Allí arriba intentó buscar información en su móvil, pero no tenía señal. Fue un grupo de jóvenes chilenos los que informaron de una alerta de tsunami, añadiendo que lo que se había producido hacía escasos minutos era un terremoto

"Nos hicimos a la idea de que tendríamos que pasar la noche a ras de suelo con las toallas y los bañadores", narra Weiss. El tiempo trascurrió "entre réplica y réplica del terremoto. En el momento en el que se producía la gente saltaba de puro pánico y comenzaba a correr, cosa que no tenía sentido porque no había otro sitio a dónde ir". 

Edificaciones derruidas tras el terremoto Edificaciones derruidas tras el terremoto

Edificaciones derruidas tras el terremoto / M.G. (Isla Gili Trawangan)

La oscuridad se hizo eterna. Los afectados se acercaban a este joven de 22 años y a su amiga. Entre ellos, una joven alemana que se había quedado sola y una pareja de suecos que los doblaban en edad. "El miedo vuelve a las personas irracionales", y fueron muchos los que intentaron buscar consuelo en la aparente calma que Weiss y su compañera conseguían proyectar.

Durante la madrugada se retiró la alerta de tsunami, algo que, aunque era alentador, no terminó de tranquilizar. Tenían el hostal en el pueblo, y decidieron que, una vez hubiera salido el sol, regresarían. "Vimos el amanecer. Un amanecer verdaderamente espeluznante. Veías al fondo las montañas de Lombok que se alzaban con una luz majestuosa, y sabías que allí, en el monte Rinjani, se había originado el epicentro del terremoto". Fue un momento de calma en tensión después de todo lo que había sucedido. 

Cuando bajaron al pueblo encontraron destruidas gran parte de las edificaciones, tanto que "una mezquita enorme había caído por completo". Describe cómo los ciudadanos estaban saqueando las tiendas que, debido al seísmo, habían perdido su estructura. 

Después de recoger sus pertenencias en el hostal, fueron hacia la playa donde se habían facilitado puntos de encuentros para la evacuación. "Había una fila de cadáveres cubiertos con mantas a la espera de ser evacuados, entre ellos niños", lamenta.

 

Fotografías de personas trepando por la borda del barco camino a Lombok Fotografías de personas trepando por la borda del barco camino a Lombok

Fotografías de personas trepando por la borda del barco camino a Lombok / M.G.

"Mandaron barcos desde Lombok. En teoría era mujeres y niños primero, pero, especialmente a los jóvenes locales, y supongo que debido al miedo, no les importó". Describe el caos, el aglutinamiento de personas que, desesperadas, luchaban por subir a bordo. Weiss y su compañera aguardaron 7 horas en la arena mientras que barco tras barco iba llegando y se marchaba lleno. Cogieron el último sin saber que lo era, "este lo tenemos que coger" se dijeron, y treparon por la borda, ya que, según describe, las escaleras estaban colapsadas. 

Cuando llegaron a Lombok su primera idea fue la de coger un autobús que les llevara al aeropuerto para poder salir de allí lo antes posible. "Se aprovecharon del miedo de las personas, a mí me pidieron diez veces más de lo que había pagado en un primer momento, y al final no pagas, porque solo quieres irte", denuncia el joven. Finalmente consiguieron tomar el vuelo que, casualmente, había reservado para ese día, dejando aquella isla atrás. "Nosotros pudimos salir, pero piensas en todos aquellos que viven allí y no pueden permitirse otra cosa que aguantar". 

Fotografía de las personas subiendo al barco para ser evacuadas Fotografía de las personas subiendo al barco para ser evacuadas

Fotografía de las personas subiendo al barco para ser evacuadas / M.G. (Isla Gili Trawangan)

Sin embargo, Weiss intenta quedarse con los gestos humanos de personas repartiendo comida altruistamente cuando el miedo era lo único seguro, de la bondad que hacía todo el mundo se tratara como persona, dejando atrás la aporofobia y el racismo.

"En Europa, en España hay gente preocupada pero sabes que nadie es capaz de comprender la magnitud de esto porque tú tampoco lo hiciste en el pasado cuando escuchabas noticias similares".

Como informaba este diario, desde que el pasado 5 de agosto se produjera este sismo, se han dado alrededor de 355 réplicas, siendo la mayor la producida el jueves 9 con una magnitud de 5,9, momento en el que el portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres (BNPB) Sutopo Purwo Nugrohoque emitía un mensaje por Twitter en el que se comunicaba que las víctimas mortales ascendían a 168, a las que se sumaban 1.467 hospitalizados. 

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