las claves

Cómo se gestó el adiós del Rey

  • Renuncia. El Monarca comenzó a dar cuerpo a la idea de la abdicación en enero, pero fue la muerte de Adolfo Suárez lo que precipitó los acontecimientos y puso en marcha el proceso

LOS que lo sabían, guardaron el secreto, algo impensable en esta España generalmente indiscreta. Sin embargo, muchos de los que ahora presumen de conocer la decisión del Rey, se enteraron al mismo tiempo que el resto de los españoles, aunque para seguir presumiendo de mantener una estrecha relación de amistad con el Rey, con el Príncipe o simplemente de estar siempre informados de lo que ocurre en las altas esferas del Estado o del Gobierno, aseguran que recibieron llamadas del Rey, o mensajes, advirtiéndoles de su inminente abdicación. Que muestren los mensajes, se supone que un texto de tanto calado histórico lo mantienen guardado.

La decisión la tomó el Rey en enero, después de meses en los que se resistía a hacerlo. Siempre había expresado su intención de mantenerse hasta el final mientras el cuerpo -y sobre todo la mente- aguantara. Multitud de testigos han escuchado decir a don Juan Carlos, a lo largo de los años, que un rey lo es hasta que muere o que jamás dejaría España en un barco que saliera de Cartagena, una crítica no velada a su abuelo, Alfonso XIII, que apostó por la dictadura de Miguel Primo de Rivera cuando se vio incapaz de resolver los problemas internos aplicando las reglas de la democracia. Don Juan Carlos, sin embargo, sentó las bases para crear una democracia después de 40 años de dictadura.

Fue después de las navidades cuando don Juan Carlos empezó a dar cuerpo a la idea de la abdicación. Pesó en su decisión, aparte de que encontraba muy distintos interlocutores que se inclinaban por la abdicación, el hecho de que había llegado a la conclusión de que esta España que iniciaba una lenta superación de la crisis económica necesitaba un relevo generacional en la Corona.

Por otra parte, el debate -para él profundamente doloroso- sobre la conveniencia de mantener la Monarquía le hacía pensar que el relevo en la persona de su hijo, un hombre joven y magníficamente preparado para asumir sus responsabilidades institucionales, daría un impulso a la Corona. No teme don Juan Carlos la reforma de la Constitución, de hecho fue él quien se empeñó, al ser proclamado Rey, que las primeras elecciones fueran plenamente democráticas, y que la primera legislatura fuera constituyente, aun sabiendo que existía el riesgo de que el nuevo texto constitucional no fuera a favor de la Monarquía, con la mayoría de los partidos de entonces republicanos. Pero, sin temer la reforma constitucional, el rey Juan Carlos ha defendido siempre la legalidad y lo que no puede aceptar, como ningún demócrata, es la abolición de la Monarquía a través de un referéndum ilegal.

Las personas cuya opinión fue decisiva para decidir sobre la abdicación se pueden contar con los dedos de la mano. Por supuesto, el príncipe Felipe, con el que don Juan Carlos mantiene una relación de máxima confianza, admiración mutua y trabajo compartido desde hace años. Todo ello reforzado en los últimos tiempos, cuando las diferentes visitas del Rey al "taller", como le gusta decir, obligaron a don Felipe a sustituir a su padre en diferentes actos institucionales.

Otra de las personas que tuvo un papel importante fue Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey desde hace algo menos de tres años pero que conoce perfectamente su funcionamiento porque fue su secretario general durante diez años. Su relación con el Rey es de máxima confianza, como lo es también con el Príncipe, y a pesar de que se suele pensar que los diplomáticos son profesionales de la ambigüedad y de no pronunciar una sola frase que pueda molestar a su interlocutor, Spottorno se caracteriza por decir lo que considera conveniente aunque duela, que es probablemente la razón por la que don Juan Carlos tenga tan en cuenta su criterio.

Dos personas más han conocido de antemano la decisión del Rey. Es más, es probable que su opinión haya pesado a la hora de tomar la decisión. Una, el general Félix Sanz Roldán, actual director del CNI y Jefe del Estado Mayor de la Defensa. Es uno de los interlocutores habituales del Rey, como corresponde al responsable del CNI, pero también porque don Juan Carlos le tiene una gran confianza personal y le escucha con atención. No hay secretos entre ellos.

Como ocurre con Felipe González, el presidente con el que don Juan Carlos ha tenido mayor afinidad personal no sólo por una cuestión generacional, sino porque González nunca ha dudado en decir al Rey exactamente lo que pensaba, lo que provocó en su momento alguna tensión, pero que don Juan Carlos acababa por agradecer. Tan es así que cuando perdió las elecciones en 1996 el Rey le propuso que mantuvieron unos despachos periódicos, a lo que respondió González que no le parecía conveniente porque podría provocar recelos en el nuevo presidente, José María Aznar, pero que siempre estaría a su disposición para lo que necesitase. Y así ha sido durante todos estos años, en los que González no ha dudado en acudir a la llamada del Rey cada vez que éste quería conocer su opinión sobre cualquier asunto delicado. Como la abdicación.

Mariano Rajoy fue informado por el propio Rey de su decisión de abdicar en uno de los despachos que mantuvieron a principio de año, pero don Juan Carlos no fijó la fecha propicia para el anuncio. Tras la muerte de Adolfo Suárez se aceleraron las cosas y el Rey decidió poner en marcha el proceso. Informó a los ex presidentes y al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, y con Rajoy decidió que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y Rafael Spottorno se reunieran para analizar las cuestiones institucionales y los decretos que tendrían que ser aprobados, porque existía no sólo una laguna constitucional sino que además no existían referentes históricos. Y se pensó que la fecha idónea para el anuncio y la proclamación del rey Felipe debía ser tras el 25 de mayo para no perturbar la campaña electoral europea.

El jueves 29 se celebró una reunión en La Zarzuela a la que asistieron don Juan Carlos, el Príncipe, Rajoy, Spottorno, Sáenz de Santamaría y Pérez Rubalcaba. Se analizó lo que habían preparado la vicepresidenta y el jefe de la Casa Real, se tomó la decisión de hacer el anuncio el lunes a través de un mensaje institucional del presidente como marca la Constitución, al que seguiría un mensaje personal del Rey -cuya grabación se interrumpió porque se le quebraba la voz por la emoción- y se volvió a dejar en manos de Santamaría y Spottorno todo lo concerniente a los decretos que había que aprobar y la preparación de las ceremonias de abdicación y proclamación.

El Príncipe, y el Rey estuvo de acuerdo, decidió que el perfil fuera el más bajo posible, que no generara gastos, de manera que se anulara la misa de Espíritu Santo a la que tendrían que asistir representantes de las casas reinantes y jefes de Estado extranjeras.

El lunes, tras grabar su mensaje de despedida, el Rey llamó a los portavoces parlamentarios, líderes sindicales y empresariales, dignatarios extranjeros, familiares y amigos. A todos aquellos a los que por las necesarias razones de discreción no había comunicado sus intenciones. Cayo Lara, en una conversación muy cordial, le recordó que era republicano, a lo que respondió el Rey que lo sabía perfectamente "como sabes que yo soy monárquico".

Lo que importaba a don Juan Carlos y al Príncipe de Asturias, cómo plantear el relevo, se ha ido preparando en estos cinco meses para se produjera en un clima de máxima normalidad.

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